La la sección tercera de la Audiencia de Alicante ha absuelto de un delito de agresión sexual a un hombre que contrató a una secretaria con la condición de que debía mantener con él relaciones sexuales. La sentencia considera probado que ése era uno de los requisitos «del puesto de trabajo» y que este fue aceptado libremente por la denunciante. Los encuentros sexuales entre ambos se produjeron entre el 31 de julio y el 13 de agosto de 2014, pero el tribunal entiende que no hay prueba de el procesado usara «violencia o intimidación» hacia la denunciante en ninguna ocasión. La fiscalía solicitaba para el sospechoso una pena de seis años de cárcel por un delito de agresión sexual.
La noticia tiene una derivada respecto a si tiene sentido acusar al jefe de agresión sexual, que la Justicia entiende que no, pero quizá lo más llamativo sea preguntarse por el hecho mismo de ofrecer un puesto de trabajo que incluya servicios sexuales al jefe.
En realidad, una oferta laboral de ese estilo sería la consecuencia lógica del tipo de sociedad y el tipo de moral relativista que estamos creando, trivializando el sexo y, paradójicamente, haciéndolo en parte bajo el pargüas argumental de liberar a la mujer.
Una consecuencia lógica de la normalización de la prostitución
Si ofrecer dinero a cambio de sexo es un trabajo como otro cualquiera, indistinguible de ofrecer dinero a cambio de conducir un camión, planchar camisas o atender clientes en una tienda, realmente no se puede objetar nada al hecho de que los jefes pidan sexo por contrato a sus conductoras, sus dependientas o sus asistentas. Exigirles dominar el kamasutra a las empleadas sería como exigirles dominar el Excel o el Word. Preparen por tanto a sus novias, esposas, hermanas, madres y primas para este tipo de contratos laborales. O a sus novios, maridos y hermanos. Y si realmente se creen que es tan normal, anímenles además a aceptarlos, o incluso a hacer cursos para poder ofrecer a sus jefes servicios cualificados.
Naturalmente la aceptación como normalidad de situaciones como las descritas llevaría a que las mujeres u hombres que no estuvieran dispuestas a mantener relaciones sexuales con sus jefes pasarían a un segundo nivel en el mercado laboral, entre los demandantes de empleo menos cualificados, como los que no saben inglés, conducir o manejar un ordenador.
Otra consecuencia lógica sería que quien rechazara una oferta de trabajo, o varias, por negarse a tener sexo con su jefe, se quedara sin derecho a cobrar el paro.
Un futuro maravilloso para las mujeres y “los de abajo”
Empoderémonos y celebremos jubilosos por tanto todos estos avances sociales que vienen, acabando ya de una vez con este maldito heteropatriarcado homofóbico diseñado a medida de los curas, los jefes y los banqueros. Que la normalización de los contratos laborales con servicios sexuales pase a formar parte de la educación sexual integral obligatoria en los libros de texto de los niños en los colegios. Abajo los falócratas. Viva Chávez.
2 respuestas
Yo estoy a favor de la libertad de las partes. De la LIBERTAD de las partes. Y luego que cada uno asuma sus responsabilidades por sus actos, decisiones y moralidad.
¡Viva la libertad de las PARTES!