Al tener el gobierno de la nación saturado de ideólogos cualquier debate respecto a cualquier asunto se llena de intervenciones plagadas de esencialismos. Irene Montero, por ejemplo, intervenía hace un par de días en la Comisión de Igualdad del Congreso entrando en un debate sobre la pregunta: ¿qué es ser mujer? Para la ministra y pareja del líder de Podemos, “ser mujer significa más riesgo de pobreza, más riesgo de exclusión social, más riesgo de sufrir violencias, más riesgo de cobrar menos por el mismo trabajo… ¿Qué es para ustedes ser mujer?”.
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Que un gobierno esté lleno de ideólogos es una cosa y la altura de los constantes debates que generan es otra, evidentemente. Para empezar, Irene Montero responde a la pregunta de qué es ser mujer hablando de cosas que les pasan a las mujeres, pero no contestando al fondo de la cuestión de qué es ser mujer. Además las cosas que dice que les pasan a las mujeres tampoco son del todo exactas. Por ejemplo, es más probable sufrir violencia siendo hombre que siendo mujer, de hecho las posibilidades de morir asesinado al volver sólo, contagiado y borracho a casa son casi el doble siendo hombre que siendo mujer.
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No se trata sin embargo de entrar en el debate sobre las cosas que les pasan a las mujeres, que es en el que se centra Montero por otro lado con datos más que cuestionables, también los de la brecha de género, sino precisamente de fijarse en el debate que elude Irene Montero, el debate de fondo, la respuesta a la pregunta de qué es ser mujer y cuál es la paradójica posición del feminismo al respecto.
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El feminismo esta aquí para negar a la mujer
El feminismo parte del concepto de que el hombre y la mujer son iguales. No que tienen iguales derechos o el mismo valor personal, sino que son literalmente iguales, que no hay diferencias reales entre hombres y mujeres, que las diferencias entre hombres y mujeres son culturales y generadas artificialmente, incluso que se puede ser mujer con o sin pene. El feminismo parte por tanto de la idea de un oscuro pasado mítico en el que la mujer y el hombre serían iguales e indistinguibles, o directamente no existirían hombres y mujeres, sino hombres con pene y hombres con vagina, hasta el día en que los hombres con pene decidieron crear una serie de diferencias artificiales para convertir en inferiores y esclavos a los hombres con vagina. El objetivo de las Irene Montero del mundo es volver a convertir a los hombres con vagina en seres iguales a los hombres con pene, regresando al punto de partida utópico en el que existía la total igualdad, antes de que el heteropatriarcado inventara las diferencias entre hombres y mujeres, diferencias que por supuesto creó para poner en una situación inferior a esa nueva categoría de hombres diferentes llamados mujeres. Eramos hombres a los que nos convirtieron en mujeres para sojuzgarnos. Puesto que la mujer es una creación artificial creada por unos hombres para esclavizar a otros, el estado natural es ser hombre. Como dominadores no son los hombres los que han cambiado, sino las mujeres las que han sido cambiadas. El estado natural de la mujer, para el feminismo, es regresar al momento antes de ser cambiadas, al momento en que no es que fueran iguales a los hombres, sino que realmente eran hombres, quizá con vagina pero hombres. Es posible que a muchos lectores todo esto les resulte delirante, pero en el fondo se ajusta absolutamente a lo que el feminismo está predicando.
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Por supuesto este discurso, que es el del feminismo, implica la pretensión de destruir a la mujer y convertirla en hombre. La mujer es una creación cultural que, despojada de todas las diferencias artificiales y regresada al punto inicial, volvería a ser hombre. Desde luego es una forma muy rara de defender a las mujeres. Pero las derivadas lógicas de su discurso tampoco es algo en lo que piensen demasiado las feministas. Más bien, como Irene Montero, se preocupan de lo que les pasa a las mujeres, o lo que dicen que les pasa a las mujeres, para utilizar esos sucesos con fines políticos y electorales. No se preocupan demasiado, o no se percatan de ello, de que su discurso implica la desaparición como categoría de las mujeres. ¿Qué es ser mujer? Para una feminista, ser como un hombre.
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Un comentario
El de Montero no es feminismo; es pseudo feminismo absurdo.
De todas formas, esos porcentajes aislados de datos complementarios no reflejan del todo la situación.
Si mueren más montañeros que montañeras, será porque hay mayor número de hombres que practican el riesgo. Del mismo modo habría que preguntarse cuántas víctimas hombres vivían en entorno violento, de extorsión, etc. No se debe contabilizar por igual la muerte de un delincuente habitual producida, por ejemplo en una pelea a navajazos, y el asesinato de un transeúnte al que robaron el móvil.
¿Se debe considerar arriesgado el dejar al novio/compañero? Por lo visto en ciertos casos depende del carácter del citado.