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Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva… y los de Chrysallis tienen un par de narices. O un par de vigas en los ojos. Juzguen ustedes mismos lo que van a leer.
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El polémico autobús de Hazte Oír (el autobús del odio, el autobús de la muerte, el autobús de Hitler) ha recibido una serie de denuncias ante la Justicia para que se impida su libre circulación. Pues bien, una de estas denuncias ha sido presentada por la asociación Chrysallis, la misma que pobló las calles con carteles diciendo que hay niñas con pene.
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Si alguien no puede pretender que se censure el autobús es precisamente Chrysallis, porque fue Chrysallis quien puso en marcha el debate poniendo sus carteles los cuales, además, contenían un imperativo “hablemos”. ¿Cómo puede uno reclamar la libertad de expresión que le niega al que le responde cuando además le ha pedido antes que le responda? Libertad de expresión tiene que ser algo más que dar la razón a Chrysallis o ser censurado.
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Efectivamente se puede cuestionar que la exhibición callejera del autobús con sus mensajes sea la forma más adecuada en el lugar más adecuado para ubicar el debate, pero eso mismo era el principal problema de la campaña de Chrysallis con sus carteles en las marquesinas de las paradas de autobús, donde los niños se suben para ir al colegio. Si alguien no tiene legitimidad para cuestionar que Hazte Oír lleve el debate a la calle, es precisamente Chrysallis.
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Imposible no recordar, por otro lado, la indignada reacción de Chrysallis cuando se le censuró el cartel en Facebook (no por el contenido, sino por los dibujos de los niños desnudos), o cuando se atacaron o siquiera cuestionaron sus carteles callejeros. Qué lejos quedan ahora aquellas invocaciones huecas de Chrysallis a la libertad de expresión o a que “hablemos”.
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¿Problema? ¿Qué problema?
Por no concluir este artículo sin una reflexión sobre el fondo del debate, ése que no se puede tener porque si replicas eres un transfóbico y un fascista, tras una visita a la página de Facebook de Chrysalllis Euskal Herria no cabe sino sorprenderse de que se intente negar que las niñas con pene tengan un problema.
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Si ser una niña con pene fuera tan normal, en coherencia con esa idea debería prohibirse a esa niña que intentara recurrir a las hormonas o a la cirugía para intentar “reasignar” su sexualidad o hacer coincidir su sexo sentido y su sexo biológico. Por un lado, ¿no demostraría esa niña reclamando ese cambio que en el fondo piensa como Hazte Oír? Y si ser una niña con pene es tan normal y no es una enfermedad o una malformación, ¿por qué debería la sanidad pública pagar esa “cirugía genital” o “reasignación de sexo”? La OMS, por cierto, a fecha de hoy sigue pensando que la transexualidad sí es una enfermedad y sí es un problema.
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Siendo estrictamente coherentes con la teoría de Chrysallis, a una niña con pene ni siquiera se le debería permitir que cambiara el nombre en el registro. ¿Para qué cambiar el nombre? Igual que dicen que hay niñas con pene y niños con vulva, que digan que hay niñas que se llaman Antonio y niños que se llaman María.
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3 respuestas
Y a pesar de la incongruencia de los planteamientos de Chrysallis….la mayoría , o al menos la que vocifera, no se va a salir de lo Dictadura de lo Políticamente Correcto, a lo que antes lo llamábamos sentido común, y no lo imponía el dinero de George Soros.
Cuanto más intenta Chrysallis argumentar su planteamiento, más incongruente y endeble se vuelve. Pero como estamos en una dictadura, ni se le puede decir ni le importa que se lo digan. Estamos en la dictadura de los progres apoyados por inmensos rebaños de sumisos borregos.
Razonar y pensar libremente está prohibido en el estado de partidos. El delito de odio es precisamente eso.
La ideología viene impuesta desde el estado como una nueva religión y toda duda de la doctrina oficial se considera herética.
Bienvenidos a 1984.