La absoluta politización del folclore vasco es un hecho incontestable. Los mismos que lo politizan se quejan después de que la población general rechace en buena medida la mezcla. Una mezcla cuyo consumo, por otra parte, se impone como obligatoria. Es como mezclar cianuro con pacharán y acusar al que no lo bebe de navarrofobia y de odiar el pacharán. La “euskarofobia” y la vascofobia es básicamente mezclar lo vasco con cianuro y acusar de antivasco al que rechaza el cianuro. El que más protesta es el que más cianuro añade a la mezcla. Si por otro lado bailar zortzikos o tocar el txistu generara sentimientos españolistas, los nacionalistas serían los primeros en odiar el txistu y los zortzikos. En realidad lo que les pone es el cianuro puro y duro.
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Dicho esto, la tentación de politizar el Olentzero resulta casi irresistible para el nacionalismo. No hay año en que no aparezcan este tipo de casos y en esta ocasión parece que la medalla se la lleva Lesaca, donde los «txabales» de turno por lo visto han usado una figura del Olentzero para exhibir en la calle sus fotos de terroristas presos.
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Desde luego cabe preguntarse cuánto durarían esas fotos en la calle si fueran fotos de violadores o maltratadores. O no durarían nada, o se acusaría al Ayuntamiento de complicidad con la violencia machista. El problema es que nadie apoya la violencia contra las mujeres, la llamemos como la llamemos, ni desde luego nadie llama a los maltratadores o los violadores presos políticos, ni se les hacen ongi etorris cuando salen de las prisiones. Mucho menos se usan Olentzeros para colgar fotos de violadores.
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Todo esto no es sino una muestra de que por un lado el nacionalismo sigue sin hacer su transición real (moral y no estratégica) contra la violencia nacionalista, así como de que el folclore y la cultura vascas tienen que ser urgentemente desnazificados, no sólo para luchar contra el nazismo de signo abertzale, sino para liberar al propio folclore vasco. La sorpresa a lo mejor vendría el día que el folclore vasco estuviera liberado, a ver cuántos nacionalistas seguirían interesados ni en imponerlo a los demás ni en dedicarle atención ellos mismos.
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