No es personal, pero Sánchez no puede seguir siendo presidente un segundo más
Sería alentador poder llegar a una conclusión más suave, pero la verdad no siempre resulta tranquilizadora. Pedro Sánchez es un peligro para la democracia y no debe permanecer un segundo más en el poder. Cada segundo más que pasa en el poder la libertad peligra, las instituciones se deterioran.
Es curioso cómo funcionan el sectarismo y la adhesión inquebrantable al líder, cómo se justifica en los propios lo que se consideraba intolerable en los otros. Desde el principio hemos mantenido que la situación de Begoña Gómez, ya sólo desde el punto vista ético y estético, no puede ser defendida. No puede ser que la mujer del presidente del gobierno se dedique a captar fondos del gobierno para terceros. Es como operar sin esterilizar el material. Es como ir en moto sin casco. Es como pintar el techo sin poner papeles en el suelo. Es crear las condiciones perfectas para la corrupción y después esperar que no la haya. Es poner todo bajo sospecha y esperar que después no haya sospechas de corrupción y amiguismo. Si quieres evitar la corrupción y el amiguismo, no bajas las exigencias para evitarlas al mismo nivel que firmaría alguien que quisiera aprovechar su posición para practicar la corrupción y el amiguismo.
No es que la mujer del presidente tenga que quedarse en casa sin hacer nada viendo culebrones por la tele. No habría problemas si Begoña Sánchez fuera violinista o piloto. Pero la mujer del presidente, la presidenta como parece que la llaman, no puede ser una conseguidora de fondos del gobierno. No puede dedicarse a recomendarle empresas al gobierno que preside su marido. Como poco es todo totalmente imprudente, ilógico, antiestético y antiético. Es además sospechoso. Pero es que además puede que sea ilegal. ¿Cómo de lejos ha ido Begoña Gómez bajo este marco tan imprudente y anormal? Eso es lo que está investigando el juez y las cosas para doña Begoña no pintan del todo bien. De todas formas no es optativa una reforma de su estatus sea lo que ha hecho legal o ilegal. La única diferencia es que si esa reforma no se hace por obligación tendría que hacerla por sentido de la ética, por estética y por sentido común.
Pero no es esto lo más alarmante de todo. Si Pedro Sánchez o su mujer fueran corruptos no serían un grave peligro para la democracia. Es malo ser corrupto, pero hay cosas peores y más peligrosas que un político corrupto. Ser corrupto es peligroso para el presupuesto, pero no tanto o tan directamente para la democracia. La forma más peligrosa de ser corrupto para la democracia es la compra de diputados, pero en este sentido no es muy diferente cambiar 7 votos por un maletín que por una amnistía. Y así y todo ni siquiera por esto es tampoco Pedro Sánchez tan peligroso.
Los actos de Begoña Gómez la han puesto delante de un juez y eso inevitablemente es noticia. ¿Cuál ha sido sin embargo la reacción de Pedro Sánchez? Arremeter contra la justicia y contra los medios. Es más, empezar a hablar de leyes que permitan al gobierno nombrar a los jueces a su gusto o censurar a los medios incómodos con el poder. Esto sí que es un gran peligro de verdad para la democracia. Los simpatizantes del sanchismo, sin embargo, apoyan a Sánchez y sus pretensiones alegando el desgaste personal de que su mujer tenga que responder ante la justicia o que eso sea portada en los medios. No se dan cuenta de que es justo al revés. Precisamente por estar siendo juzgada su mujer y por ser portada su mujer es por lo que Sánchez es el último que puede encabezar una reforma de la justicia o de las leyes relativas a la libertad de expresión. Ningún presidente podría comprometer la independencia de la justicia o recortar la libertad de expresión sin convertirse en una amenaza para la democracia, pero mucho menos aún uno que está particularmente interesado en colonizar la justicia o recortar la libertad de expresión porque su mujer está siendo investigada.
Pedro Sánchez no puede, no debe, seguir un segundo más en el poder porque su situación personal convierte en sospechoso todo lo que haga a partir de ahora, porque su situación política y la situación procesal de su mujer le empujan a cometer excesos que podrían poner en peligro la democracia y la libertad, y porque además ya va anunciando que puede haber caído en esa tentación de recortar la democracia por una motivación personal. No puede ser presidente alguien al que, por su situación política o por la situación procesal de su mujer, le estorban la independencia de la justicia y la libertad de expresión, y que además está anunciando en su situación medidas contra la independencia de la justicia y contra la libertad de expresión.