No obstante hacer derrotado a los romanos en la Batalla de Asculum (279 a. C.), el griego Pirro, hombre realista como pocos, exclamó “¡Otra victoria como esta y estaré vencido!” Por lo visto, la oposición en México carece de gente con el criterio del rey de Epiro. Pero los más optimistas no eran los líderes políticos acostumbrados a sonreír para las cámaras y mentir para quienes quieran creerles. El optimismo estaba en los organizadores de los comicios, un grupo de burócratas -que llegaron ahí de los ambientes universitarios- que, con un presupuesto bastante generoso, regentean al Instituto Nacional Electoral (INE). Con un entusiasmo de críos antes de salir de vacaciones se jactaban de una participación ciudadana entre el 51.7 al 52.5 por ciento del padrón electoral. Eso, en realidad, es (en números redondos) casi un 50% de abstención. Si bien es cierto que las elecciones en México, cuando no está en juego la silla presidencial, suelen tener menor convocatoria, no se debe de perder de vista la cuestión de fondo.
México tiene un régimen federal, que ha sido diseñado a imagen y semejanza del de los Estados Unidos de América. La Cámara de senadores representa a los estados y la de diputados a la población. Lo toral el pasado 6 de junio (curiosa fecha, como el día D de 1944 en Normandía), fue la renovación de la Cámara baja. Hay dos razones de mucho peso. Primero, los diputados controlan al Presupuesto de Egresos de la Federación, segundo, para reformar la Constitución se requieren 2/3 de los miembros de ambas cámaras. López Obrador había manejado el presupuesto sin control alguno, y nadie se fía de que no intente reelegirse en 2024, pero, para ello, necesita de la reforma constitucional respectiva. La Cámara de diputados debía ser un dique para evitar lo que sucedió en Venezuela, Bolivia y Ecuador con personajes como Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, respectivamente.
Con una inusual sonrisa, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova (su padre fue militante de izquierda, y él también), el Movimiento de regeneración nacional (Morena) tuvo entre el 34.9 y el 35.8 por ciento de la votación. El centro derechista Partido Acción Nacional (PAN) consiguió entre el 18.5 y el 19.3 por ciento; el camaleónico Partido Revolucionario Institucional (PRI), 17.8 y 18.5 por ciento; el moribundo Partido de la Revolución Democrática (PRD), entre el 3.5 por ciento y el 3.9 por ciento; el Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM), entre 5.5 y 6 por ciento; el Partido del trabajo (PT), entre 3.1 y 3.5 por ciento; y Movimiento Ciudadano (MC), entre 7.1 y 7.5 por ciento. Es cierto que Morena tenía 253 curules (en México los escaños son para el Senado), es decir 50.6% de la cámara baja. Perdió, por tanto, un 15 %, pero para eso están los aliados como el PVEM y el PT. La incógnita es MC, que se define como social demócrata. López Obrador sabe negociar, y suele persuadir, por las buenas o a la mala. Así que la moneda está en aire. No será una legislatura tan dividida como se ve a priori.
Para modificar la Constitución también se requiere del voto de la mayoría de las legislaturas locales. 15 estados estuvieron en la contienda, Morena, hasta el momento, triunfó en 10. El número mágico para una reforma constitucional son entre 17 y 19 estados. La moneda también está en el aire. Si se hacen bien los números, el optimismo y sonrisas de ciertos comunicadores y políticos de oposición son difíciles de comprender. Hoy mismo (lunes 7 de junio) se publicó en el Diario Oficial de la Federación la prórroga de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia (el tribunal supremo de México) en la persona del dócil ministro Arturo Zaldívar. Mientras unos celebraban la victoria Pírrica, López Obrador seguía con su proyecto. En 2024 el más alto tribunal de México puede declarar constitucional la “prórroga” o posible reelección del actual titular del Poder Ejecutivo. En tal nación Montesquieu no ha muerto, como diría Alfonso Guerra, aquí simplemente ni siquiera vio la luz.
Coincidencias del destino que las elecciones en México hayan sido celebradas un 6 de junio. Pirro bien podía haber estado observando con prismáticos, junto al general Bradley, cómo eran masacrados miles de soldados estadounidenses en Normandía, en espacial en la playa denominada Omaha. Hollywood ha vendido un triunfo espectacular aquel día D de 1944, hasta que Spielberg reprodujo en Saving private Ryan la realidad. Recuérdese, además, el tiempo perdido por Montgomery en Caen. La victoria sólo llegó cuando los aliados unificaron estrategias y tácticas. Eso espera a México en los próximos tres años, porque el 6 de junio no se tomó la cabeza de playa.