Los algoritmos de Elon Musk, ¿nos liberarán?

La aplastante victoria de Donald Trump tendrá una serie de efectos tanto a corto como a largo plazo. El mundo libre ganará posiciones tanto en praxis de política interna y exterior como a lo que a divulgación directa e indirecta se refiere. Me refiero a lo que a impacto de posturas contrarias al globalismo, el abortismo, la burocracia, el multiculturalismo y la ideología de género se refiere, inter alia.

Esta ha conllevado también otra clase de golpe de efecto que igual no se esperaban muchos. Se refiere uno a la insistencia de los agentes de agitación propagandística en emplear neologismos como «tecnofeudalismo» o «tecnolibertarismo». Una especie de hegemón ideológico se ha resquebrajado por completo en el ecosistema tecnológico estadounidense.

El «sueño americano» también podía hacer referencia a una meca de emprendimiento e innovación situada en el Estado de California, al conocido como Silicon Valley. Es ese mismo territorio donde se ha dado avance y mantenimiento a soluciones tecnológicas que han marcado nuestro ecosistema cotidiano. Se trata de herramientas como Google, Instagram, YouTube, Gmail, Whatsapp y OpenAI.

Más de uno soñaba con desarrollarse profesionalmente en ese ecosistema. De hecho, en Europa se ha llamado así a los complejos empresariales centrados en la informática y las telecomunicaciones. Países como Estonia e Irlanda así como urbes del estilo de Málaga y Madrid han formado parte del intento. Otra cosa es que las políticas eurosoviéticas no dejen de ahogar al sector tecnológico europeo frente a Estados Unidos y China.

Pero no solo resulta que muchas empresas empezasen a trasladar sus sedes a Florida y Texas, donde la fiscalidad es mucho más baja y el marco normativo es mucho más flexible para el emprendimiento y la expansión artificial. La cultura de la cancelación se hizo presente en el territorio californiano previamente mencionado, de modo que se pudiese hablar de un binomio entre las grandes corporaciones y los gobiernos hipertrofiados.

De ahí que haya ocurrido algo que les desestabilice. El multimillonario Elon Musk, fundador de empresas como Tesla y X se ha convertido en una pieza clave de la nueva Administración Trump, con la encomienda de la reducción drástica de la burocracia y la supresión de ciertos chiringuitos políticos. Pero no les molesta que como tal sea rico, sino que políticamente va bastante a contracorriente, contra el wokismo y el socialismo.

Las reacciones de quienes ya se sabe han sido muy exacerbadas. Les molesta que el entramado tecnológico ya no sea un mero apéndice de propaganda progre-socialista. Temen que, siguiendo el curso de dispersión y descentralización que va intrínseco a Internet, sea complicado censurar en las puntas del iceberg, en las que no son tan privadas o secretas. Es más, esto no necesariamente estaría ocurriendo donde rija el blockchain.

Así pues, se ha llegado a demonizar la algoritmia, entendida como la definición secuencial de un proceso lógico-funcional que permite que las máquinas puedan procesar una entrada o señal y responder con una salida concreta (en otras palabras, lo que permite que tengamos soluciones informáticas de distinta índole, en muchas escalas).

Se han alimentado las conspiraciones sobre el encadenamiento intrínseco a la algoritmia, con un énfasis especial en su tendencia a entrenarla con volúmenes de datos cada vez más elevados (cabe hablar del aprendizaje automático que se conoce, en función de la complejidad lógica y estructural, como Machine Learning o Deep Learning).

Quien redacta estas líneas no es sospechoso de sostener una crítica prejuiciosa e infundada hacia desarrollos como la Inteligencia Artificial (IA) y el análisis de las grandes cantidades de datos. Más bien, se confía en su potencial para impulsar la productividad económica y devenir en desarrollos científicos y tecnológicos que mejoren la calidad de vida de las personas.

Esto implica tener una perspectiva optimista, siendo muy consciente de que no se debe sustituir o amenazar al hombre sino servirle. Conlleva esto al desarrollo de determinadas perspectivas, enunciándose, a continuación, algunas posibles aplicaciones de interés en pro de las libertades concretas de las que una persona pueda disfrutar, conforme a la ley natural.

Mayor libertad financiera

En sociedades como la española, hay un déficit considerable de educación financiera. Hay mucho desinterés en formar parte del sector privado o de asumir riesgos basados en el emprendimiento. Es cierto que la situación de alta presión fiscal y burocrática lo complica, pero existe un adoctrinamiento educativo que prefiere consolidar el aborregamiento de servidumbre estatalista.

La existencia de chatbots generativos puede hacer accesible, con distintos niveles de profundidad teórica y complejidad léxica, el conocimiento financiero necesario para ahorrar e invertir, aparte de otras ideas para el progreso económico de uno mismo. Del mismo modo, puede ser asesorado en materias de emprendimiento e impuestos.

Un conocimiento del contexto le puede informar de buenas estrategias de rentabilización económica (igualmente, puede servir el sistema para, por ejemplo, el estudio y asesoramiento hipotecario). Además, en materia de criptoeconomía no solo se pueden divulgar consejos estratégicos. Es posible que se normalice la automatización inteligente del trading y que se haga más accesible la implicación en estrategias como el pharming, el holding y el staking (aparte de evitar el problema de la «falta de tiempo» para participar o formarse).

Mejor dispersión del conocimiento

La mera existencia de la red de redes tiende a hacer accesibles los distintos conocimientos existentes, por cuanto y en tanto no existen barreras geográficas y se hace naturalmente compleja la centralización de los millones y millones de registros indexados en los motores de búsqueda y otras clases de repositorios y directorios.

Ahora bien, si las cadenas de bloques y la llamada deep web podían ayudar a sortear los mecanismos de censura de distintas clases de regímenes socialistas, la Inteligencia Artificial Generativa (IAG), cada vez más sofisticada en lo que a traducción se refiere, puede hacer accesibles los recursos que solo estén publicados en idiomas que se puedan desconocer (si no es así, podría tenerse un nivel considerablemente bajo).

Luego, la versatilidad del concepto de instrucción o prompt puede ayudar a organizar y seleccionar la información de modo que se pueda comprender lo mejor posible (seleccionando la información más importante o respondiendo a interrogantes sobre conceptos u oraciones que no se puedan entender o, sin más, se desconozcan en ese momento por parte del lector).

Más tiempo para servir a la sociedad

El aumento de la productividad puede repercutir en mayor tiempo para el ocio y para el descanso. Pero se sabe que ese reduccionismo es totalmente inviable en un orden social con sus complejidades morales y orgánicas. El individuo no es un átomo reducido a la esclavitud posmoderna y al hedonismo que le impida pensar adecuadamente.

Un individuo puede tener otra clase de responsabilidades en la sociedad, desde el cuidado y crianza de una familia hasta la mera involucración en servicios espirituales o sociales (atención al enfermo, cuidado del medio ambiente, dinamización en beneficio de las personas mayores o apostolado sin necesidad de renunciar a la condición de laico). De ahí que pueda haber mayor libertad técnica para asumir más tareas sin estrés.

La vagancia no se permite

Puede que estas especulaciones resulten algo futuristas o idealistas, pero quienes tienen interés en la cuestión se ven motivados a indagar sobre su potencial de prestación de servicios y de innovación en los términos más generales. Empero, cabe advertir de que nada de esto supone que el individuo tenga vía libre para no hacer nada, sino para poder exprimir más las posibles ausencias de coacción.

La acción humana no corre el riesgo de ser sustituida. Es más, se considera como complementaria para un buen uso y explotación de la algoritmia inteligente. Los volúmenes de datos, de los cuales dependerán las distintas salidas, dependerán de un previo entrenamiento que en cierto modo parta del entrenamiento humano (capaz de ser crítico e identificar las fuentes clave).

De hecho, uno ha de saber qué se pregunta a un chatbot generativo. De ahí que la ingeniería de las instrucciones no sea una tarea excesivamente sencilla. El dominio de conocimientos mínimos es clave para obtener unos resultados lo más útiles y convenientes posibles. Así pues, se puede obviar que los nuevos avances fomenten el pensamiento crítico y la innovación en los ámbitos formativos.

Ergo, innovar para liberar es posible.

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Un comentario

  1. Muy bien análisis. Agradezco tu optimismo ya que a mí hay veces que me cuesta. Creo que unas de las claves son la libertad y el desarrollo humano. Los poderes del mundo cada vez son más fuertes y los principios y la moral brillan por su ausencia, de forma que no parece que sean precisamente esas sus prioridades.

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