Más allá de esváticas, hoces y martillos

Nunca es mal momento para advertir sobre las distintas amenazas que se ciernen sobre nosotros, como individuos de fuero interno e integrantes de cuerpos que componen la sociedad. Pero menos aún cuando se puede vincular con la actualidad política, por eso de aprovechar, como se suele decir, el paso del Pisuerga por Pucela.

En este caso, volvemos a referirnos a la campaña de las elecciones autonómicas del próximo 4 de mayo en la región española de Madrid. Precisamente, para referirnos a algo más que un detalle por parte de uno de esos partidos que, con cierta razón, entiende que en estos comicios, quienes vivimos en Madrid, dentro del posibilismo electoral, hemos de elegir entre el socialismo/comunismo o la libertad.

Este pasado viernes día 9, la delegación del Partido Popular (PP) en el Distrito Centro de Madrid instaló una mesa-carpa de campaña en la concurrida, céntrica y comercial calle de Fuencarral, cuyo elemento más característico fue la colocación de varias banderas representativas del lobby LGTBI, entre las cuales estaba la famosa enseña del «arcoíris».

De todos modos, no es el motivo de este artículo discutir sobre las líneas de acción del PP (si bien cabe recordar que están completamente entregados a la izquierda en la batalla cultural, siendo esta una de las razones primordiales por las que Isabel Díaz Ayuso debe de ver su acción de gobernabilidad condicionada a las directrices de Rocío Monasterio, presidenciable de VOX), sino sobre el símbolo en sí.

La cuestión es qué uso se hace del arcoíris

Es cierto que el arcoíris simplemente resulta ser un fenómeno óptico y visual que se produce cuando la luz solar tiene que atravesar gotas de agua muy pequeñas, en el ambiente (normalmente, suelen divisarse cuando ha llovido en un punto concreto). También es verdad que en este se puede apreciar un azul celeste que no es ajeno al espectro visible.

El color azul celeste suele utilizarse para representar visual y gráficamente a la Madre de Dios (este mismo tono se puede apreciar en ciertas estampas habituales de la Inmaculada Concepción, patrona de los requetés). Y no es extraño que haya sido suprimido a propósito de uno de los símbolos ideológicos más populares del momento.

De una u otra forma, se ha obtenido un patrón de diseño que identifica un movimiento con unos principios definidos, como puede ocurrir con otros movimientos políticos e ideológicos (independientemente de que los mismos cobrasen relevancia a la hora de servir como identidad de determinadas abstracciones expansionistas de Estados-nación). Y en base a ello hemos de pensar.

La ideología de género es totalitaria, sin más

Podemos considerar que la bandera LGTBI es un símbolo más de la ideología de género (mejor dicho, el homosexualismo es una de sus vertientes, igual que el feminismo), uno de los frutos intelectuales de toda esa secuencia formada por el sesentaiochismo, el marxismo cultural gramsciano y las aportaciones beauvoirianas.

Por mucho que, en su propaganda de ingeniería social, perseveren en evocar las emociones (hablando de «respeto» y «tolerancia»), cabe recordar que, como ocurre con todo movimiento contrario al orden natural, la fuerza y otras degeneraciones como la coacción y la agresividad son evidentes, por cuanto no se actúa conforme a la Verdad, sino en pos de «una verdad oficial» y abstracta.

Así pues, los grupos de presión o lobbies en cuestión buscan la muerte «civil» de todo aquel que disienta de sus tesis, deseando, por tanto, que se vea condenado al ostracismo social (acoso laboral, bullying, hostigamiento político genérico), aparte de castigarlo como sea por ejercer la libertad de expresión que corresponde.

La antropología cristiana es uno de los principales objetivos de esta ideología que forma parte de la Revolución, dispuesta a subvertir el orden natural divino. Reemplazando la lucha de clases por el enfrentamiento entre hombres y mujeres y teniendo como objeto a aniquilar al varón blanco, cristiano y heterosexual comienza esta batalla.

De este modo, se procura acabar con la familia, entendida como unidad de orden superior y primera instancia a la que pertenece el individuo (el cual tiene su fuero interno), siendo esta su principal red de apoyo, de distintas formas, a lo largo de su vida. Se promueven «modelos artificiales e inviables» así como valores basados en el epicureísmo, el cortoplacismo y el hedonismo.

Se ponen miras en el allanamiento del terreno para facilitar el avance de un totalitarismo que ya no tendría esos contrapesos naturales que impiden mucha maniobra a llevar a cabo por esos entes de trasfondo demoníaco y origen modernista que llamamos Estados. La familia y la religión son los principales cuerpos intermedios que velan por la libertad tanto del individuo como de la sociedad.

Así pues, podemos recordar que la ideología de género es enemiga de las libertades (de expresión, de culto, de pensamiento, de elección), formando parte del socialismo en general, como ocurre con el comunismo y con el nacional-socialismo, degeneraciones de cuyo totalitarismo no dudamos (aparte de tener rehenes, ya que hay que recordar que homosexualidad y homosexualismo son cosas distintas).

Dicho esto, quizá podamos tener más claro que la bandera del arcoíris puede y merece tener la misma consideración que la esvástica y la hoz y el martillo. Hablamos igualmente de una flagrante enemistad y hostilidad hacia la familia, la libertad de mercado, la tradición y la propiedad (de hecho, han de recordar que la nueva izquierda no es menos mala).

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