Progresismo, pena de muerte, cadena perpetua revisable y caso Diana Quer

El caso de Diana Quer vuelve a poner sobre el tapete el debate sobre la cadena perpetua revisable. En la base de todo el debate sobre la justicia, la proporcionalidad, la reinserción, las penas y la peligrosidad se encuentra la cuestión de la responsabilidad del criminal. En este sentido caben dos opciones. O que el delincuente es dueño de sus actos o que no lo es. Hablamos además del delincuente particularmente peligroso y odioso, como es el asesino en serie, el terrorista o el violador.

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Si consideramos que el delincuente es responsable de sus actos, que por tanto realiza el mal porque quiere, porque así lo ha decidido, a sabiendas, contra toda la ayuda o la compresión que se le pueda haber prestado, entonces no hay motivo ninguno para no hacer cargar sobre él todo el peso de la ley y todo el justo castigo que permite y hasta exige su responsabilidad personal. Por otro lado, aceptar la responsabilidad personal del delincuente implica reconocer que por más charlas que le demos al criminal, por más consejos, por más terapias que realicemos, siempre podrá a pesar de todo decidir hacer el mal. El responsable en último término es él, no nosotros. Mejor entonces no invertir la realidad y no volvernos todos locos con esto.

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Si, por el contrario, consideramos que el delincuente no es responsable de sus actos, que es presa de una serie de pulsiones incontrolables que le llevan a matar o a violar sin que pueda poner freno alguno, sin que ni siquiera ya la moral sino el temor al castigo pueda ser un obstáculo, entonces con más razón aún hay que abrirse a la posibilidad de la cadena perpetua o incluso la pena de muerte. No es ya que estemos ante un sujeto que hace el mal porque quiere, aunque podría querer no hacerlo, y por tanto es un malvado que merece su pena, sino que estaríamos ante un sujeto que no tiene otro remedio que violar y matar guiado por fuerzas más allá de su control y su responsabilidad. Un sujeto así obviamente sólo queda encerrarlo o matarlo.

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Podríamos añadir aún al punto de vista de que el delincuente no es dueño de sus actos, sino una especie de máquina sin voluntad mal programada, o programada para el mal, que en tal caso si un tribunal o un psicólogo avala la puesta en libertad de un sujeto así habría que reclamar responsabilidades penales al tribunal o al psicólogo por los actos que pudiera llevar a cabo ese sujeto peligroso al que se deja libertad. La responsabilidad de los psicólogos o los tribunales sería como mínimo equivalente a la de la marca de coches que comercializa vehículos sin frenos o a los que les explota el depósito de gasolina. Si los criminales son una especie de robots sin voluntad programados para el mal y los tratamos como máquinas estropeadas en vez de como personas, o los psicólogos, jueces y políticos los retiran a una nave industrial abandonada, donde no sean peligrosos, o los eliminan, o en caso contrario, si los dejan en libertad sin estar reparados, que asuman las consecuencias de esa mala reparación.

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Aunque en el debate actual no se contempla la pena de muerte, tiene sentido incluirla en esta disquisición porque la principal razón para aumentar el apoyo a la pena más dura la proporcionan los partidarios de las penas más blandas. La otra cara de la reinserción es la reincidencia. La pena de muerte, desde cierto punto de vista, tiene al menos la virtud de evitar tres problemas: la fuga, la reincidencia y unos jueces o políticos tendentes a poner criminales en la calle al cabo de un corto plazo. La pena de muerte zanja estos tres problemas. Hay mucha gente que seguramente no sería partidaria de la pena de muerte si quienes argumentan contra ella no fueran del tipo por cuyas acciones u omisiones, véase por ejemplo la doctrina Parot, los criminales salen al poco tiempo a la calle. Podría citarse incluso en caso del asesino de Nagore Lafagge. Algunos colectivos se han escandalizado recientemente de que el asesino de Nagore ya esté en la calle. Algunos de estos colectivos, sin embargo, son los mismos que utilizan expresiones como “venganza judicial” para rechazar penas más duras. Por no citar a los que realizan ongi etorris a otros asesinos, aunque no queremos desviarnos del tema.

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La cadena perpetua, por su parte, cuenta a su favor con la ventaja de tomar en consideración la sentencia de Gandalf advirtiendo de que no hay que precipitarse en quitar la vida a nadie si después no vas a poder devolvérsela. Claro que Gandalf se carga bastantes criaturas a lo largo de la trilogía tolkieniana. De todos modos, contra lo que pudiera parecer, la cadena perpetua no entra en conflicto con la idea de la reinserción sino que es su complemento perfecto. Primero que la reinserción quizá se encuentra sobrevalorada, pero en todo caso el reverso inocultable de la reinserción es que no se puede sacar a la calle a gente que no está preparada para la reinserción. Por eso mismo tiene todo el sentido la cadena perpetua revisable como complemento de la reinserción. Si alguien no se endereza nunca, nunca tiene que salir a la calle. Lo que no se puede hacer, precisamente apelando a la reinserción, es poner a alguien en la calle por el mero paso de una cantidad de tiempo, al margen de si es reinsertable o no.

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3 respuestas

  1. Cadena perpetua (revisable o no), sí. Pena de muerte, no: nadie debería disponer de la vida de otro. Y aquí podemos enlazar con el tema del aborto, que es una pena de muerte encubierta para los más inocentes.

  2. Coincido con Cuenco. La pena de muerte no. Sólo Dios dispone de la vida de las personas. Y por supuesto esto incluye al aborto, un reo ejecutado con pena de muerte cuando su único delito fue no pedir venir al mundo.

    Cadena perpetua: Sí. no creo que haya tanta gente que se oponga a esto.

    Aquí de nuevo la doble moral de la izquierda a favor del aborto (condena a muerte de un inocente), que dice oponerse a la pena de muerte y a la cadena perpetua y luego están encantados con los regimenes como el chino, el norcoreano o el cubano. Siempre recordaremos aquellas frases del Ché Guevara en la ONU el 11 de diciembre de 1964: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando.“

  3. «… si un tribunal o un psicólogo avala la puesta en libertad de un sujeto así habría que reclamar responsabilidades penales al tribunal o al psicólogo por los actos que pudiera llevar a cabo ese sujeto peligroso al que se deja libertad». Pues sí señor, exigiendo avales a jueces y psicólogos antes de poner en libertad a determinados delincuentes, o responsabilidades en caso de que estos reincidan en el delito, creo que se avanzaría bastante en este campo; pero me temo que estoy hablando de poner el cascabel al gato.

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