Pol Victoria (1982) es un empresario y economista de orientación paleo-libertaria o, como él mismo considera, austrolibertaria. Es responsable y fundador del portal online Educación Económica así como criptoconsultor en la Escuela Austriaca de Kryptoeconomía.
Victoria, también licenciado en Economía y doctor en Filosofía Económica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ha sido autor de un libro de reciente publicación titulado El manifiesto austrolibertario.
Así pues, con motivo de su novedad bibliográfica así como de determinadas cuestiones de actualidad política y económica (o pertenecientes a debates que, se observen desde la perspectiva que toque, gozan de cierta relevancia), nos ha concedido la entrevista cuyo contenido se puede leer a continuación.
Todo apunta a que las Navidades finalizarán con un gobierno operativo, de extrema izquierda. ¿En qué medida cree que puede ser atroz para los españoles?
No soy pesimista en ese sentido, porque no considero que la extrema izquierda pueda hacer cosas significativamente peores que las que hacen los demás políticos. Empeoran las cosas un poco más que los demás, pero no hay tanta diferencia entre unos y otros. Pues casi todos los políticos y casi todos los partidos del mundo hacen parte del conglomerado de demolición de la civilización occidental. El enemigo no es la extrema izquierda solamente; el enemigo es la estructura entera, el Sistema imperante.
La Cumbre del Clima que se ha celebrado en Madrid ha sido una «tormenta de ideas» socialistas. ¿Cree que están por venir tanto más impuestos y subsidios como programas de regulación similares a Madrid Central?
Todo el movimiento ecologista mainstream hace parte de la órbita socialista. Al perder la batalla política y económica en el siglo XX, evolucionaron y mutaron para combatir de otra manera, ahora más en el plano cultural, y desde la cultura intentar volver a ganar en el terreno político y económico. No solo están por venir más impuestos y más subsidios. La situación es mucho peor que eso. Implantarán asignaturas obligatorias en el colegio para seguir lavándole el cerebro a los niños con más fuerza. En cierto sentido esto va más allá de una guerra cultural: es una guerra religiosa. Los progres intentan que su ideología sea una especie de religión, la religión del Estado, que se imponga a toda la población vía medios de comunicación, vía leyes, vía aparato jurídico y político, y cómo no, vía educación de los infantes, para que desde su tierna infancia se adhieran a sus dogmas pseudo-religiosos e incuestionables, y así no puedan salirse del «pensamiento único».
¿Suscribe la tesis según la cual la Unión Europea ha sido un cortafuegos a determinadas políticas de gasto de gobiernos como los que hemos tenido en nuestro país?
Sí podríamos ver las cosas desde ese punto de vista. Si no fuera por la Unión Europea, seguramente varios países, España entre ellos, se habrían aventurado a mucho más déficit y derroches en gasto público. De alguna manera la UE limita los excesos de los socialdemócratas y keynesianos. Pero eso no hace a la UE buena en sí misma. Algunas cosas están mejor dentro de la Unión Europa que fuera de ella, pero en general es un ente fundamental del Nuevo Orden Mundial y de toda la plaga socialista. Europa evoluciona hacia convertirse en el nuevo Soviet filocomunista.
¿En qué medida podrían ir sustituyendo las criptodivisas a divisas como el euro, la libra esterlina o el dólar norteamericano? ¿Por qué no son pocos quienes aún desconfían de las mismas?
Son muchos quienes desconfían de las criptodivisas por una razón, y sólo una: ignorancia. La desinformación que ha causado el Enemigo es descomunal, y no es raro para uno encontrarse con conocidos y amigos inteligentes, y hasta brillantes en general, y escucharles decir sandeces e «ignorantadas» sobre las criptodivisas. Cualquiera que esté bien informado sabe que las criptomonedas tienen unas ventajas enormes sobre las monedas fiat nacionales. No hay punto de comparación.
Pero su pregunta no es fácil. ¿En qué medida podrían ir sustituyendo las mejores a las peores? Bueno, en la medida en que vayamos ganando esta guerra. Por un lado se trata de la guerra de la información, o sea la guerra de la cultura. Y esa es una de mis actividades habituales. Sino todos los días, al menos todas las semanas estoy dando conferencias en distintas ciudades para informar a la gente sobre esta temática. Cuanta más difundamos una información veraz sobre las criptodivisas, más gente habrá con la conciencia de que debe salirse del Sistema e ingresar a la Kryptoeconomía, para su bien personal y para el bien de la humanidad. Cuantos más seamos los participantes en la Kryptoeconomía, más difícil le quedará al Sistema derrotarnos. Lo que me lleva al otro plano de esta guerra, además del cultural, el plano político. El Sistema lleva 10 años haciéndonos la guerra y tratando de que desaparezcan las criptomonedas, que pone en peligro, entre otros, a los gobiernos y a los bancos. La tecnología Blockchain hace que ya no sean necesarios ni los aparatos estatales ni la banca (además de muchas otras profesiones). Y ellos lo saben. No están dispuestos a soltar su control del pastel así tan fácilmente. Lo que pasa es que la tecnología DLT (y aquí incluyo blockchain, smart-contracts, y cualquier tipo de información descentralizada) va tan rápido y avanza a pasos tan agigantados, que todos los «cerebritos» contratados por la banca internacional y por los Estados aún no han podido descubrir cómo deshacerse de nosotros. Y, en mi opinión, nunca podrán.
¿Llegaremos a sustituir el dólar, el euro, etc.? No sé si llegaremos a sustituirlos por completo (también depende lo mal que lo hagan sus Bancos Centrales, y con lo socialistas que son, puede que sigan haciendo su trabajo cada vez peor). Pero como mínimo estaremos conviviendo, con amplitud de número, nosotros los «hijos de la descentralización» junto con los «hijos de la centralización».
¿Cree que el Estado del Bienestar ha propiciado el declive de fe y la mentalidad consumista de nuestra sociedad actual?
El Estado del Bienestar ha sido el directo provocador, en unos casos, y el cómplice acompañante indirecto, en otros casos, de casi todos los males de nuestra sociedad. El Estado del Bienestar es un cáncer social, porque ha destruido las instituciones civiles, sociales y morales de Occidente. En el caso de la fe religiosa no diría que fue el causante directo de que Occidente se descristianizara, porque hubo otras causas mayores, pero desde luego acompañó el proceso de secularización.
La mentalidad consumista sí está más causada por el Estado del Bienestar, al igual que la destrucción de la familia, del sentido de comunidad natural, de los lazos humanos que unían a los vecinos. Antes del Estado del Bienestar, el ahorro era una virtud importante, que la gente de todos los estratos valoraba, y que se enseñaba hasta en el seno de la familia. La mentalidad de ahorrar para las imprevisiones y casuísticas de la vida, y sobre todo cuando éstas no ocurrían con frecuencia, posteriormente llevaba a convertir ese ahorro en Capital: o sea en ahorro destinado a la inversión para la producción de más y mejores bienes y servicios. Esa es una de las causas fundamentales del progreso económico y bienestar que experimentó la humanidad en los últimos 200 años.
El Estado del Bienestar, en cambio, implantó la mentalidad parasitaria. Cuantos más años pasan en cualquier país donde se ha impuesto tal sistema, sus habitantes se vuelven más individualistas (en el mal sentido de la palabra), más egoístas, más alienados, más solitarios, más infelices, y también más perezosos, más vagos, más parasitarios. El Estado del Bienestar produce ciudadanos buenos para nada, que no tienen oficio ni beneficio, y que sólo estiran la mano para recibir gratis lo que creen que merecen por derecho. Y además de eso, como «Papi Estado» está allí para respaldarte en todas tus necesidades, ya no tienes que prever el futuro, u por tanto ya no tienes que ahorrar, porque siempre tendrás a «Papi Estado» para rescatarte. Por tanto, los que trabajan (y también los que no trabajan porque viven del cuento o del Estado) lo único que pueden hacer con su dinero es gastarlo, cuánto más y cuánto más rápido lo gasten mejor. Puro consumismo, mentalidad derrochadora, de comprar todo lo que no necesitan. Así perjudican el ahorro, y por tanto la inversión, y por tanto el progreso material. Es por esa razón, entre otras, que toda esta sociedad está a punto de colapsar, y también la razón por la que después de tanto progreso material producido en los últimos siglos, finalmente el Estado del Bienestar ha conducido ahora a un estancamiento generalizado, donde las grandes potencias del mundo casi han dejado de lograr hacer crecer su Producto Interno Bruto.
Recientemente, ha presentado un libro titulado El manifiesto austrolibertario (previamente mencionado), en el que expone, conforme a las enseñanzas austriacas, cómo se puede alcanzar una sociedad fuerte en detrimento del Estado. ¿Cree que estas ideas tendrían un encaje con el orden católico tradicional reivindicado por corrientes como la tradicionalista (carlista)?
Creo que el encaje es muy superior a lo que todos sospechan. Uno de los lemas del tradicionalismo político español siempre fue: «más sociedad y menos Estado». El subtítulo de mi libro El Manifiesto Austrolibertario es: «menos Estado y más sociedad». La alineación es por lo menos sugerente.
El tradicionalismo español (no el origen de sus ideas pero sí el movimiento político) del siglo XIX fue una reacción a la implantación de la Revolución Francesa en las altas instituciones del Estado español. El liberalismo (en el mal sentido de la palabra), el socialismo, el intervencionismo, el centralismo, el autoritarismo, y todos los males provenientes de Francia se estaban imponiendo desde arriba hacia abajo en España. El pueblo no quería aceptarlo, pero sus élites españolas afrancesadas y criadas en las logias másonicas lo imponían por la fuerza.
El movimiento político tradicionalista defendió en el siglo XIX (y en la primera parte del siglo XX donde todavía existió y combatió) a los pueblos frente al Estado, defendió las costumbres locales frente a las impuestas desde la capital, defendió al individuo frente al Gran Leviatán, defendió a las familias frente a la intervención gubernamental, defendió a las autoridades naturales frente a la artificialidad del Poder político, defendió la descentralización de la cultura y de las leyes frente al autoritarismo centralista, defendió los lazos humanos y las comunidades sociales frente a la disgregación y disolución y atomización impuesta por el Estado del Bienestar, defendió más sociedad y menos intervención estatal.
Creo que la convergencia entre el austrolibertarismo y el tradicionalismo político español es mucho mayor de la que se intuye a primera vista.
¿Por qué casi ninguna parte hispana de América Central y del Sur no ha alcanzado estándares sociológicos libertario-conservadores similares a los de Estados norteamericanos como Texas y Alabama?
Estados Unidos se fundó sobre doctrinas libertarias. Una parte de los súbditos de la Corona inglesa se rebelaron contra imposiciones políticas y contra restricciones económicas y abusos. La existencia de los Estados Unidos se debe a una mentalidad «libertarian» o «semi-libertarian».
No es el caso de los países hispanos. Su existencia se debe a rebeliones de egocéntricos y megalómanos que preferían ser reyezuelos de pequeños países que súbditos de un extensísimo reino unido español. La existencia de los actuales países hispanoamericanos nada tuvo que ver con la cuestión de la «libertad». Nadie se quejaba de no ser libres. El cuento de la libertad vino después como un lavado de cerebro masivo en esos nuevos países, que necesitaban justificar su existencia artificial. Tenían que inventar un mito, que era haberse «liberado» de una opresión inexistente. Pero la realidad es que cuando llegó la opresión fue precisamente cuando hicieron secesión de España. Esos megalómanos se volvieron dictadores y abusaron de sus propios pueblos. Los países hispanoamericanos, por tanto, estuvieron desde el inicio sometidos y acostumbrados a la no libertad política ni económica.
El país del norte tuvo la libertad como principal eje verdadero de su emancipación, y logrando mayores cotas de libertad, el pueblo se impregnó de esa aspiración a la libertad desde sus inicios, y hoy todavía se respira ese anhelo. Los países hispanos, al contrario, perdieron cotas de libertad al emanciparse, y por tanto no se vivió tanta cultura libertaria en sus orígenes, y por tanto hoy día no anhelan tanto la libertad como sus vecinos norteamericanos. Esa es la razón por la que los que se mantuvieron conservadores morales en Estados Unidos también acogieron la libertad económica, y muchos de los que se mantuvieron conservadores morales en Hispanoamérica rechazan la libertad económica.