En teoría, España tiene un régimen político basado en una democracia liberal. Los representantes políticos son elegidos por sufragio universal, resultando la configuración del poder ejecutivo de lo que previamente pacten determinados bloques de las cámaras legislativas.
También se establece que existe una separación de poderes de inspiración mountesquieuana, en el texto de la Constitución Española. Esto, como bien sabido es, no existe en la práctica, por lo menos, dada la politización, que no es extrínseca al juego de la partitocracia imperante.
No obstante, no será ese tanto el incumplimiento práctico en el que vayamos a centrar la redacción de esta columna de análisis político. La cuestión estriba en si es aventurado o, más bien, incorrecto, afirmar que se está poniendo en práctica un prototipo de régimen dictatorial en España.
Ascenso al poder por vías democráticas y legales
Para recordar, en 2018, Pedro Sánchez consiguió alcanzar la poltrona del Palacio de la Moncloa de una manera legal pero ilegítima (no hubo un previo «mandato poblacional» en su favor). Vio cumplido su perseverante deseo gracias a la colaboración de todas las fuerzas que componen el Frente Popular (PODEMOS y todas las fuerzas nacionalistas periféricas).
Mientras, en el año 2019, en un segundo intento electoral, ya en otoño, no solo consiguió, una vez más, sumar con PODEMOS y otras formaciones del nacionalismo periférico, sino reeditar la fórmula frentepopulista del siglo XXI (todo comenzó con una inminente reunión, resultante en una suscripción de un decálogo de puntos y un escandaloso abrazo).
A priori, no habría habido un fraude electoral similar al que en su momento se dio en países como Bolivia y Ecuador. Su llegada al poder fue posible tanto gracias a quienes le votaron como al respaldo e interés de otros bloques que hicieron realidad su sueño (ya saben que en España no existe ningún sistema de elección directa ni de circunscripción uninominal de distrito).
Así pues, podemos decir que la llegada al poder (bueno, su ascenso, por decirlo de otra forma), por parte del esposo de Begoña Gómez, ha sido posible gracias a la democracia. Ahora bien, ¿en qué tanto encaja la realidad con el supuesto de Erik von Kuehnelt-Leddihn, según el cual, la democracia servía como vía de ascenso para el totalitarismo?
¿Consolidación dictatorial y totalitaria por anestesiología social?
Podríamos decir que Pedro Sánchez es un ejemplo de ese ascenso del totalitarismo al poder por vías tanto democráticas como extremadamente propagandísticas, aplicando cierta anestesiología sobre la población.
?— Ángel Manuel García Carmona (@GarciaCarmonaAM) May 2, 2020
Nadie se podía esperar nada positivo de un gobierno de coalición de extrema izquierda, en el que, en mayor medida, incrementarían la presión fiscal y la deuda, a la par que se avanzaría a mayor velocidad con el desarrollo de la agenda de las ideologías de la cuarta fase revolucionaria (multiculturalismo, ideología de género…), el laicismo y la cultura de la muerte.
Ninguna de las medidas que se han anunciado a lo largo del año ha fomentado el más mínimo margen mayor de desenvoltura libre de los ciudadanos. Pero es que la declaración del Estado de Alarma les ha venido como un anillo al dedo en cuanto a la consecución de sus planes intervencionistas y de acaparamiento de poder.
Ya se sabe que, en base al mismo, se han reforzado los poderes en torno al presidente, se contempla la intervención de industrias y la alteración de la cadena de distribución, se ha vulnerado la libre circulación de los ciudadanos, se establecen regulaciones que son detonantes para familias y empresas, se ha empezado a valorar alguna que otra expropiación…
Pero es que están eminentemente empeñados en mantener el Estado de Alarma, justificando la nueva solicitud de prórroga en la «inexistencia de un plan B». De hecho, aunque solo sea por temor a la catástrofe económica (y si acaso, también su preocupación ante la amenaza de censura en redes sociales), no son pocos ya quienes, en la derecha, no son tan partidarios del confinamiento.
Cabe reafirmarse en que el COVID-19 ha dejado una evidencia socio-política, basada en el hecho de que la sociedad española es una de las que, a nivel continental, está más afectada por la «falsa inseguridad» y tiene más recelo a eso de la responsabilidad individual y social. De hecho, salvando lo de la cacerolada , las salidas de tarde a aplaudir a los balcones denotan mucho aborregamiento.
Pero es que, dejando aparte tanto la progresiva renuncia a la Divina Providencia como esa actitud genérica de inconsciencia del problema del sistema, del gobierno, del artificio luciferino conocido como Estado, podemos decir que el aparato propagandístico gubernamental está exprimiendo toda posibilidad, recurriendo a buenas sintonías, shows para niños y muchas animaciones con dibujos.
Con ello, aprovechando también puntos de mentalidad, se está incurriendo en una especie de anestesiología social (y es que, mientras que no opongamos resistencia y reaccionemos como es debido, seguiremos teniendo las de perder) que tiene sus efectos. Ahora bien, preparando la parte concluyente del artículo, ¿cuáles han sido estos?
Sin darnos cuenta (incido en que no conviene ignorar que, por otro lado, a nivel global, se busca reforzar tanto el papel de la banca central como el desarrollo del Estado Único Global), los españoles estamos sometidos a un ensayo social parejo a uno de corte dictatorial. Sin «revoluciones armadas», estaríamos ante una especie de dictadura posmoderna, en la que la libertad se verá cercenada no solo en materia económica.
2 respuestas
España nunca ha tenido nada basado en la democracia liberal.
No hay representantes políticos elegidos por sufragio, sino aprietabotones de partido elegidos por la cúpula y tan solo refrendados en las urnas.
Tampoco se establece en ninguna parte de la carta otorgada del 78 que haya separación de poderes de inspiración montesquieuana. Aquel se refería a la separación entre legislativo y ejecutivo, inexistente en un régimen donde el ejecutivo es nombrado por el legislativo.
Por lo tanto, la deriva al totalitarismo de un régimen que no representa a los ciudadanos y carece de separación de poderes es algo prácticamente inevitable, no depende de quien ocupe el gobierno.
No es Sánchez, es el régimen de partidos.
Como muy bien indica De Navarra, nunca ha habido democracia en España, ni ciudadania ni ciudadanos. Hemos sido subditos que votan, y la unidad básica del Estado es el cortijo. Seguimos arrastrando el caciquismo y las banderias , y nuestro pais es propiedad de unos partidos cuyos lideres actuales e historicos tendrian que estar en la carcel, desde el zangano de Iglesias al vago de Abascal, con los Gonzalez, aznar y demas sanguijuelas.
¿Es nuestro pais una dictadura?: SI
¿Que la hace posmoderna? Que las armas son las tertulias y las coloridos platós de una television que mezcla perfidamente contenido pop , carne joven e deologia en vena y una prensa que ha renunciado al papel que la hace imprescindible para la democracia real: La informacion veraz y la denuncia de los abusos del Poder. .