Sabido y altamente previsible era que el nuevo ejecutivo socialista, presidido por Sánchez Castejón, reforzaría el corte «progre», izquierdista y liberticida de todas aquellas políticas con las que el Partido Popular (PP) incurrió en traición ideológica de sus principios fundacionales.
Una de estas cuestiones guarda relación con el totalitarismo de género, en base al cual se busca dar lugar a una lucha de sexos y a la destrucción de la familia natural, a costa de nuestras libertades (recordemos que hablamos de unos postulados de corte marxista).
Pues bien, si en base al feminismo y el homosexualismo ya se había aprobado la tramitación de una ley nacional que refuerza el corte totalitario de las autonómicas, aparte de los ingentes regueros de subvenciones, el pasado viernes, el Consejo de Ministros acordó oficializar el 28 de junio, Día del Orgullo LGTBI.
Sí, esa misma festividad cuya oposición de conmemoración conlleva, al menos, una reprobación por vías de presión, por parte de esos lobbies de género y sus aliados partidistas y asociacionales, en base a la intimidación y el señalamiento, tildándote de «homófobo».
No pocos prefieren «no atreverse» a criticar las escenas bien blasfemas u obscenas (exhibicionismo, por ejemplo) que se pueden observar en más de un desfile de estos; ni siquiera los problemas acústicos que afectan a muchos vecinos durante estas celebraciones festivas.
También hablamos una ocasión a la que no solo responde el mainstream político y mediático con las banderas arcoíris, sino buena parte de las multinacionales y grandes empresas, entre las cuales figuran las automovilísticas, tecnológicas y textiles.
Ahora bien, nunca se ponen tanto interés en recordar a los cristianos perseguidos en Oriente Medio ni en colocar muestras propias de otros eventos tradicionales como podría ser la Semana Santa. Pero claro, nada de eso forma parte de los intereses de esta dictadura silenciosa que trata de imponerse en Occidente.
Dicho esto, uno puede concluir que esta declaración de oficialidad tan solo responde al ansia de convertir el estatismo, con los componentes del marxismo cultural, en una especie de credo oficial. No todos los homosexuales y mujeres secundan la ideología de género, aunque quieran silenciarlo.