El pasado jueves día 12 de diciembre, los británicos volvieron a las urnas. En esta ocasión, el motivo fue una renovación de la representación legislativa que permitiera (por esto hubo adelanto) desbloquear el secuestro parlamentario que está forzando a los británicos a seguir bajo el yugo de la eurocracia soviética bruselense.
Los tories, bajo el liderazgo de Boris Johnson (otrora Ministro de Asuntos Exteriores y figura clave en la facción más euroescéptica del partido al que representa), consiguieron una aplastante mayoría absoluta (365 representantes en la Casa de los Comunes, unos cuarenta y siete más con respecto a los comicios celebrados en 2017).
La oposición no ha salido, en líneas generales, bien parada. Los hipereurofílicos liberal-demócratas han perdido un escaño mientras que el radicalizado y pro-soviético Partido Laborista (liderado por Jeremy Corbyn) se ha desplomado (perdiendo casi seis decenas de representantes). Pero también hay una excepción (que más bien consideraríamos como particularidad), que motiva esta redacción.
Los escoceses, los únicos británicos que están deseosos de seguir bajo la eurocracia
Si uno consulta los resultados en Escocia, puede observar que cuarenta y ocho de sus cincuenta y nueve circunscripciones han caído en manos del Partido Nacionalista Escocés (sí, once más, en manos del principal referente partitocrático del nacionalismo separatista escocés, con ideales considerablemente socialistas y partidarios del big government).
Si bien es cierto que, en 2014, David Cameron salió airoso en la medida en la que el unionismo británico ganó el referéndum de independencia, los escoceses no solo han destacado por tener una mentalidad considerablemente más partidaria de una notoria intervención del Estado en la economía, sino por ser muchísimo menos anti-eurocráticos que el británico promedio.
Por lo tanto, difícil lo tienen aquellos que, con toda intención de sesgo y pretensión de deslegitimación del mensaje trasladado por la mayoría de británicos, pretenden atribuir al tory Boris Johnson (otro agente desconcertante para el establishment progre-socialdemócrata globalista transatlántico) un fracaso a medias «por no haber hecho calar su mensaje en Escocia».
No hay que repensar la ruptura con las élites bruselenses
Aún así, algunos podrán pensar que los nacionalistas escoceses le harán «la vida imposible» a los tories o que igual hay que replantearse las estrategias para ejecutar lo que podemos considerar, conforme al correspondiente anglicismo, como Brexit. Pero no es necesario que por culpa de los escoceses, haya que fastidiar a los británicos.
Puede decirse que la victoria de los tories ha sido de tal magnitud que el independentismo escocés podría ver alcanzados sus objetivos (de hecho, la líder nacionalista Nicola Sturgeon ya ha puesto sobre la mesa la propuesta de un segundo referéndum de desvinculación jurídico-política de Westminster y Downing Street).
Ningún proceso de secesión política debería de funcionar de tal manera que una mayoría se impusiera sobre el resto de la población de esa comunidad y la sometiera a los criterios que han marcado el sentido del voto ganador. El derecho a la secesión o autodeterminación no es colectivo, sino estrictamente individual (que no atomista).
Así pues, puestos a plantear «resoluciones de conflictos», dejando aparte lo del referéndum propuesto de nuevo por Sturgeon, sería no solo interesante e ideal sino más justo que aquellas circunscripciones, municipios y/o comunidades partidarias de seguir bajo la oficialmente llamada Unión Europea no condicionaran a los demás (ni siquiera dentro de la misma Escocia).
Con esto, podríamos decir no solo adicional, sino concluyentemente, que se da tanto un escenario de derrota para la élite eurocrática y sorista (confiando en el liderazgo de Johnson) como una especie de oportunidad para debatir y poner en práctica esa cuestión de secesión bien entendida (como plantea el texto constitucional de Liechtenstein y se puede aplicar en Madrid y Tabarnia).
Un comentario
¿Cómo va a ser el derecho de autodeterminación «estrictamente individual»?
En términos políticos es absurdo, y en términos personales es un imposible, ya que el individuo viene determinado por lo que és y por su circunstancia, apenas puede determinar sus preferencias (y con reservas del nivel de autonomía al hacerlo).
El derecho de autodeterminación, si existiera, sólo podría ser colectivo (por político). Pero lo cierto es que nunca ha existido y no puede existir el derecho de autodeterminación, salvo cuando se ha dado de hecho antes que de derecho o cuando ha sido impuesto por terceros (y deja de ser «auto»).