Lo terrible empieza a formar parte de nuestra vida cotidiana y normalizada. Sólo así se explica que haya tenido poca repercusión el encendido discurso abortista de la actriz Michelle Williams al recoger el Globo de Oro (Golden Globe Awards) a la mejor actriz de miniserie. La actriz, embarazada en el momento de recoger el premio, realizó un viva defensa del aborto durante su discurso y expresó con aparente satisfacción que no hubiera ganado el premio ni llegado a donde está si no hubiera abortado a otro niño hace años, al comienzo de su carrera.
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No deja de resultar impresionante que alguien realice este discurso y se le aplauda. O que apenas haya tenido repercusión en los medios más allá de un cierto revuelo en las redes sociales, a pesar del silencio mediático . La parte mala de las redes sociales todos la conocemos, la parte buena es que hay cosas que ya no pueden pasar completamente desapercibidas. Quizá algo desapercibidas, pero no completamente desapercibidas.
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Las palabras de la actriz son terribles porque a fin de cuentas viene a poner de manifiesto la realidad del discurso abortista que está marcando nuestro tiempo. Mata al niño y conseguirás la fama. Pues lo mato. Pues te aplaudimos. Somos todos estupendos.
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Se pone también de manifiesto que a la hora de abortar lo esencial no es, como debería serlo en una reflexión moral, si estamos o no estamos eliminando a un ser humano, sino es un humano deseado o indeseado, si nos conviene o no el niño en ese momento. Todo muy satisfactorio. Todo muy ético.
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Si hay algo que pueda ser más terrible que la eliminación de seres humanos indefensos bajo estos parámetros es que además se trate de una práctica normalizada, incluso aplaudida. Lo anatemizado es precisamente cuestionar este horror cotidiano. Lo que seguramente pone en riesgo realmente que una actriz pueda ganar un Globo de Oro es que se declare provida o conservadora. Al menos esto explicaría bastante el aplastante predominio progresista sobre el cine y las series en todos los países occidentales. Así que tenemos por lo menos dos motivos graves de denuncia ante un discurso como el de la actriz Michelle Williams. Primero la normalización de la eliminación de los niños no deseados. Segundo el monopolio casi aplastante del discurso progresista. Por cierto, como nos suelen decir que esto sólo va de la defensa de la mujer, realmente no sabemos si Michelle Williams ganó su dorado premio a costa de eliminar a una niña. No es que nosotros pensemos que sería mejor si se hubiera abortado a un niño. Ni tampoco es probable que el aborto se hubiera evitado si el estorbo hacia el éxito hubiera tenido vagina.
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