Vivimos en un momento en que preguntar cualquier cosa o cuestionarse cualquier cosa genera un sentimiento de miedo a las represalias sociales y mediáticas. Hace un año no había que cuestionarse que no había ningún peligro con el lejano virus chino del que se hablaba, incluso después que llegara a Italia. Tampoco había que cuestionarse que era una bobada comprar mascarillas. Los mismos que represaliaban social y mediáticamente a quienes se preguntaban aquello hace un año, ahora son los grandes inquisidores contra quienes aún siguen confusos por unas informaciones oficiales (las únicas, se insistía, de las que había que fiarse) que casi la mitad de la pandemia estuvieron diciendo una cosa y después la contraria. Muchas personas, viendo además cómo el gobierno aprovecha la pandemia para expandir su poder, se pregunta si estamos en un escenario en el que el gobierno aprovecha la pandemia para recortar derechos o en uno en el que, directamente, se inventa la pandemia para empezar a implantar la tiranía. En cualquiera de los dos casos salta a la vista que estamos en un mal escenario. Muy legítimamente, por tanto, muchas personas se preguntan sinceramente cuántos muertos hubo en el año 2020 y cuántos en el 2019, cuestionando si la pandemia no será un montaje a través del cual se le endosan al coronavirus todas las muertes naturales de ancianos, las de la misteriosamente desaparecida gripe, o las de cualquier otra causa de fallecimiento.
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Abonando la confusión, ha sucedido en algunos momentos que los datos de fallecimientos de algunos meses del año pasado resultaban inferiores a los del año anterior, incluso con cifras oficiales. ¿Dónde estaba entonces la pandemia? ¿Cuál es la verdad?
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En general, según apunta el propio INE cuando publica las últimas cifras de fallecimientos, hay que ser prudente porque la letra pequeña de los informes advierte que se trata de datos provisionales, que se van revisando al alza a lo largo de los meses siguientes. No obstante, teniendo en cuenta que llevamos muchos meses de pandemia, consultando las cifras del INE ya podemos llegar a algunas conclusiones bastante incontrovertibles. La siguiente gráfica, por ejemplo, muestra la curva de fallecimientos de 2020 comparada con los fallecimientos de los años anteriores. Puesto que los datos de 2020 aún no son del todo definitivos, seguramente la diferencia entre la curva de 2020 y los años anteriores todavía se ampliará conforme la lenta burocracia estatal revise todos los datos, pero en cualquier caso ya se aprecia con bastante claridad en las estadísticas oficiales el exceso de mortalidad de 2020, así como que el momento en que este exceso de mortalidad se empieza a apreciar de forma abrupta es a partir de marzo del año pasado.
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La conclusión para quien se hace una pregunta de sentido común como la de si hay una apreciable diferencia de muertos entre 2020 y los años anteriores es que sí la hay. Esto ya se puede apreciar claramente en las cifras oficiales, aunque aún sean provisionales, en la web del INE. A partir se de esas cifras no sólo se vislumbra la magnitud del exceso de fallecimientos sino también el momento en que comienza a dejarse ver ese exceso. Como dato complementario, siquiera indiciario, podríamos acudir también al del número de pensionistas, ya que los mayores son el colectivo que padece la inmensa mayoría de los fallecimientos.
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Otra dato que hace tiempo viene ofreciendo una clara lectura sobre la incidencia de la pandemia es el MoMo, el Sistema de Monitorización de la Mortalidad con los datos de los registros civiles de toda España. Se trata de uno de los indicadores más fiables porque en los registros civiles se tienen que anotar todos los fallecimientos a todos los efectos jurídicos. El exceso de mortalidad que se observa en la gráfica de los datos del MoMo y su anormalidad resulta bastante obvio, incluso espectacular en la primera ola, por lo que atendiendo a cualquiera de las fuentes y cifras referidas, más allá de los cambios que puedan corresponder a la actualización final de algunos datos provisionales, la incidencia de la pandemia parece bastante clara y en cualquier caso que cada cual analice los datos y saque sus conclusiones. Lo curioso es que no sea el gobierno el primero que de más publicidad a estos datos, claro que las cifras resultan bastante comprometedoras para el gobierno porque ofrecen un número real de fallecimientos muy superior al que reconoce oficialmente como tales víctimas de coronavirus. O sea, el gobierno no está exagerando el número de muertos para inventarse una pandemia, sino que más bien lo está minimizando. A su vez, seguramente esto lo hace porque computando todos los muertos, al menos hasta ahora, siempre hemos sido el país con más muertos por habitantes del mundo.
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La pandemia es real y tiene su correspondiente reflejo en las estadísticas
Como colofón podría añadirse que al menos sí que existen dos apartados en los que se aprecia un descenso de la mortalidad respecto a años anteriores: los accidentes de tráfico y la gripe. En ambos casos, se asume que los notables descensos se deben al uso de mascarillas, geles hidroalcohólicos o medidas de distanciamiento, o a los diversos toques de queda y confinamientos. En algunos meses concretos, particularmente tras la salida del confinamiento domiciliario en verano, la mortalidad sí que estuvo en línea o incluso por debajo de los años anteriores. Pese a estos descensos, la cifra total anual sube muy significativamente por la severidad de la pandemia, especialmente en los meses coincidentes con la cresta de una ola de contagios.
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https://www.ine.es/experimental/defunciones/experimental_defunciones.htm