La pandemia coronavírica ha dado lugar a todo tipo de situaciones inusitadas a lo largo y ancho del mundo, una de estas extrañas estampas es la de dos portaviones infectados, concretamente el USS Theodore Roosevelt de la marina estadounidense y el Charles de Gaulle de la marina francesa. ¿Qué tienen de particular estos casos?
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Para empezar se trata de dos microuniversos cerrados, en los que ningún sujeto escapa a la observación o queda fuera de la estadística, en los que puede verse cómo evoluciona el virus casi como en un laboratorio. Por otro lado, se trata de dos entornos compuestos por personas en principio sanas y básicamente jóvenes. ¿Cómo se ha comportado el coronavirus y qué conclusiones se podrían sacar al respecto?
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En el caso del Theodore Roosevelt, un enorme portaviones nuclear, se produjeron 1.102 contagios entre los casi 5.000 tripulantes del navío. Obviamente en un barco, incluso en uno tan grande, es difícil establecer un aislamiento o siquiera mantener una distancia social entre los tripulantes. Aparte otras polémicas que no vienen al caso, como las divergencias en el tratamiento de la situación entre el capitán y el alto mando, entre todos los tripulantes sólo hubo una muerte por coronavirus y sólo 3 marineros necesitaron ser hospitalizados.
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Ante a las dimensiones del portaviones estadounidense, el Charles de Gaulle puede parecer un barco pequeño pero en realidad es también inmenso. Eso sí, frente a los casi 5.000 tripulantes en este caso sólo fueron 2.300 de los que se infectaron 1.081. En el caso francés los contagios ascendieron hasta afectar a casi la mitad de la tripulación, dando idea de la capacidad de contagio del coronavirus. No obstante, sólo 24 necesitaron ser hospitalizados, y de ellos sólo 1 tuvo que ser ingresado en la UCI, no se produjo ningún fallecimiento.
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Lógicamente no se puede extrapolar el caso de dos portaviones, con sus condiciones tan particulares, al resto del mundo, pero sí que parecen quedar en evidencia dos conclusiones. La primera que el virus es muy contagioso y que, en ausencia de medidas y sin posibilidad de distanciarse, casi todo el mundo podría quedar infectado. La segunda que el virus, aunque muy contagioso, es muy poco letal entre la población joven y sana. La mortalidad entre las tripulaciones de los dos portaviones habría sido de tan sólo un 0,0004%.
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De algún modo el caso de los portaviones es el contrajemplo de una residencia de ancianos. En vez de una población joven y sana aislada pero contagiada, habría que pensar en una población anciana y vulnerable aislada (protegida más bien) pero sin contagios. No se trata de meter efectivamente a todos los ancianos sanos en portaviones para aislarlos, pero sí de blindarlos bien en su entorno. La pregunta es quizá si acertamos al tratar de blindar con las mismas condiciones a todo el mundo. De hecho en España hemos asistido a una desescalada por regiones, ¿no podría tener sentido una desescalada por edades? ¿No es eso un poco en el fondo la vuelta a los colegios? Pero si se hace, hay que hacerlo bien, por supuesto. Supongamos que la vacuna se retrasa: no hemos querido establecer distinciones entre los que ya han sido infectados y están inmunizados y los que no, o entre grupos de riesgo, tratando a todos igual pese a ser distintas sus situaciones. Pero si esto se prolonga, ¿tiene sentido mantener ese criterio con carácter indefinido? La respuesta se nos escapa, pero en momentos como estos no tiene sentido no hacerse preguntas. Nunca se encuentran las respuestas a las preguntas que nunca se hicieron.
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