¿Es menos criminal la «nueva izquierda»?

Como, en su respectivo libro, los argentinos Agustín Laje y Nicolás Márquez explican, existe una «nueva izquierda». Sí, refiriéndose a ese tinglado ideológico cuya base suprema fue la Escuela de Frankfurt (junto a los criterios del filósofo marxista Antonio Gramsci), con la correspondiente acción física de asedio y agit-prop consistente en el sesentaiochismo galo.

Sabido es (bueno, si no, debido es tenerlo presente) que entre esos derivados ideológicos (en constante desarrollo) figuran la ideología de género, el multiculturalismo, el antinatalismo, el ecologismo y el animalismo. Bueno, recordado sea, por enésima vez, que se trata de la cuarta fase de la Revolución, cuya antecesora fue la puesta en aplicación inspirativa de las teorías de Karl Marx.

De todos modos, no quiero centrar este artículo en una reexplicación sobre estas ideologías (por desgracia, nada irrelevantes en la mayoría de Occidente), que no dejan de formar parte del proceso de subversión del orden natural divino, por medio de un Estado que supone una encarnación luciferina y artificial, a considerarse como «nueva y falsa deidad».

Más bien quisiera entrar en una discusión terminológica y de perspectiva. Resulta que hay quienes dicen que esta «nueva izquierda», al centrarse más en lo cultural que en la acción armada revolucionaria, es más inofensiva (de hecho, hay muchos «tontos útiles» al servicio de la misma así como «gente de centro-derecha» que la acata por esnobismo y cobardía), hablando más de «tolerancia» y «derechos».

En cierto modo, también van por ahí los tiros, aunque sea más en paralelo, cuando se considera exagerado y no fundamentado el equiparar a la Unión Europea con la Unión Soviética, dado que, como bien es cierto, no hay campos de concentración ni de exterminio cuya construcción haya sido ordenada por la burocracia bruselense (tampoco ha habido masacres directamente ordenada).

Ahora bien, ¿en qué tanto sí puede tener sentido considerar que la «nueva izquierda» tiene también características criminales e inhumanas?

Evolucionar no implica renunciar a los principios de base

Existe un dicho popular, según el cual, la zorra muda de pelo, pero no de costumbres. Este se aplica perfectamente al proceso revolucionario, en cualquiera de sus fases. Se pueden replantear los mecanismos de acción práctica, pero los principios, como se ha dicho antes, vienen a ser los mismos. Y estos se ven motivados por un flagrante desprecio hacia la dignidad de la persona.

Lo que se puede considerar como la plena antítesis de la cultura de la vida no deja de desarrollarse. Vemos cómo en algunos territorios estadounidenses se plantea poder asesinar al bebé ya nacido mientras que en países europeos como España y Portugal se está avanzando con la legalización de la eutanasia y una pretendida denegación del ejercicio del «derecho a la objeción de conciencia».

El hecho de que tengamos una visión cada vez más materialista, cortoplacista, adultocéntrica y hedonista de la realidad supone, en cierto modo, que demos vía libre a esos «procedimientos». Tendemos a considerar al anciano y al enfermo como una «mera carga», confiando toda responsabilidad en un Bienestar del Estado para el que solo eres un dígito, una sometida, anulada, privada de libertad.

El confinamiento y el estrangulamiento económico de la sociedad son también peligrosos

Sabido es que uno no defiende la libertad de mercado así como el poder de la sociedad frente al Estado por mero utilitarismo demostrado con cálculos matemáticos. Más bien existen unas motivaciones morales y éticas, más allá de creer en el principio de subsidiariedad, en tanto que uno cree que hay que permitir a una sociedad poder desarrollarse, florecer y obrar bien.

Pero eso no implica que haya que ignorar la parte más económica en sí (en otras palabras, el llamado «fracaso técnico»). Pero voy a centrarme en ello recurriendo a un caso reciente, que sirva de buena ilustración: la crisis política y económica derivada de la pandemia del coronavirus codificado como COVID-19.

Dejando aparte discusiones sobre el origen del virus y lo negligente que haya podido ser la previsión de determinados planificadores centrales que vuelven a poner de manifiesto su incompetencia, estamos sufriendo, en nuestras propias carnes, un secuestro político que no solo anula la capacidad de los individuos para ser responsables, sino que tiene graves consecuencias económicas.

En un país con una deuda pública astronómica, una presión burocrático-fiscal bastante asfixiante y una libertad labora considerablemente insuficiente, donde ya estaba habiendo una ralentización en la creación de empleo (debida, entre otras cosas, a la subida del SMI a los 950 euros), un cerrojazo impuesto desde arriba, sin más, no es lo más conveniente.

Encima, esos burócratas que por lo general no tienen idea sobre el funcionamiento real del mercado y la empresa, no han apostado por ninguna medida que ayude a autónomos, empresarios y demás trabajadores. Más bien, se han impuesto trabas a las empresas y mantenido los ya elevados tipos fiscales (IRPF y Sociedades por ejemplo) y niveles de cotización a la Seguridad Social.

Todo esto ha supuesto una destrucción de empleo que ha alcanzado niveles brutales en estos dos últimos meses, cierres de negocios, posibilidad de perder determinadas inversiones… y es que condenar a alguien al desempleo o complicarle el poder llegar a fin de mes (viva solo o mantenga a una familia) puede acarrear consecuencias psicológicas.

Los niveles de estrés (que pueden incrementar el riesgo de sufrir patologías cardíacas o neurovasculares) se disparan. Lo mismo ocurre con los cuadros ansiolíticos y de depresión, que puede llevar a una desesperación traducida en intentos de suicidio. De hecho, algunas de estas situaciones se han visto agravadas con la cuarentena masiva forzada (e igual si alguna horda «progre» te condena a muerte civil).

El confinamiento obligatorio está disparando los cuadros de afección psiquiátrica (también se reportan incrementos de la agresividad doméstica así como en la tasa de intentos de suicidio entre adolescentes). Por otro lado, ni que decir tiene que al tener límites de ejercicio y poder comer más debido al estrés, el sobrepeso y la obesidad pueden aumentar.

El Estado no procura cuidarte

Una vez dicho todo esto, dejando aparte la realidad según la cual tenemos un gobierno formado por gente de un partido de «historia criminal», conviene tener presente una serie de cosas, ya concluyendo: al Estado no le interesa tu vida (solo tu sometimiento), la Revolución siempre será inhumana e inmoral, y el Mal siempre irá ligado, aunque se cambie la ejecución del mismo.

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