No hables mucho que te escucho

Alguien espía lo que Pedro Sánchez dice por teléfono. Pues bienvenidos al siglo XXI. A todos nos espían a través del teléfono. En el mejor de los casos legalmente. Es posible que la ley sea tan amplia que sea ya casi imposible espiarnos fuera de la ley. Todos damos por hecho que nuestros móviles comparten muchos de nuestros datos: búsquedas, ubicaciones… ¿conversaciones? Lo raro sería que no le espiaran a Pedro Sánchez. Si Pedro Sánchez quiere hablar sin que le escuchen tendrá que llamar a Margarita Robles desde una cabina al azar y eso sólo para quedar para hablar en persona. Claro que ahora ya no existen cabinas. La paloma mensajera ecosostenible puede ser una opción.

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Por otro lado, espiar a Pedro Sánchez puede ser una de las cosas menos interesantes del mundo. Sin duda países como Estados Unidos, Rusia, Francia, China, Israel o Azerbaiyán pueden espiar si quieren el móvil de Pedro Sánchez, otra cosa es que tengan algún interés. Esto tiene su importancia porque parece ser que Pedro Sánchez ha sido el primer líder mundial en salir a la palestra anunciando que ha sido espiado, lo que le convierte en el inútil más interesante del mundo.

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El gobierno ha declarado que nos enfrentamos a “intrusiones externas” ya que serían “ajenas a los organismos estatales” y efectuadas sin “autorización judicial de ningún organismo oficial”. La declaración parece bastante ridícula porque presupone algo tan absurdo como que no puede haber organismos estatales o personas en ellos que, utilizando los recursos del estado, espíen al margen del gobierno o sin autorización judicial.

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Literalmente el espía puede haber sido cualquiera, desde luego cualquier otro país, sin descartar el origen en nuestro propio país, y eso ciñéndonos a otra premisa como que sólo los gobiernos tienen acceso al programa de espionaje Pegasus. Lo que se dice espiar espían como mínimo los gobiernos, espían las grandes corporaciones y si te descuidas te espían los líderes de tu propio partido. Dentro o fuera de la ley, como decíamos al principio. Naturalmente no puede haber una persona dedicada a seguir lo que cada uno de nosotros ha buscado a lo largo de su vida en Google, todas las webs que ha visitado, todas las compras que ha hecho, pero seguramente los datos están ahí. Para seguir los movimientos de todo el mundo haría falta un espía por cada habitante y un espía espiando a cada espía, pero si hace falta saber toda la información en un momento dado de un ciudadano que por lo que sea se convierte en persona de interés seguro que los datos están ahí. Sin duda existen programas de inteligencia artificial que activan un aviso cuando una búsqueda utiliza determinadas palabras o determinados nombres. La privacidad es una cosa que desapareció en el siglo XX. Pegasus o quién sabe cuántos otros programas similares en manos de gobiernos, administraciones o empresas son sólo un paso a otro nivel.

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Naturalmente la denuncia de espionaje a Pedro Sánchez resulta de lo más oportuna. De espía pasa a ser espiado. Ya no está enfrente de Esquerra sino en el mismo barco de las víctimas del espionaje, hombro con hombro. La crisis del gobierno Frankenstein, si quieren, ya está entonces medio solucionada con esta cuestión. De hecho podría aprovecharse la situación para consolidar las alianzas eliminando algunos engranajes ligeramente rechinantes como la ministra de Defensa o la directora del CNI. De esta salimos más fuertes, Oriol.

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Decíamos que no, pero en el fondo sí que hay algunos gobiernos extranjeros que podrían estar interesados en espiar a Pedro Sánchez. Sin descartar otros candidatos, dos de ellos podrían ser Venezuela o Marruecos. ¿A quién interesa saber cosas con las que se pudiera chantajear a Pedro Sánchez o que se pudieran utilizar contra él? Desde luego a sus enemigos, pero quizá todavía más a sus amigos. A los socios de Pedro Sánchez, desde Podemos a la ERC, les podría venir muy bien un suplemento de información. Por no hablar de los jugosos lazos entre Rusia y el independentismo catalán, o de nuestra ahora enemiga Argelia o nuestro ahora aliado y hermano Marruecos con sus problemas para poner derecha la bandera española.

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Algún malpensado podría pensar también que a Pedro Sánchez en realidad no le ha espiado nadie y que se trata de un oportuno caso de falsa bandera. A fin de cuentas hablamos de algo que se descubre o se hace público de repente pasado un año y en el momento político más oportuno. Por otro lado no se sabe nada de lo espiado. Ha habido un robo pero ignoramos por completo qué se ha robado, con lo que estamos igual que si no se hubiera robado nada aunque la puerta estuviera forzada. Esto, como otros elementos del caso, no significan necesariamente nada pero esparcen el caos y la desconfianza a nivel indiciario.

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La moraleja del caso, más allá de todas las implicaciones políticas que prometen tenernos entretenidos durante algún tiempo, es que cuando usamos la tecnología para comunicarnos nunca podemos dar totalmente por seguro que no estamos siendo escuchados, seguidos o incluso vistos. Normalmente esto suele no tener una mayor trascendencia más allá de vaporizar nuestro insignificante derecho a la intimidad, pero alguien que va a vender una tonelada de droga o poner una bomba probablemente sabe que no puede hablar de ello por teléfono o consultarlo con sus cómplices por mail.

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Como suele pasar con las cosas que se hacen en nombre de la defensa del estado, todo esto suele servir para tener espiada sólo a la gente que no representa una amenaza para el estado. Si cualquier terrorista seguramente da por hecho que le escuchan cuando usa su móvil, probablemente un presidente del gobierno también da por hecho que le pueden estar escuchando cuando utiliza determinados dispositivos. ¿O a nadie le interesa lo que pueda decir Putin a sus subordinados cuando habla con ellos por teléfono? Y a su vez, ¿no puede Putin, o quien sea, usar eso para lanzar señuelos y falsas informaciones? En estos casos uno le llama a Marlaska para comentarle confidencialmente que se va a detener esa noche a Pablo Iglesias, y si Pablo Iglesias se fuga antes de la noche con Puigdemont y Pablo Hasél ya sabes que te está espiando Maduro y que le pasa la información a Podemos. De hecho, suponiendo que el espionaje es real, sería tamaña torpeza publicar que estás siendo espiado no ya por revelar una vulnerabilidad, sino por poner sobre aviso al que te espía de que sabes que te espía y perder tontamente esa baza que puedes usar contra él.

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