En las conversaciones y debates sobre el Estado como ente prestador de servicios sanitarios, hay quienes intentan hacernos creer que si no fuera por «lo público», muchos no estarían a salvo. Creen también que se trata de una partida a «no deber tocarse».
Ahora bien, no ya la mera lógica, sino experiencias varias, esa tesis no deja de ser falaz, así como un mero «preparado argumental» para fomentar la reverencia hacia el férreo intervencionismo a base de meter miedo, pero miedito.
Por ello, hablaremos en este artículo sobre el caso de Alba, la hija de la gaditana Carolina Pacheco, una joven de dieciocho años que nació con ceguera y, a sus seis años, obtuvo un diagnóstico de una desviación lateral severa de la columna vertebral (escoliosis) de treinta y tres grados.
Con el tiempo, ese problema traumatológico se fue agravando, hasta el punto de haber pasado dos años, aproximadamente, postrada en una cama, con los miembros inferiores inmovilizados, y «desembocando» en adicción a los medicamentos opiáceos con los que intentaba aliviar su sufrimiento.
De hecho, el pasado mes de febrero, la madre de Alba decidió trasladarla al centro hospitalario público de Jerez de la Frontera, a fin de que se le sometiera a una intervención quirúrgica. Ahora bien, el Servicio Andaluz de Salud (SAS) se negaba a costearla y proceder a ells, por considerarla «inviable».
No había manera de convencerles de lo contrario; desoían incluso criterios de otros profesionales de la salud. Así pues, tuvieron que costear recientemente una intervención valorada en 14.000 euros, en la clínica privada San Rafael de Cádiz, a manos del doctor Mario Velarde.
En otras palabras, ese servicio sanitario cuya financiación es obligatoria para todos los andaluces, con sus impuestos (la presión fiscal andaluza es, para colmo, voracísima), no pudiendo muchos elegir otro proveedor, mantuvo un criterio médico totalmente incierto.
Ciertamente, no siempre uno lleva razón, pero da rabia que algunos estén dando todo el día la nota intentando convencernos de lo bondadoso y maravilloso que es el Bienestar del Estado, dramatizando y mitificando en la medida en la que lo consideran necesario.
El Estado no es ninguna figura sagrada salvadora que vela por nosotros en todo momento, por nuestra salud, sino un ente coactivo, dirigido por élites que tienden a planificar y masacrar fiscal y burocráticamente al ciudadano. No hay razones para demonizar al sector privado.