Pablo C(laudic)ado

La semana pasada, los días 21 y 22 de octubre, la Cámara Baja de las Cortes Generales albergó un debate de moción de censura contra el ejecutivo dictatorial posmoderno de Moncloa, interpuesta por la formación política VOX.

Lamentable, pero esperadamente, esta no fructificó en tanto que la mayoría parlamentaria corresponde a todas las fuerzas que configuran el Frente Popular del siglo XXI. De todos modos, ni creo que se trate de un fracaso remitente ni de algo inconveniente.

Ya dije que, estratégicamente, esta moción vendría bien por dos razones esenciales: necesaria agitación de la reacción y crítica contra el gobierno social-comunista y facilidades para los votantes a la hora de identificar a quienes están dispuestos o no a ser algo solidarios con la tiranía.

No obstante, esta consideración no es la motivación principal para la redacción del artículo, sino el discurso de réplica del líder del PP, Pablo Casado, pues fue bastante «impactante» (si bien ya se sabía de antemano que votarían en contra, lo cual es absurdo de cara a lo que su electorado puede esperar).

De la blandenguería ante PSOEMOS al ataque ad hominem a Santiago Abascal

Pese a que VOX sostiene la gobernabilidad del PP en Andalucía, Murcia y Madrid (muy a pesar de no apretar las tuercas lo suficiente en algunas materias), Casado (con el beneplácito de sus baronías autonónicas y el engaño de la afrancesada Cayetana Álvarez de Toledo) no fue nada constructivo a la hora de valorar la moción.

Incurrió en un malévolo ataque ad hominem contra Abascal, acusándole de haber vivido de la política. Pero es que esto tiene mayor gravedad de la que uno se puede imaginar: mientras que Casado vivía al calor de Aguirre (bajo dudosa licitud de obtención de méritos universitarios), los Abascal se jugaban la vida literalmente en Vizcaya (fueron amenazados por ETA), que no viene a ser Pozuelo de Alarcón.

Pero no se quedó ahí, sino que se mofó en sí del discurso impartido por el líder de VOX. Hizo una mención (quizá más injuriosa que absurda o carente de sentido). al término «Europa de Hitler» que no venía a cuento ninguno (dado que VOX no defiende para nada la desviación revolucionaria del nacional-socialismo).

Asimismo, dijo que a ninguna persona en penosa situación le preocupaban asuntos como el qué hará Soros y el llamado «virus chino». En cuanto a lo primero, si bien no hay que obsesionarse al encasillar o diagnosticar (in a straightforward way) como ocurre también con la masonería (cuyos visos ideológicos son notorios), no hay que desmentir nada tajantemente.

El dizque filántropo liberal-socialdemócrata George Soros (colaborador del III Reich, aunque las Big Tech estén tratando de ocultarlo de las redes sociales) es un componente clave de las élites globalistas y progresistas, que invierte grandes sumas de dinero a desestabilizar territorios (Ucrania, por ejemplo) o a agitar en pro de políticas y políticos «progres» (Polonia, Irlanda y Hungría).

Mientras, decir «virus chino» no es contar un cuento. Simplemente es dejar clara que la máxima responsabilidad sobre el coronavirus codificado como COVID-19 recae en una tiranía comunista como la china. A esta hay que atribuirle la correspondiente acción humana y el servicio inspirador en el avance del estatismo policial occidental (no condenado absolutamente por el PP).

Luego, hablar de experiencia ante VOX es algo absurdo pues se supone que muchos de los votos que recibe y recibirá Abascal (o alguno de sus adláteres) no son meras «experimentaciones en la novedad», sino resultado de desconfianza en el PP (que ya ha gobernado con anterioridad, siguiendo haciéndolo en muchas instituciones).

Por arrogante, en cadáver se convirtió

A la vista de las anotaciones que previamente he expuesto y de lo que se puede escuchar en el vídeo, uno puede concluir que Pablo Casado incurrió en una dialéctica borde, estúpida y absurda. De hecho, no calibró bien las fuerzas, dado que, prácticamente, no fue contundente con el PSOE y PODEMOS (más allá de meras oraciones a considerar como parte del protocolo que se tuviera marcado por él mismo).

El mainstream periodístico (cuya hegemonía ideológica es ya bastante conocida) así como todo el arco izquierdista llegó a aplaudir con efusividad a Pablo Casado (hasta Adriana Lastra y Pablo Iglesias, lo cual sería para hacérselo mirar, tal y como dijo Eduardo Inda, director de OKDiario, que no es que haya sido un diario anti-PP, sino lo contrario).

No obstante, ante sus bases (que no necesariamente tienen que ser sus afiliados) y sus votantes no ha quedado nada bien. De hecho, es un cadáver político, por eso mismo, y porque, en realidad, han ganado Núñez Feijóo y Soraya Sáenz de Santamaría (esa señora socialista cuyo bolso fue simbólico en la no reacción de Rajoy, que sirvió para poner en bandeja el poder el Frente Popular).

Más de uno está pensando ya en afiliarse o, al menos, no volver a votar al PP. Eso sí, por muy sellada que haya quedado ya (para rematar, en verdad) la izquierdización del partido que lidera Pablo Casado, que conste que no recibirá votos de la izquierda (no ocurrirá lo mismo que en Polonia con su homólogo Rafal Trzaskowski).

El PP no es la solución, bajo ningún concepto

Sigo pensando que no hay que limitar cualquier esperanza a depositar un voto en una urna (encima, a sabiendas del tipo de sistema partitocrático que tenemos, que tiene también otros defectos, entre los cuales figura el demoníaco estatismo), aunque cada cual es libre o no de querer buscar lo mejor para sí y para el prójimo mediante la participación electoral.

Eso sí, tengo claro (y no lo desautorizo), a modo de opinión personal, que si uno desea participar en comicios electorales sin votar en nulo o en blanco, lo más práctico no es, en absoluto, votar en un PP que no deja de ser una izquierda moderada, corresponsable de muchos de los males actuales.

Insisto en que opto por la acción social y bottom-up como compás de futuros cambios políticos. Pero puesto a votar, mejor tener consideración hacia la opción verde. No es perfecta, y tiene puntos muy criticables (uno ha de ser crítico en sus observaciones), pero tampoco lo es Trump frente a Biden, ni Duda frente a Trzaskowski, ni Orbán frente a Merkel. Ser elocuentemente crítico, pero constructivo.

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