La Mancomunidad de la Comarca de Pamplona, tras sendas preguntas de UPN en la comisión permanente de la misma, ha confirmado que los okupas del Palacio del Marqués de Rozalejo no pagan la tasa de residuos y no están dados de alta en el abastecimiento de agua. Los okupas, por consiguiente, no cuentan con ninguno de estos dos contratos preceptivos para cualquier inmueble habitado, no digamos para un negocio de hostelería.
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Obviamente los okupas generan basura, sólo que no pagan por el servicio de recogida.
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Si disponen de agua corriente, cosa que no parece clara, la obtienen irregularmente y tampoco la pagan.
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Como es lógico, si te apropias de un edificio que no es tuyo, sino de todos, y te aprovechas de lo que pagan los demás para conseguir agua y deshacerte de la basura, a eso se le puede llamar de cualquier manera menos “autogestión”. De hecho, la palabra adecuada seguramente sería “robar”.
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En el argumentario de la extrema izquierda, el patriotismo consiste en pagar impuestos para mantener los servicios públicos. El que paga es un patriota, el que no paga un parásito. El que no paga impuestos es lo peor. Desde luego este concepto de patriotismo de la extrema izquierda resulta muy discutible porque, entre otras absurdidades, serían más patriotas los ricos que los pobres, se confunde la patria con el estado y todo lo que no es del gobierno no formaría parte de la patria. Y porque un patriota puede querer pagar menos impuestos para financiar al PNV, a Comisiones Obreras, a Pirrtix y Porrotx o al departamente de Juventud e Igualdad, o puede pensar que es mejor una educación universal privada que una pública, o puede querer que las televisiones públicas se las paguen los partidos políticos.
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Un patriota también puede pensar que no quiere pagar con el dinero que gana trabajando los servicios que no pagan unos okupas que se pasan todo el día repensando el comunismo y la construcción nacional de Euskal Herria, entre porro y porro, porque sistema alternativo y operativo realmente no tienen pero ganar dinero trabajando sería venderse al capital y al enemigo. No es vagancia, la étika okupa exige quedarse tirado en el sofá depredando el erario público y viviendo de los que viven dentro del sistema. Claro que vivir de los que viven en el sistema no es ser antisistema ni vivir en otro sistema, sino parasitarlos, pero bueno, no estamos ante contradicciones que no pueda sofocar otro porro.
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Resultando evidente que los okupas no se dedican a la autogestión, sino a parasitar los inmuebles y servicios que pagamos el resto, una vez más se pone de manifiesto que el gobierno del cambio no es el gobierno del cambio sino el de la desigualdad, y que los amigos del gobierno se pueden saltar a la torera (aunque sean antitaurinos) las leyes, las normativas, las tasas y los impuestos, parasitando al personal y creando además (porque entre la maraña de leyes y normativas algunas tienen sentido) situaciones insalubres y de peligro. Que vivan ahí hacinados sin agua corriente no ayuda tampoco a mejorar la imagen de los okupas respecto a la higiene.
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Por lo demás, que en vez de echarlos el Gobierno de Navarra los mantenga lo explica claramente Laura Pérez en Twitter. En realidad, la contratada ilegal en el concejo presidido y viceprisidido por sus papis sabe de lo que habla (para variar) cuando habla de okupas ya que, en su calidad de tránsfuga, okupa un escaño que no le corresponde y que le dieron por los votos a unas siglas que después ha abandonado tras no aceptar el resultado de unas primarias que perdió. El caso es que así explica Laura Pérez su oposición al desalojo de los okupas: “Desalojar @maravillasGTX es desalojar a quiénes impulsaron el cambio en las calles y lo defenderían frente a todo”. Pues claro, que sí. ¿Cómo van a ser iguales las normas para quienes impulsaron el cambio y lo defenderían frente a todo y para el resto de ciudadanos? Mejor dejarlos ahí como un símbolo del cambio y un monumento a la estulticia de los que cumplen las normativas y pagan los servicios. Normalmente suele ser una mala política el dejar como única vía de escape de la indignación de los ciudadanos el día de las elecciones, pero allá ellos.
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