Macrón, Abascal, Feijóo y el cordón

En Francia ha ganado el cordón sanitario. No materialmente, aunque casi, pero sí estratégicamente, como vamos a tratar de explicar a continuación. La victoria electoral de Marine Le Pen, o de la persona que eventualmente le sucediera como candidata, es sólo cuestión de tiempo. Seguramente las próximas elecciones presidenciales en Francia las gane la extrema derecha. Esto resulta tan extraordinario que merece la pena detenerse siquiera brevemente a tratar de analizarlo.

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Desde luego un posible análisis es el de que la extrema derecha ha sido derrotada y que Macrón ha ganado a Le Pen por un 58% a un 42% de los votos. En este sentido cierta parte de la izquierda se debatía ayer entre dedicarse a la vida monástica o celebrar la victoria de Macrón. El problema con cualquier tipo de análisis triunfalista para la izquierda es que las presidenciales francesas han sido algo así como unas elecciones en las que por un lado había un candidato de VOX, con un 42% de los votos, y por otro un candidato de Ciudadanos, con un 58% de los votos. Algo más adelante ya veremos que esto no es exactamente así, más que nada la identificación de Le Pen con VOX, pero en cualquier caso a un izquierdista de pro le cabe este lunes poco que celebrar, con un candidato tipo Ciudadanos con el 58% y otro candidato tipo VOX con el 42% de los votos.

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Por otro lado, que la extrema derecha haya conseguido un 42% de los votos malamente se puede considerar un éxito desde el punto de vista de la izquierda. Que en Francia haya un 42% de votantes de Marine Le Pen es un hecho extraordinario. Normalmente los politólogos analizan el mapa electoral estableciendo el principio de que un partido extremista nunca puede atravesar ciertos márgenes, de modo que nunca podría ganar unas elecciones ni tampoco alcanzar un porcentaje tan alto como el 42%. ¿Qué está pasando entonces en Francia? ¿Cómo ha sido posible este resultado? Pues en buena medida gracias al “cordón sanitario” que se la ha impuesto a Marine Le Pen, el mismo cordón que aquí se le quiere imponer a VOX.

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Juntarse todos contra alguien para evitar que alcance ninguna posición de poder siempre tiene dos efectos absolutamente favorables al que resulta aislado de esta manera. Por un lado, no se desgasta alcanzando puestos de gobierno a ningún nivel, no tiene por tanto que gestionar nada, no comete errores, no ve puesto a prueba su programa, no desencanta. Parece que se le hace un gran mal a un partido impidiéndole alcanzar ningún puesto de gestión, pero electoralmente en realidad se le puede estar haciendo un favor.

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Por otro lado, si todos se juntan contra alguien para hacerle el cordón sanitario el otro efecto, acaso el más importante, es que se divide el mapa político en dos. De una parte el excluido, en la oposición, y de otra parte una amalgama en el gobierno de todos los demás. Para el que resulta excluido esta es una posición óptima de cara a alcanzar el poder. Si decíamos que el excluido, al no tocar poder, no se desgasta, no comete errores y no deja ver las limitaciones de su recetario, al que gobierna le sucede todo lo contrario. Todo el que esté descontento o quiera un cambio de gobierno algún día tendrá que acabar votando al partido excluido porque no hay alternativa. O los del cordón para siempre, o los excluidos. En este escenario, además, ¿cuál es percibido más pronto que tarde como el auténtico peligro dictatorial? ¿Los excluidos o los otros por mal que lo hagan gobernando para siempre jamás?

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Marine Le Pen ha sido derrotada. Pues fantástico. Pero ha sido derrotada con un 42% de los votos. No sólo es un porcentaje altísimo, casi media Francia, sino que la progresión de ese porcentaje resulta absolutamente abrumadora. En 2017 Marine Le Pen obtuvo el 33% de los votos. En 2012 obtuvo el 18% de los votos. Desde luego el cordón sanitario puede haberle alejado del poder un tiempo, pero al final es también lo que le va a catapultar hasta él. Al ser ya tan elevado su porcentaje, además, se impone la citada necesidad de unirse todos contra ella. No hay alternativa, salvo ella. Por otro lado, nada hay menos estimulante que una variopinta y desafinada coalición de todos los demás. Afortunadamente para Macrón en Francia hay segunda vuelta, o los efectos de un gobierno Frankenstein serían para Le Pen un auténtico acelerador. Macrón dijo ayer nada más ganar que “ya no soy el candidato sino el presidente de todos”, pero no es verdad. No se puede hacer un cordón sanitario al 42% de los votantes y decir a continuación que es el presidente de todos.

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Decíamos que Macrón se parece bastante a Ciudadanos y Marine Le Pen algo a VOX. En el primer caso esto se pone de manifiesto en el hecho de que, en el Parlamento Europeo, Ciudadanos y La República en Marcha (el partido de Macrón) pertenecen al mismo grupo: Renovar Europa. A su vez, Agrupación Nacional (el partido de Le Pen) se enclava en el grupo Identidad y Democracia, que no es el grupo de los Conservadores y Reformistas en el que se encuadra VOX. Seguramente son bastante más diferentes entre sí las formaciones de Le Pen y de Abascal que Ciudadanos y el partido de Macrón.

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Finalmente, más allá de cuestiones estratégicas, las elecciones de ayer en Francia vuelven a poner el foco sobre el desgaste del modelo actual. Macrón y toda la amalgama que ahora le sostiene representa la burocracia gobernante global, su discurso único, su ideología de género y su Agenda 2030 con la que no tendremos nada, comeremos gusanos y seremos felices votándoles a los mismos para siempre. Salvo que tengamos la ocurrencia de votar a algún partido acordonado. Lo que se votó ayer en Francia y marcó una tendencia importante es que el discurso único dominante se encuentra en problemas. Cuando a la gente se le pone en la tesitura de tener que elegir entre, por decirlo de algún modo, los agendistas y los nazis, el 42% y subiendo vota a los nazis. Esto no quiere decir naturalmente ni que Marine Le Pen sea nazi ni que el 42% de los franceses sean nazis, o mucho menos que lo sean los de VOX, pero obviamente a todo el que cuestiona la Agenda 2030 se le llama nazi lo sea o no, con el fin de reducirlo a la irrelevancia. El problema es que ya la gente no se cree que alguien sea nazi sólo por discutir la Agenda 2030, o que entre los de la Agenda 2030 y los nazis alguno casi se quedaría con los nazis, porque otro de los problemas de llamar nazi a todo el que discute el discurso dominante es que se acaba produciendo una trivialización del nazismo.

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Si Feijóo quiere hacer esa lectura, ayer los resultados electorales en Francia le dan munición para apoyar un pacto con VOX. El cordón sanitario favorece a VOX porque lo convierte en la única alternativa. Si el PP renuncia a pactar con VOX porque se lo dice la izquierda, las alterativas serán que gobierne para siempre la izquierda o VOX. El PP se convierte en un partido inútil renunciando a pactar con VOX. Irónicamente a lo mejor es Abascal el que, analizando los resultados, casi prefiere que le rechace Feijóo.

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2 respuestas

  1. Soy de los que piensa que en las próximas elecciones el mundo no será el que pensamos debiera ser, por lo que daría igual hablar de ello. Ojalá me equivoque.

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