No todos quieren ser cómplices de la incompetencia de May ante el Brexit

El pasado fin de semana, fue noticia que la Primer Ministro británica Theresa May propuso un plan de salida de la Unión Europea (UE) que no supusiera la ruptura total con la eurocracia bruselense, conocido como «soft Brexit« («Brexit suave» en inglés).

Dicha modalidad implicaría la permanencia del Reino Unido en la unión aduanera europea, pero también la contribución al presupuesto de la Unión Europea y las libertades de circulación de bienes, capitales, personas y servicios. Pero también cierta sujeción a las instituciones judiciales comunitarias.

Esto no solo le ha granjeado la oposición de diputados tories como Jacob Rees-Mogg, que tiene ciertas papeletas de ser el próximo lider del Partido Conservador, y ha anunciado que no votará ningún acuerdo contrario a los compromisos del partido en relación a la salida de la UE.

A lo largo del lunes 9 de julio, se ha abierto una especie de crisis de gobierno con las dimisiones del Secretario de Estado encargado del Brexit, David Davis, y del Ministro de Exteriores, Boris Johnson, indiscutible euroescéptico antes y después del referéndum de 2016.

En cualquier caso, lo que se corrobora una vez más es la incompetencia de May, desde el principio, a la hora de tomar las riendas de un ejecutivo que debería asumir el mandato de las urnas emitido hace un par de años, que es a su vez la razón por la que no perdió más votos en los comicios legislativos del pasado año.

Los británicos, ante el hartazgo del excesivo intervencionismo de la burocracia bruselense eurocrática que busca erosionar las soberanías nacionales, decidieron en mayoría abandonar una unión política más bien socialista, cosa en la que suelen degenerar los proyectos de gobernanza mundial o global.

De hecho, el establishment progre-socialdemócrata está más cuestionado que nunca. El Grupo de Visegrado se opone a sus injerencias en materia migratoria, Hungría y Polonia resisten a las imposiciones marxistas culturales y la derecha identitaria no deja de ascender en más de un país.

Y todos esos mensajes electorales que se han dado ya en países como Austria, Alemania e Italia, nos guste o no el ideario de algunas fuerzas en cuestión, seguirán resonando mientras que la eurocracia siga apostando por «más Europa». Luego, Soros no representa a la población europea, sino una amenaza para Occidente.

Por lo tanto, los tories deberían respetar el mensaje de la ciudadanía. De hecho, igual convendría la dimisión de May, abriéndose así paso no solo a un ministro totalmente anti-eurófilo, sino también más leal a los principios liberal conservadores y la defensa de las raíces cristianas de Occidente.

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