Llama la atención en primer lugar la propia premisa de la campaña, basada en el mero planteamiento de un supuesto probable. ¿Por qué sólo probable? ¿Cómo de probable? ¿Según qué cálculo de probabilidad? En segundo lugar por la coletilla: “deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Esto nos sitúa ante una argumento de tipo utilitarista, que renuncia a la verdad del planteamiento en favor de su utilidad: si no crees, disfrutarás más de la vida. Paradójicamente, un argumento recurrente contra los creyentes es que si creen en Dios es sólo porque la existencia de Dios les hace más felices.
El origen del universo.
La idea de un creador se halla íntimamente ligada a la cuestión del origen del universo. Dios sería la causa de que exista el universo. El pensamiento ateo ha encontrado tradicionalmente alivio a este razonamiento en base al primer principio de la termodinámica: la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. En virtud de este principio, el universo cambia pero no tiene origen ni final. No se produce creación ni destrucción de energía. Esto de que el universo no tiene origen, y por tanto un momento inicial, tiene sin embargo sus inconvenientes. Porque si podemos retroceder eternamente en el tiempo sin encontrar un inicio, entonces hubiera tenido que pasar una cantidad infinita de tiempo para llegar al presente, por lo que nunca hubiéramos llegado hasta él. El universo, por tanto, no puede existir desde toda la eternidad. Claro que el concepto “tiempo”, íntimamente ligado con el de movimiento, puede no ser anterior al Big Bang, pero entonces nos encontramos con un momento inicial de las leyes de la física. Lo cual nos devuelve al principio del problema. Antes del Big Bang, a su vez, podría haber habido un Big Crunch, precedido a su vez por un Big Bang previo y así infinitamente. Esto nadie lo sabe, pero de nuevo volveríamos a enfrentarnos a la paradoja de que nunca hubiéramos llegado al presente. Salvo que el universo tenga un principio.
El universo material es incompatible con la libertad, y por tanto con la moral o la justicia.
Otro problema de creer sólo en un universo material, con principio o no, es el de que entonces resulta imposible creer en la libertad. Un universo material sólo puede ser causal o caótico. Ambos supuestos son incompatibles con la libertad. En un caso nuestros actos estarían dirigidos por el determinismo de las leyes físicas y seríamos meros autómatas. En el otro caso nuestros actos tampoco serían libres, sino que serían totalmente irracionales e impredecibles y estarían guiados por el puro azar. Sin libertad, y por todo lo anterior, es completamente imposibles atribuirnos la responsablidad de nuestros actos, por lo que lógicamente tampoco son posibles el bien y el mal, la moral ni la justicia. Da la impresión, sin embargo, de que incluso los ateos se comportan en general como si los seres humanos fueran libres y existieran la moral y la justicia. Anotamos por consiguiente un nuevo tanto para Dios.
¿Dónde va Vicente?
Lo que sin duda sí existe es la capacidad de influir (no determinar) el pensamiento de los seres humanos. En este sentido, en un contexto predominantemente católico o musulmán, es probable que muchas de las personas que se declararan católicas o musulmanas lo sean en buena medida por la influencia de ese contexto. Pero lo mismo sucede en un contexto predominantemente ateo o escéptico. Este no es propiamente un argumento sobre la existencia de Dios, pero sí sobre la existencia de más o menos creyentes. Es posible romper los esquemas de una sociedad pero requiere una cantidad extra de esfuerzo. Un esfuerzo innecesario en caso de limitarse a seguirlos. La cuestión es en qué tipo de sociedad vivimos. Cuál es nuestro contexto. Qué vemos en la tele y en el cine. Qué tipo de creencia exige menos esfuerzo. En fin, qué es lo que cree Vicente. O dicho de otro modo: qué es ahora mismo en la España del 2008 lo políticamente correcto. ¿Qué es lo que probablemente tienes que creer si quieres ser feliz?. No hace falta pensar la respuesta: está escrita en los costados de los autobuses urbanos.
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