Que no le repliques a María Chivite

Cuando la izquierda está en el gobierno no le gusta la libertad. En general, al gobierno no le gusta la libertad, a ningún gobierno. Por eso un estado de derecho es o nada o un estado en el que se limita el poder del gobierno. A la que la población se descuida, el gobierno toma el control de la vida de la gente. Es el gobierno el que controla a las personas en vez de a la inversa. Un buen estado de derecho es aquel cuyo entramado normativo, empezando por la constitución, está previsto para frenar los intentos de abusar del poder de un gobernante malicioso. Un entramado normativo e institucional que sólo está preparado para evitar los excesos de poder de un gobernante bondadoso no sirve para nada. Algo de eso estamos viviendo en España en estos momentos críticos.

Si a los gobiernos en general no les gusta la libertad, a los gobiernos actuales de progreso en particular mucho menos todavía, y en este sentido parece que el caso de María Chivite no es la excepción. La presidenta de Navarra ha anunciado que ya no va a tolerar que se pueda responder a lo que ella publique en su cuenta de X. Sólo podrán responderle las cuentas a las que ella sigue o menciona. De momento eso sólo incluye a 4.246 personas, navarras y no navarras. Por supuesto, Chivite tiene además la capacidad de silenciar o bloquear a cualquier otro usuario particular. La presidenta, sin embargo, ha preferido la opción de un veto general a poderla replicar.

Naturalmente no se puede esperar que un gobernante establezca una censura sobre los comentarios a sus actuaciones diciendo que detesta la libertad, que le da mucha rabia que le lleven la contraria y que todos los que no piensan como el gobierno son unos mentecatos. Hay que vender las cosas de otra manera. Por ejemplo como lo hace Chivite, diciendo que entre las personas que le llevan la contraria hay gente muy peligrosa. Que entre quienes le replican hay mucho machista y mucho odiador. Y que lo que ella está limitando no es la libertad de expresión y la capacidad de la gente de replicarle sino los discursos machistas y de odio. Este planteamiento es maravilloso porque equivale en sus efectos al del gobernante totalitario que recorta la libertad pero quedando encima como si fuera un benefactor y defensor de la concordia.

Desde luego hay comentarios en las redes sociales que son intolerables. Comentarios amenazantes e isultantes que aparte de inapropiados pueden llegar a ser delictivos. Este tipo de comentarios los sufre cualquier político de cualquier partido, seguramente Chivite no en mayor medida que otros. El problema es que sufrir ciertos comentarios, por lo menos si están dentro de la ley, es el reverso acaso necesario de disfrutar de la capacidad de hablar y comentar todo con libertad. Sin embargo, ante lo que estamos en los últimos tiempos por parte de la izquierda no es frente al problema de unos usuarios chillones o maleducados en las redes sociales, sino al señalamiento de toda la oposición desde el poder bajo la acusación de difundir un discurso de odio. O sea, no es que el PSOE esté marcando a unos tuiteros sino a la oposición democrática en general. Si hay que censurar los discursos de odio y la oposición difunde un discurso de odio, la conclusión lógica es que hay censurar y perseguir a la oposición.

Es evidente el peligro de proporcionar instrumentos de censura y represión contra los llamados discursos de odio a un gobierno que acusa de usar el discurso del odio a todos los partidos que le hacen oposición, a los medios que le critican o a los jueces que no dictan sentencia conforme a sus designios. ¿Hay alguien que le lleve la contraria al sanchismo y que todavía no haya sido calificado por este como difusor de bulos, embarrador u odiador? ¿Quedaría algún opositor con cabeza si el gobierno empezara a amordazar o perseguir a todo el que dice que embarra, esparce bulos o es un odiador? La pregunta por tanto es si aquí el peligro es el discurso del odio o el discurso del gobierno contra la libertad.

Seguro que los líderes de la izquierda reciben desde la derecha una dosis de odio no desdeñable y que además sería deseable que todos hiciéramos autocrítica y reconsideráramos nuestras formas, pero tampoco se puede decir que los líderes de la derecha sean menos víctimas que la izquierda de un discurso del odio. En Navarra, Chivite no ha sido más insultada ni recibe más odio (tartazo incluido) del que recibió Yolanda Barcina. Partidos que ahora son el apoyo esencial de Chivite hicieron campaña usando una canción que llamaba “puta” y “fulana” a Yolanda Barcina. Chivite gobierna de la mano de partidos que todavía llaman “presos políticos” a los que asesinaban a sus rivales de un tiro en la nuca. ¿Es más víctima del discurso del odio María Chivite que Isabel Díaz Ayuso a la que persiguen todos los días con los muertos en las residencias madrileñas? ¿Cuántos ancianos murieron en las residencias navarras? ¿Cuántos mayores murieron fuera de Madrid? Cuando a VOX se le califica constantemente como partido fascista y se le acosa físicamente en los mítines, ¿no es víctima de un discurso de odio también? ¿O es que la izquierda tiene derecho a practicar contra los demás el mismo discurso de odio que denuncia?

Por otro lado, a poco espabilados que seamos, inmediatamente advertimos que cuando el gobierno, sus socios y sus altavoces señalan a los opositores como odiadores lo que están promoviendo es algo así como el odio al odiador. Quien es señalado como odiador recibe inmediatamente un alud de odio y es señalado como merecedor de censura, castigo y represión. ¿Quién es entonces el que utiliza el discurso del odio? ¿Quién es realmente el odiador?

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