El caso es que, si alguna palabra podemos utilizar para describir la actual situación, es precisamente la de conundrum. Tenemos una serie de hechos objetivos, como son la crisis del sector inmobiliario y la crisis aparejada de las hipotecas subprime. A través de la titulación de estas hipotecas, la enfermedad ha ido extendiéndose por todo el tejido financiero, y así nos colocamos a las puertas del auténtico problema, aunque difícilmente medible: la crisis bancaria, el credit crunch. Nadie presta a nadie porque nadie se fía de nadie. La confianza se agota porque es casi imposible saber quién y hasta qué punto está contaminado, y el crédito se seca. Y al secarse el crédito, la economía se enfría. O se enfriará, inevitablemente. La cuestión es cuándo, cuánto y cómo nos afectará, pero eso es un conundrum. Por eso la fed baja los tipos de interés, el euribor amplía su diferencial con los tipos oficiales que marca el BCE y los grande bancos centrales acuerdan medidas conjuntas para inyectar liquidez y, de paso, apoyar al dólar.
En análisis pasados, hemos señalado que el eslabón débil en este momento son las promotoras. Es, previsiblemente, el punto por el que estallará la crisis en España y en Navarra. Hemos encontrado una gráfica interesante que relaciona los ciclos económicos en los EEUU con la evolución del sector inmobiliario. En la parte superior, observamos la evolución de la cifra de viviendas unifamiliares construidas. En la parte inferior, se refleja la variación anual en el porcentaje de viviendas construidas.
Salvo en la recesión del 2001, que se produjo a pesar de la solidez del sector inmobiliario en aquel momento, la correlación es bastante clara, por desgracia. La recesión en los EEUU, como suele ser habitual, se contagió a los pocos meses a casi todas las economías europeas. A excepción de la española. La cuestión es si, en aquella ocasión, fue precisamente la excepcional pujanza del ladrillo lo que mantuvo nuestro crecimiento, y si lo que en aquella ocasión era nuestra fuerza, en este momento es precisamente nuestra debilidad.
En este sentido hemos tenido estos días un par de noticias preocupantes. Primero de parte de Bestinver: “Para los próximos años somos bastantes negativos. España ha vivido un milagro económico en los últimos diez o doce años fomentado por una expansión crediticia sin precedentes que ha convertido a España en el segundo mercado del mundo en construcción de casas, y eso es absolutamente insostenible”. Bestinver calcula que de las 800.0000 ó 700.000 viviendas que se construyen al año durante los últimos tiempos, se pasará a un nivel debajo de las 500.000. “En términos de actividad, va a haber una destrucción de empleo importantísima porque el sector de la construcción de forma directa e indirecta es prácticamente un 25% del empleo en España”. El grupo de las principales inmobiliarias españolas, conocido como G-14, reconoce que la venta de pisos ha caído más del 30% desde agosto, espera que el precio de la vivienda caiga o se congele, y teme que el sector destruya unos 400.000 empleos en 2 años.
Es evidente, de cumplirse estas previsiones, que mucho tendría que crecer el resto de la economía española para compensar este impacto y todavía ofrecer un balance positivo. En cualquier caso, el sufrimiento de la economía en mayor o menor grado parece garantizado.
El miércoles se celebró en Pamplona una conferencia organizada por el Foro de Empresarios de Navarra, a la que asistió como invitado el profesor del IESE Antonio Argandoña. En dicha conferencia se repasaron muchos de los aspectos que aquí se han comentado y, aunque sin diagnósticos apocalípticos fuera de la realidad, los ponentes dibujaron un cuadro de crisis, incertidumbres y problemas. Un conundrum.