Las negociaciones comerciales con el Reino Unido derivadas de su salida de la Unión no parecen haber dejado bien parado al sector pesquero gallego. Es normal, y pienso que culpar a los negociadores, si bien puede ser la primera respuesta instintiva, no aporta gran cosa al debate. Lo que hicieron es lo que haría cualquier negociador en su situación.
Supuestamente, tienen el encargo de defender los intereses de la UE y buscan negociar de modo que se obtengan los mejores intereses para para el conjunto, sacrificando, a cambio, aquellos intereses o industrias que serían menos relevantes. Ya esto sería injusto, pues laminaría sectores enteros que no tienen culpa de ser menos importantes de la UE, pero más aún si tenemos en cuenta que no siempre son los sectores económicamente más relevantes o los que más puestos de trabajo generan los que se benefician de la negociación, sino aquellos que tienen una mayor capacidad de presión política en las altas esferas de la Comisión Europea. Quien observe el funcionamiento de las políticas de la UE puede decantarse de que la influencia de los complejos armamentísticos o de las industrias «verdes» es superior a la del textil o la de los sectores de la agroalimentación, a pesar de ser estas últimas tanto o más relevantes a nivel económico. Pero los negociadores son escogidos por estas cualidades y saben lo que deben hacer, sin maldad por su partes.
Es la propia lógica de funcionamiento de este gran ente centralizado la que la lleva a funcionar así. Varias veces hemos criticado los males de la centralización política del Estado español como para no criticar los de una entidad con un potencial centralizador mayor y, por lo tanto, con una capacidad de tomar decisiones potencialmente lesivas y a mayor escala. Así, las negociaciones se centran en los sectores «más relevantes», sin decir quiénes son (casi siempre, los sectores más poderosos, políticamente), dejando «escamas» como la pesca como moneda de cambio. Lo que acontece es que lo que son escamas para los miembros de la Comisión y los negociadores no lo son para las comunidades que viven directa o indirectamente de ellos, que pueden quedar desmanteladas como resultado de resultado de negociaciones «racionales», sin garantizar mejoras. Ninguno puede asegurar que estas decisiones centralizadas tengan que ser las adecuadas ni que no se tenga que apostar por sectores y que no se está apostando por sectores perdedores, abandonando sectores que a día de hoy tienen potencial de futuro. Y esto es más fácil que acontezca dado que la propia lógica de la centralización lleva a tomar decisiones con una información simplificada, sin conocer las realidades concretas de los sectores con los que se negocia.
La sensibilidad de los negociadores llevó al maltrato de la propia ciudadanía para ganar posiciones. No se dudó en usar camioneros como rehenes de los poderes europeos para negociar y culpar al Brexit, como si no se hubieran tomado medidas iguales en el mes de marzo, dentro del propio espacio europeo. Pero a los poderes europeos, todo esto les queda lejos, pues la distancia y la falta de responsabilidad democrática les lleva a no tener la más mínima consideración con su ciudadanía, más aún si es periférica. Están muy ocupados, mutualizando la deuda entre los aplausos de los que pronto serán sometidos por ella.
Feliz Año Nuevo.