Los húngaros no han querido «marxismo cultural»

Pese a que las distintas hordas revolucionarias («progres», social-comunistas, eco-socialistas, grupos de presión LGTBI y demás globalistas de la Agenda 2030 y el Nuevo Orden Mundial) han entrado por todas, no parece que, de momento, hayan conseguido avanzar posiciones en Hungría.

Ningún muñeco de paja ha funcionado. Tampoco alentar al miedo en base a preocupantes situaciones coyunturales. Ni siquiera esa coalición de fuerza bruta que parecía ser un amalgama de todas las ideologías contrarias al conservadurismo nacionalista (había nazis, liberales progres y centristas centrados) funcionó.

En base a los primeros sondeos a pie de urna que comenzaron a salir a la luz, se empezó a pronosticar una holgada mayoría absoluta para FIDESZ (el partido político que lidera Viktor Orbán). Del mismo modo, parece que el avance del escrutinio corrobora que el amalgama del bloque opositor suma menos que, por separado, en el año 2018.

Mi valoración sobre los resultados la voy a exponer a continuación. Incluso voy a responder al aviso que puedo recibir por parte de algunos, no necesariamente para encasillarte de malas maneras (en relación a los últimos sucesos geopolíticos en Europa).

No es menos grave apoyar al PCCh más que a Putin

Yo soy el primero que manifiesta su más absoluta preocupación ante las amenazas expansionistas del ex agente de la KGB soviética Vladimir Putin. Aparte de la ilicitud que supone agredir la integridad territorial de otros, soy consciente de que, en sus sueños, las zarpas del oso podrían llegar a Polonia, Moldavia, Eslovaquia o las repúblicas bálticas.

Cierto es también que los ucranianos tienen una sociología nacionalista algo preocupante, no solo en relación a la minoría húngara, sino también hacia los polacos (recordemos los problemas del fanatismo del movimiento radical de Stepan Bandera). Pero ya dije que la cuestión del conflicto era sobre si apoyar o no a un sátrapa colectivista, de mentalidad soviética, que no es un fiel aliado de la Cristiendad.

Puede que el polaco pro-medio haya sido más inteligente que Orbán en esta cuestión, aparte de ser consciente de los problemas políticos que le pueden acarrear las zarpas del oso. Pero nadie es perfecto y no es menos grave colaborar con el Partido Comunista Chino tan alegremente, como hacen otros «demócratas liberales» al seguir sus directrices tan alegremente.

La Revolución, en su plano más cultural, la gran perdedora

Nadie dice que Orbán sea un verdadero contrarrevolucionario. Nadie niega que el Estado-nación sea un derivado abstracto consolidado en la segunda fase del proceso de la Revolución. Nadie está empezando a endiosar selectiva y circunstancialmente al Estado moderno. Simplemente diría que peor sería pecar de exceso de idealismo.

En la Hungría de Orbán no ha habido mayores amenazas a las libertades concretas que en la España de Pedro Sánchez. De hecho, pese a mantenerse ciertas políticas asistencialistas, las familias húngaras no solo pueden disfrutar de políticas estatales de protección al nasciturus, sino de una libertad fiscal algo notable (por ejemplo, exenciones en el IRPF).

Igualmente, cabe indicar que no había una situación de declive económico. En términos de Producto Interior Bruto, el año 2021 cerró con siete puntos más que el anterior. Luego, la tasa de desempleo juvenil magiar es diez puntos inferior con respecto a la española, una de las más elevadas de Europa.

Pero la economía era lo menos determinante en estos comicios (no ocurrirá lo mismo en una España lastrada por la gestión de políticos como Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Nadia Calviño, donde hay lastres de desempleo, estanflación y problemas para pagar facturas de suministros básicos), sino aquellos aspectos más culturales (aún no se ha hecho el recuento del referéndum paralelo sobre las políticas de género).

Una de las apuestas principales de la oposición magiar era, bajo el pretexto de unos «valores europeos» más relacionados con el nihilismo secularista suicida que con la Cristiandad que define a Europa, avanzar en el proyecto de ingeniería social que pretende subvertir ciertos cimientos del orden natural en Hungría.

Aparte de abrir las puertas a los invasores musulmanes, se pensaba en imponer las artificiales teorías de género en los colegios, en aumentar la desprotección del nasciturus y en destruir instituciones como el matromonio, reconocido en el texto constitucional magiar como la unión entre un hombre y una mujer. Es más, recordemos que hablaban de reformar la Carta Magna del país.

De hecho, lo que le preocupaba a entes como la Comisión Europea y la Open Society de Soros no era la verdadera libertad cristiana de los húngaros. Básicamente se inventaban pretextos para imponer, en contra del principio de subsidiariedad, todos esos derivados de la cuarte fase revolucionaria (homosexualismo, feminismo, ecologismo y multiculturalismo).

Con lo cual, ya terminando, desde España, celebro que las hordas revolucionarias no hayan triunfado tras todos sus voraces esfuerzos. El Estado-nación húngaro seguirá siendo un escollo para el expansionismo cultural progre que viene desde otras esferas. Es más, recordemos que ese Orbán que tiene sus virtudes y sus defectos está donde está porque libremente lo han decidido los ciudadanos.

Laus Deo!

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