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Podemos discutir si Rajoy está actuando con prudencia o con cobardía, si es mejor ir despacio que precipitarse, si mejor no hacer movimientos bruscos cuando se trabaja con nitroglicerina. Ahora bien, lo que no resulta presentable es que el PP se arrastre ante los golpistas. Y no es la primera vez que lo hace. La primera vez fue cuando el delegado del gobierno en Cataluña, Enric Millo, fue a TV3 tras el pucherazo del 1-O a pedir disculpas por la actuación de la policía. Millo consiguió en ese momento tres cosas:
- Dar toda la razón a la violencia denunciada por los golpistas
- Reconocer que la forma correcta de proceder es la que tuvieron los Mossos
- Deslegitimar a todos los que habíamos estado defendiendo a las Fuerzas de Seguridad del Estado.
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A fecha de hoy, Millo sigue siendo delegado del gobierno en Cataluña.
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En el día de ayer el vicepresidente primero del Senado, Pedro Sanz, aseguró que para la institución sería «un honor» que Puigemont acudiera a la cámara alta a presentar sus alegaciones contra la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
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¿Cómo que un honor?
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¿Es un honor que un golpista y un traidor, que pretende romper España, situado al margen de la ley, que celebra pucherazos y tiene secuestrados a los catalanes con sólo el 47% de los votos, hable ante el Senado?
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¿Qué sería entonces un deshonor?
¿Que compareciera el Dioni?
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¿En qué consistiría exactamente arrastrarse ante los golpistas? O mejor dicho, ¿en qué se diferenciaría arrastrase ante los golpistas de considerar un honor que Puigdemont hable en el Senado? Una cosa es que se le deje hablar, ¿pero qué es eso de que es un honor para el Senado que hable?
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Decíamos al principio que cualquier persona con un mínimo de sensatez se da cuenta de que estamos ante una situación grave y compleja, y que claro que está bien que el gobierno practique la reflexión y la prudencia. Pero hay cosas, como esta, que no tienen nada que ver con la prudencia, y que son una humillación para toda España.
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No tenemos más remedio, además, que preguntarnos por qué el vicepresidente primero del Senado nos sale con esta ridícula declaración, humillándonos a todos ante el golpista Puigdemont. ¿Es una ocurrencia suya? ¿O es que ése es el ambientillo entre los mandos del PP detrás de las cámaras y el vicepresidente primero del Senado simplemente se ha hecho eco de la predisposición a arrastrarse que ha captado en ese ambientillo?
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Si esta predisposición a arrastrarse ante Puigdemont es un reflejo de la predisposición del gobierno de España, entonces estamos mucho más cerca de que los Mossos detengan a Rajoy de que la Policía detenga a Puigdemont. Decíamos que la prudencia nos parece muy bien, pero lógicamente nos parecería muy mal la cobardía. ¿Y cuál es la diferencia? Pues que el prudente es alguien que elige evitar un acto de fuerza aunque podría llevarlo a cabo, y el cobarde evita el acto de fuerza simplemente porque no podría llevarlo a cabo. Sólo con que los golpistas crean que Rajoy es un cobarde, estamos abocados a un acto de fuerza o a la derrota, así que Rajoy no puede parecer un cobarde. Hablando de actos de fuerza, Asimov decía que la fuerza es el último recurso del incompetente, aunque matizaba esta afirmación explicando que cuando en una disputa dos personas llegan a la fuerza es porque al menos una era incompetente. Nos atrevemos a decir que, tras llegar a un conflicto basado en la fuerza, la parte incompetente es la que lo pierde.
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Un comentario
Y llegará al Senado, subirá a la tribuna de oradores y dirá:
– «¡Quieto todo el mundo!, ¡se sienten, coño!» .
Y Mariano, desde la primera fila, le mirará encantado mientras relee el Marca y busca en Kayak unos billetes para volar a México.
Y Soraya, llorando de emoción.
¿Y España? A España que le den…
¡Viva el Imperio de la Ley!