¿Por qué no hay ningún jugador que apoye a Marine Le Pen?

Mbappé se despachó hace unos días con unas declaraciones pidiendo el voto en las inminentes elecciones francesas contra Marine Le Pen. Mbappé seguía de este modo lo estela de otros jugadores franceses de la selección. Lo hacía además aprovechando la Eurocopa y una rueda de prensa de su selección pese a hablar a título particular. Mbappé no sólo pidió implícitamente el voto contra Le Pen sino que vino a decir que no llevaría la camiseta francesa con orgullo según cuál fuera el resultado electoral. Otros jugadores franceses se han adherido con posterioridad a las declaraciones al astro francés, incluyendo Robin Le Normand, el jugador de la selección española de origen francés.

Respecto a toda esta oleada de declaraciones hay que aclarar su naturaleza un tanto particular. No se trata de si los jugadores de fútbol pueden opinar de política o no, o de dónde y cuándo lo deben hacer, sino si pueden opinar libremente o si de hecho pueden no opinar. O sea, más que hablar de si los deportistas pueden tomar partido, lo que está ahora en discusión es si pueden no tomarlo. Por lo sucedido a Unai Simón queda en evidencia que el auténtico problema es que no se puede no tomar partido. Es obligatorio tomar partido y hacerlo en un sentido concreto.

A tener que tomar partido públicamente y tener que hacerlo en un sentido concreto deberíamos preguntarlos cómo llamarlo, pero desde luego a eso no se le puede llamar libertad. Irónicamente, se supone que son los defensores de la libertad los que imponen tener que opinar de una determinada manera y tener que hacer una profesión pública de fe. Cuando a los supuestos defensores de la libertad no se les puede distinguir de los talibanes a lo mejor es porque son unos talibanes.

A este respecto nos encontramos con la situación de que Marine Le Pen tiene opciones para convertirse en la próxima presidente del gobierno francés. O sea, que puede contar aproximadamente con el apoyo de medio país. Sin embargo, no hay ni un sólo jugador que haya mostrado su apoyo a Marine Le Pen. Naturalmente si lo hubiera habido le hubieran linchado. Es probable por tanto que haya jugadores y deportistas en general que vayan a votar a Le Pen, pero no pueden hablar porque no se atreven a hablar.

Esto nos conduce a una situación bastante paradójica. Se supone que los enemigos de la libertad, los extremistas y la gente peligrosa son los lepenistas, pero a quien la gente le tiene miedo en realidad es a los que se están oponiendo a Le Pen. La media Francia que apoya a Le Pen está aterrorizada, enmudecida, su única oportunidad de ser escuchada la va a tener, con suerte, el día de poder ir a votar. Lo que pasa es que es muy raro que los fascistas y los enemigos de la libertad sean los que viven aterrorizados y los “amigos” de la libertad sean aquellos a los que la gente tiene miedo y a los que no se atreve a llevarles la contraria. Al final a la gente hay que juzgarla por sus hechos y no por sus discursos. Sobre todo porque, por un lado, una cosa es ir de antifascista y otra no ser el auténtico fascista, porque a la gente ya no se le juzga por su discurso sino hasta por su silencio, y porque a menudo tampoco se le juzga por su auténtico discurso sino por uno que se les atribuye para descalificarlos. Naturalmente no hablamos de Francia, sino al parecer de lo que está pasando por todo el mundo.