“Para qué queremos a Dios si tenemos a Greenspan”.

¿Ortodoxia capitalista neoliberal?

Un credit crunch es el reverso tenebroso de un credit boom, da igual el punto concreto por el que haya reventado la burbuja. Y difícilmente se puede sustraer el origen del credit boom a los niveles de los tipos de interés establecidos por la Reserva Federal americana. La siguiente gráfica (con datos obtenidos de Freddie Mac, para más INRI), muestra el espectacular descenso de los tipos de interés, reflejado en el de las hipotecas, en los últimos 25 años. Este gráfico es, según muchos observadores de la economía, el origen de los diversos procesos sucesivos de digestión de burbujas que estamos viviendo en estos últimos años.

“¿Para qué queremos a Dios si tenemos a Greenspan?”

Hace pocos años, el New York Times celebraba el signo de los tiempos con un archiconocido titular: “Para qué queremos a Dios si tenemos a Greenspan”. Se suponía que, como culminación del keynesianismo, había un señor tirando de una palanca que aceleraba o frenaba la economía a voluntad: ese señor era el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Ya no hacía falta rezar al ver caer los valores en bolsa, bastaba con llamar a Greenspan para que inundara de liquidez el mercado moviendo una palanca. Se le podrá llamar a eso de muchas formas, pero difícilmente ortodoxia capitalista neoliberal.

Fannie Mae y Freddie Mac.

Estas dos empresas, en el ojo del huracán subprime y ahora en trance de ser nacionalizadas, hay que recordar que se trata de empresas patrocinadas por el Gobierno, GSE o Government Sponsored Enterprises. Nada que ver, una vez más, con la ortodoxia capitalista neoliberal. Y ese patrocinio gubernamental explica en buena medida, precisamente, la prosperidad de su negocio durante los últimos años. Fannie Mae y Freddie Mac compraban deuda a las entidades financieras, buena parte de la cual la titulizaban para revenderla en el mercado. De esta forma conseguían un margen de beneficio puesto que, al estar respaldadas por el estado, podían financiarse revendiéndola a tipos inferiores a los de la deuda que compraban.

Es por ello que el editorial de Diario de Navarra resulta algo aventurado. Vamos a esperar todos un poco antes de convertirnos a la ortodoxia socialista y el estatalismo abrumador. A fin de cuentas es posible que más intervencionismo acabe no siendo la solución a todos los problemas creados por el intervencionismo anterior. O que Diario de Navarra se equivoque y el capitalismo, finalmente, sobreviva a todos estos esforzados intentos por salvarlo.

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