Los negacionistas violentos

Entre todas las revueltas callejeras que estamos viendo durante los últimos días nos dicen desde la prensa que solamente podremos encontrar personas «negacionistas». Con este término los medios de comunicación convencionales se ahorran emplear su tiempo en investigar a fondo las motivaciones que estos grupos pueden tener para realizar tales actos. No es la primera vez que vemos análisis simplistas, de hecho, por desgracia, son cada vez más comunes. El simplismo puede venir motivado por desgana a la hora de tratar el tema de forma rigurosa o, quizá, por ser útil para confirmar sesgos ideológicos que determinados medios pretenden fomentar. Como creemos en la presunción de inocencia y en la buena voluntad de esta gente vamos a suponer que todo esto se debe a la primera opción: simple pereza.

Vemos que en numerosas calles españolas de localidades dispares se «organizan» grupos violentos para ejercer vandalismo. Creo que todos nosotros, seres racionales que reflexionamos sobre las cosas que ocurren, podemos (y debemos) plantearnos algunas cuestiones sobre lo acontecido. ¿En las manifestaciones solo hay gente violenta o son solo determinados grupos que se suman a la convocatoria (provocando el resultado de ensuciar a los pacíficos)? ¿Todos tienen la misma ideología o puede tratarse de los delincuentes comunes que aprovechan cualquier oportunidad (política, futbolística…) para sacar a relucir su espíritu violento? ¿Qué ha prendido la mecha para que esto suceda ahora, justo en este momento?

Evidentemente yo no puedo dar respuesta a nada de lo anterior, deberían de ser los propios medios los que se plantearan esto y nos sacaran de dudas a los ciudadanos. Está claro que cuando los hechos son recientes no se puede sacar ninguna conclusión definitiva, pues las cosas hay que investigarlas. ¿Se ha tratado de hacer? No. Para ello se ha creado una nueva corriente ficticia llamada «negacionismo» que, si no tenemos cautela, puede transformarse en una etiqueta fácil para desechar cualquier discurso que convenga al interesado de turno. El lenguaje es enormemente importante para los tejemanejes políticos y, conseguir que algo tan cargado de negatividad en las mentes del vulgo como «negacionismo» se convierta en una palabra de fácil uso en contra de cualquiera que disienta, es un avance espectacular hacia el totalitarismo.

El «negacionismo» se ha convertido en la respuesta fácil a lo que cuesta entender y por ello, ya que se usa para el análisis simplista, resulta peligroso a la hora de tratar de mantener un ambiente plural en el que tenga cabida cualquier idea razonable. ¿Existen razones para que muchas personas se vean abocadas a manifestarse y protestar? Si. ¿Quiere decir eso que todos aquellos indignados con esta situación son negacionistas? ¿Qué niegan? Niegan que la gestión del Gobierno haya sido la correcta o que nos dicen siempre la verdad (cosa que está más que clara, pues si dices algo y luego lo contrario has tenido que mentir en algún momento). ¿Son esos individuos con razones legítimas los que se están manifestando con la mala suerte de que los violentos se han animado a asistir? No lo sabemos, aunque parecería algo razonable.

Los políticos se han aprovechado de esta dejación por parte de los medios para echarle la culpa al oponente y así lavarse las manos. Utilizan esto como arma arrojadiza y sus seguidores lo celebran. Parece que el interés de muchos de estos reside más en pintar al otro como violento más que en dilucidar qué es lo que realmente está pasando. A ellos les conviene, sin lugar a dudas, que haya desconcierto sobre el tema para poder moldearlo a su gusto y que encaje, aunque sea a martillazos, en lo que a ellos les conviene contar para legitimar sus intenciones. Es por ello que las imágenes de un adolescente limpiando los destrozos al día siguiente han sido apropiadas por todos los partidos. Todos quieren estar al lado del bueno y en contra del malo, pero no sabemos ni siquiera quién es el malo y mucho menos por qué hace lo que hace.

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