¿Por qué se vacuna a las personas que ya tienen anticuerpos?

Una de las pocas cosas que sabemos respecto a la pandemia es que ponerle freno depende del número de personas vacunadas y del número de personas inmunizadas al haber pasado ya el virus. Otra de las cosas que sabemos es que tenemos prisa en detener la pandemia ya que además de seguir matando gente durante todo el tiempo que siga con nosotros afecta además gravemente a la economía. El tiempo es un factor clave. Siendo limitado además el número de vacunas disponibles, porque ni se han producido todavía las suficientes ni la logística de un proceso de vacunación permite vacunar inmediatamente al 100% de la población, resulta absolutamente esencial maximizar la eficacia en la administración de las vacunas. ¿Es esto sin embargo lo que se está haciendo?

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Las fases de la vacunación prevén en primer lugar que se vacune a los ancianos que se encuentran en residencias y al personal que los atiende, así como a los sanitarios que se encuentran en la primera línea de combate frente al virus. La pregunta es si tiene sentido abordar la vacunación de todo ese segmento de población sin hacer ninguna distinción. Las informaciones publicadas a partir de los estudios realizados, por ejemplo, apuntan a que tras la primera ola en Madrid estaban inmunizados más del 70% de los mayores que vivían en residencias y el 30% de sus cuidadores, al haber pasado ya todos ellos el virus y tener anticuerpos en su organismo. En tal caso, ¿qué sentido tiene ahora vacunarlos cuando faltan vacunas para muchos otros ancianos? ¿Se maximiza así el uso de la vacuna? ¿Van a morir mayores porque no tienen anticuerpos ni están vacunados mientras vacunamos a otros mayores que ya están inmunizados? No tenemos vacunas para todos, pero tenemos test para saber si tienen anticuerpos y establecer el criterio razonable de que los mayores sin anticuerpos a lo mejor deberían tener prioridad de cara a la vacuna frente a los mayores con anticuerpos.

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Los últimos estudios de seroprevalencia llevados a cabo muestran que alrededor del 10% de la población española ya ha pasado el coronavirus. Las diferencias entre comunidades son sin embargo notables a este respecto. Comunidades como Madrid muestran un 18% de población que ha pasado el virus frente a otras como Canarias, donde apenas se llega al 4%. ¿Hay que volver a inmunizar al 18% de los madrileños en vez de avanzar con el porcentaje de los que están totalmente indefensos? A lo mejor conviene vacunar también a los que ya han pasado la enfermedad, ¿pero tiene sentido que se les vacune incluso de forma prioritaria?

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En Navarra la consejera de Salud, Santos Induráin, llegaba a presumir hace sólo unos días de que la Comunidad Foral se encuentra “a la cabeza del Estado en cuanto a personas con inmunidad”. Entonces, ¿por qué no se tiene en cuenta esa población que ya tiene inmunidad a la hora de repartir las vacunas? Si Navarra tiene un 14% de población inmune, por ejemplo, tiene mucho más sentido vacunar a otro 14% y tener un 28% de población inmune que ponerse a vacunar a personas que ya son inmunes. Es casi como tirar vacunas en un momento de escasez y necesidad de vacunas. A lo mejor como la idea del pasaporte inmunológico no era progresista es que ahora ni saben quién es inmune.

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Por lo demás, como regla absolutamente general, las personas que ya han pasado la enfermedad son inmunes a volver a enfermar, al menos a corto plazo. En el mundo sólo se han dado unos pocos casos y en realidad se piensa que eran falsos positivos que después enfermaron de verdad, o viceversa,  más que auténticos positivos que han vuelto a ser positivos. En España entre millones de contagiados hay alrededor de una docena de casos dudosos. La cuestión es si más allá de poner pegatinas propagandísticas a las cajas de vacunas, incluso a escala europea, tenemos pilotando la nave a un equipo cualificado. A la vista de todo lo sucedido desde febrero, no podemos vivir confiados.

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