Pues yo, como VOX, también veo círculos por todas partes

El pasado jueves 16 de julio, festividad de Nuestra Señora del Carmen, tuvo lugar un funeral oficial y estatal en memoria de las «víctimas del coronavirus», en la matritense Plaza de la Armería, comprendida entre el Palacio Real y la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena.

Este acto, posterior tanto al funeral católico organizado la semana anterior como a una misa organizada también en la catedral previamente mencionada, a finales de abril, congregó a representantes políticos de autoridades de todos los niveles (autonómicas, comunitarias e… incluso globalistas) así como a la mayoría de la oposición parlamentaria. Los «reyes» también estuvieron presentes.

El estado de opinión tampoco ha sido ajeno a este asunto. La formación de derechas VOX no estuvo presente en esa «ceremonia», lo cual ha desatado una considerable polémica en las redes sociales, que se ha visto en aumento con posteriores publicaciones de algunos miembros muy activos del partido de Santiago Abascal.

El famoso Alonso DM, de Madrid, tuiteó una serie de imágenes a modo de comparación con la disposición de asientos en ese «funeral laico» que por muy desenfadada que fuera en cuanto a su combinación, no debe de estar muy lejos de la realidad, sabiendo acerca de la conexión de determinadas corrientes e ideologías con esa Revolución de subversión del orden natural divino.

Varias personalidades que, como nosotros, nadan a contracorriente, no necesariamente de VOX, coinciden en que puede darse por hecha la inspiración masónica. Eulogio López, director del diario Hispanidad, recuerda que el minuto de silencio sin connotación religiosa también tuvo orígenes masónicos, mientras que el bloguero Elentir habla del sentido fúnebre de la Cadena de la Unión de las logias.

En cualquier caso, no voy a centrar la argumentación a desarrollar en la esencia del círculo sin más, sino en el análisis sobre la connotación de este tipo de eventos y ceremonias. Por ahora, tengamos en cuenta que la masonería (sin descartar sus orígenes ingleses, basados en esa «masonería regular» de la que, en sus estudios, habla el profesor Bárcena) eclosionó con esa fase a considerar como madre de todo mal.

La masonería no entra en conflicto con el secularismo

Bajo riesgo de ser tildados de «conspiranoicos», hemos de recordar que los masones nunca han hecho nada que pueda disgustar al satanismo, a esos que rinden culto a esa abstracción que encarna lo que se puede considerar como «Estado moderno». La masonería siempre ha tratado de negar tanto a Dios como la ley natural cuya autoría se puede atribuir a este.

Su mindset se ha basado en una especie de racionalismo que nada tiene que ver con el recto uso de la razón defendido por Santo Tomás de Aquino (esta no tiene por qué estar desconectada de la fe), sino con una ausencia de principios morales intencionada y deseada, que ha dado lugar a las mayores atrocidades de la Historia.

Así pues, no solo no ha de sorprender que se pueden abrazar constructos de ingeniería social en los que basar el ecologismo, el multiculturalismo y la ideología de género, sino que, a la vez que se apuesta por el igualitarismo (positivismo vs. iusnaturalismo divino), se potencie el secularismo, la intolerancia laicista.

La Revolución aspira a una religión de Estado

Cualquiera sabe que España, a día de hoy, está gobernada por una coalición de socialistas y comunistas que es totalmente contraria a la tradición católica hispana (a lo largo de la historia han sido muy hostiles; recordemos el Terror Rojo de los años 30, en los que participó ese Frente Popular que tanto, pero tantísimo, les inspira).

Progresivamente, quieren asegurarse de que Dios no solo esté ausente del centro de nuestras vidas, sino del espacio público, lo cual va en contra de la historia, la sociedad y la tradición española (pese a que, bajo perspectiva sociológica, desgraciadamente, se esté originando una especie de suicidio cultural y espiritual bastante notorio, manifestado en nuestra alta pérdida de esperanza).

Se practica un negacionismo activo (por eso mismo se vulneran constantemente la libertad de ejercicio de fe y religioso de los católicos, así como su derecho a ser enseñados conforme a sus propias convicciones) que, como puede ser obvio a estas alturas, pretende anular toda esencia de la Catolicidad y, por ende, de la Hispanidad.

Así pues, del mismo modo que en su momento se «inventaron» los bautismos civiles (haciendo así una mofa absurda pero ofensiva hacia el primer sacramento, en el cual somos sumergidos de modo que resucitamos con Cristo y nos libramos del pecado original), también buscan acostumbrarnos a aquelarres laicistas y masónicos.

Pero no hay que limitarse a meras etiquetas ideológicas o intelectuales. La manera de organización de estos actos responde a la idea de la «falsa religión» de Estado que se quiere consolidar, culminada, por el momento, con el globalismo, y basada en loas artificiales de «laboratorio», contrarias a la ley natural, a Dios así como a la libertad que le es conferida al mismo ser humano.

Insisto en que el Estado, ente mediante el cual se pretende erosionar todo el orden natural divino, se nos quiere presentar como una «deidad material y abstracta», como una Providencia que no sería divina sino artificial. De hecho, el bien y la verdad son cuestiones encaminadas con el alcance y encuentro con Dios, por lo cual es fácil comprender que el estatismo tenga trasfondo demoníaco.

Ver o no ver círculos es lo de menos

Dejando aparte la discusión sobre las circunferencias y los círculos, sí que debería de quedar claro que hay un evidente trasfondo. Y VOX no se equivocó pues, en efecto, además, ese acto era propaganda a favor de la dictadura de Moncloa. Por lo cual, si hay algo que pedir a algún partido de estos, no es ni más ni menos que cuestionar más y más la intencionada «histeria colectiva inculcada».

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