La semana posterior a los últimos comicios autonómicos catalanes, marca del comienzo de la segunda quincena de este presente mes de febrero, se ha caracterizado por una serie de disturbios en distintos puntos de España, aunque los focos principales han sido urbes catalanas como Barcelona y Lérida.
En sentido literal, no es lo que uno pudo imaginarse hace una semana (visto el escrutinio electoral, con sus sorpresas y no sorpresas) antes de tomarse ese supuesto vaso lácteo que ayuda a conciliar el sueño, o de mandar los últimos whatsapps a quien sea.
Hubo un atrincheramiento en la Universidad de Lérida (un centro de titularidad estatal), a fin de evitar el arresto policial del «rapero» Pablo Hasél, para su entrada en prisión por incitar a la violencia e incurrir en enaltecimiento del terrorismo (acumulando antecedentes de agresión física).
Las dependencias académicas acabaron con considerables desperfectos, hasta que los Mozos de Escuadra consiguieron arrestar a semejante «matón artístico». Pero aquí no acabó todo, como explicaremos a continuación.
Rápidamente, las hordas ultraizquierdistas se congregaron en urbes como Lérida y Barcelona, para «protestar». De hecho, a lo largo de la semana hemos podido ver no sólo cómo otros grupúsculos les han seguido la corriente (de manera alterna mejor dicho) en urbes como Madrid, Cáceres, Córdoba y Valencia.
El modus operandi ha sido exactamente el mismo (intimidaciones, insultos, destrozos de mobiliario urbano y hogueras que, sin duda, han causado, quizá paradójicamente, daños medioambientales en los que la masa forestal también ha sido damnificada).
Nada extraño ni en España ni en cualquier otro orbe hispánico. Siempre buscando algún pretexto para generar un caos ante el cual haya oportunidades mayores para potenciar el totalitarismo e incrementar las acumulaciones de poder político.
Eso sí, veamos mejor si, en verdad, nos ha estado mintiendo o no todo el sector de Pablo Hasél a la hora de denunciar la falta de lo que, en catalán, podríamos denominar como «llibertat de expresió» en España.
Llevan razón, sí, pero por ellos mismos
En cierto modo, los españoles somos beneficiarios de un considerablemente amplio respeto a la libertad de expresión (en teoría, considérese como un derecho «reconocido» por el artificio iuspositivista del año 78).
Es cierto, sin embargo, que el control estatal de la educación y de ciertos medios de comunicación (incluso a través de subvenciones y licencias) facilita el adoctrinamiento «progre» (e hispanófobo) así como la determinación de determinadas líneas editoriales y de opinión.
Tampoco hay que olvidar que, aparte del refuerzo de leyes ideológicas de ingeniería social que buscan consolidar una «verdad oficial», ya se habló en Moncloa y en los círculos eurocráticos de establecer un Ministerio de la Verdad, con las susodichas fake news como principal chivo expiatorio.
Todo lo que suponga un avance de la agenda revolucionaria (con sus fases) es de agrado para estas hordas, cuyo vandálico y violento caos es íntegramente intimidatorio (partamos del mínimo de que alguno que otro tendrá miedo a salir a ciertas horas o a llevar enseres como pulseras con la «rojigualda»).
Y no, no creen en la libertad de expresión de la sociedad, sino en una oportunidad mayor para seguir ejerciendo ese totalitario matonismo que les caracteriza, aparte de tener mayores posiciones del tablero del poder estatal.
¿Cuerpos parapoliciales?
Todo el mundo sabe que el Estado (actualmente controlado, en sus más altas esferas, por socialistas y comunistas) ejerce el monopolio exclusivo de la violencia sobre la propiedad, lo cual le lleva a tener cuerpos policiales que satisfagan ese fin.
También hay que saber que Marlaska trata de consolidar una especie de NKVD soviética a la española mientras que los Mozos de Escuadra son tratados como una «policía política» al servicio del prusés nacional-catalanista.
Pero aquí el problema no es con la policía (de todos modos, que conste que uno no es crítico con el concepto de fuerza de seguridad en sí, sino con el estatismo policial y lo que puede hacerlo posible, aunque nada de esto viene al caso aquí).
Los agentes, tanto de la Policía Nacional como de los Mozos de Escuadra, han tratado de hacer bien su trabajo (que se supone que es garantizar el orden público y la seguridad). De hecho, agentes del cuerpo catalán han denunciado por vías sindicales que no reciban órdenes de contundente diligencia.
Dicho esto, ¿podemos decir que hay políticos con poder que estén interesados en estas algaradas? Sí, pudiendo remitirnos a pruebas reflejadas en declaraciones de políticos de la filial del régimen narco-comunista venezolano en España y de otros dirigentes nacional-catalanistas.
Y sí, sin duda, me atrevo a insistir en que el PSOE es igualmente cómplice de esta situación. Sabe sobre sus socios y está bastante cómodo con ellos (de hecho, nunca le temblaron las manos a Pedro Sánchez al firmar lo que correspondiese con esta gente). De hecho, aceptan interferir en el poder judicial a favor de Hasél.
Ahora bien, ¿por qué? ¿No se supone que tienen una mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados? Bueno, sí, pero el poder no tiene por qué ser eterno, lo cual les lleva a intensificar la agitación social y callejera. Así que estas algaradas les vendrían muy bien.
No se sabe cuándo volverá a haber elecciones generales en España (haberlas las habrá). Pero no es descartable que estén nerviosos en PODEMOS, incluso en el flanco nacional-catalanista. Y uno de los motivos principales estaría claro: el imparable auge de VOX.
Con sus más y sus menos, con sus errores y sus aciertos, el partido de Santiago Abascal es el único que combate con cierta contundencia tanto a la izquierda y la «progrez» en general como al nacional-catalanismo (que no tenga una perspectiva foralista no es algo que nos importe ahora mismo).
Y sí, esto se nota más cuando el PP cada vez está más entregado a la izquierda (podemos apreciar un papanatismo supremo en Pablo Casado, a quien podríamos considerar como un cadáver político, que es más duro contra quien permite gobernar a los suyos en Madrid y Andalucía que contra PSOEMOS y cía).
De hecho, el mismo VOX ha superado a los izquierdistas radicales de las CUP en Cataluña (convirtiéndose en el partido más votado en algunos municipios y obteniendo escaño en las dos provincias más catalanistas).
Con lo cual, es normal que este agente político les tenga desesperados y, claro, el totalitarismo revolucionario se las gasta como se las gasta. De hecho, quizá quepa considerar que pretenden tratar a Hasél como el Floyd de España.
La diferencia es que en el caso norteamericano se trataba de perpetrar un golpe por parte del Deep State (con la colaboración de las grandes corporaciones y el Partido Comunista Chino), igual que en el caso chileno se busca instaurar una república social-comunista.
Pero sí, hablemos de un «falso mártir» con el cual sembrar ese caos al que acostumbra el socialismo (en sentido amplio) cuando ve obstáculos para expandir y reforzar su poder (recordemos que PODEMOS pretende una arbitriariedad muy selectiva en la justicia española).
Dicho esto, la libertad de expresión (por la cual tenemos derecho a reprobar y a no ocultar que merece Hasél estar en prisión por violento) es lo que continuamente coartan estas hordas. Ellos simplemente quieren que no se les impida el paso a la hora de coaccionar con crueldad contra la sociedad.