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El poder político-policial contra el que piensa diferente
La gente tiene derecho a protestar contra el autobús de Hazte Oír y mostrar su discrepancia con el mensaje, naturalmente que sí, pero el autobús tiene derecho a mostrar su mensaje. Por el contrario, ayer se censuró no ya el mensaje, sino hasta el logo de Hazte Oír. Y esto lo hacen los mismos que hablan de leyes mordaza. No sólo eso, sino que varias decenas de jóvenes, al grito de “¡Hazte Oír kampora!”, golpearon reiteradamente el autobús, estorbaron su paso e impidieron su estacionamiento.
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Un autobús pintado de naranja
Llama la atención la agresividad desatada contra un simple autobús en el que finalmente no aparecía ningún eslogan, quedando reducido a un simple vehículo pintado de naranja. Casi podría pensarse que lo de estos días es un experimento del pensamiento dominante destinado a probar hasta qué punto tiene fuerza y ver si es capaz de amordazar a cualquiera con unas ideas distintas. En este sentido, una auténtica demostración de fuerza no implica tener la razón de parte del que prueba su fuerza; por el contrario, precisamente no tener razón pone más de manifiesto aún su poder. Al impedir la libre expresión y la libre circulación de un vehículo por el mero hecho de estar pintado de naranja, el discurso dominante probó ayer que le puede tapar la boca a cualquiera, por cualquier motivo, en el momento que quiera. Y ante eso la reacción mayoritaria seguramente es la de sometimiento, lo que subraya el poder y la fuerza del pensamiento dominante actual. Sexualmente podemos ser diversos, pero ideológicamente tenemos que ser todos creyentes de la ideología de género. La buena noticia es que por la menos hay un autobús naranja que someter.
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La cuestión ya no es la transexualidad, sino la libertad
Nadie ha puesto en duda a lo largo de este debate que existen personas con problemas relacionados con su cuerpo y con su identidad sexual y que estas personas merecen todo el apoyo y todo el respeto. Otra cosa es que sólo exista un punto de vista sobre la problemática de esas personas. O mejor dicho, que sólo se permita un punto de vista sobre la problemática de esas personas. Hemos pasado del punto en que Chrysallis iniciaba una campaña exponiendo su punto de vista a que el punto de vista de Chrysallis sea indiscutible, hay que aceptarlo obligatoriamente y hay que censurar a todo aquel que discuta el punto de vista de Chrysallis, que es el de la ideología de género. Más aún, ya hemos llegado al punto de que se puede ejercer cierta violencia física, como se vio ayer, contra todo aquel que discute la postura de Chrysallis. Por cierto, ¿veremos hoy alguna condena respecto a toda esa violencia?
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La manifestante herida
Entre las personas que ayer golpeaban el autobús o impedían su libre circulación, hubo una que resultó herida al quedar su pie bajo una rueda o torcerse el tobillo al tratar de alejarse, no queda claro en los vídeos. Obviamente el suceso se produjo a muy poca velocidad y con un coche de policía delante del autobús. De hecho, quien no estaba delante del autobús era la manifestante herida, que en realidad sufrió el percance mientras sujetaba la manilla de la puerta del conductor tratando de abrirla y otra persona golpeaba con un casco la ventanilla del conductor, y es que en cuanto el autobús se detenía recibía una lluvia de golpes. Estos detalles resultan relevantes porque algún medio aseguró que el autobús de Hazte Oír había arrollado a una manifestante y después se había dado a la fuga aunque, como indicábamos, el autobús iba detrás de la policía, que es una forma muy rara de darse a la fuga. Por otro lado, quizá esta situación se hubiera evitado si la policía hubiera contribuido algo más a despejar el paso al autobús siquiera por la seguridad de los propios manifestantes que, incluso en marcha, insensatamente cruzaban ante él o se acercaban a golpearlo.
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Pluralidad sexual pero no ideológica
Se habla de pluralidad, pero al mismo tiempo cada vez es más difícil expresar una idea al margen del pensamiento dominante. Si te opones al pensamiento dominante te enfrentas a una enorme presión social porque entonces no eres gente, eres un fascista, un cunetero, un pederasta, un homófobo, un franquista, un xenófobo, un antivasco, un amigo de los ricos, un enemigo de la gente: un hijo de puta, en definitiva. Criminalizar a alguien es el paso inmediatamente anterior a taparle la boca. La campaña de Chrysallis ha evidenciado que hay miedo a oponerse a cierto discurso, un miedo que llega incluso hasta las cúpulas de los partidos políticos. Al mismo tiempo también ha habido voces, algunas desde la discrepancia ante el pensamiento de Hazte Oír, que han defendido su derecho a la libertad de expresión, voces que van desde Jueces Para la Democracia a Fernando Savater, pasando por el primer español transexual reconocido por la Justicia, que además no sólo defiende la libertad de expresión de Hazte Oír sino incluso el punto de vista de Hazte Oír.
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El embrión de un nuevo totalitarismo ideológico
Hazte Oír, sin embargo, es sólo la punta del iceberg. Hay una lista creciente de cosas que se está volviendo muy difícil poder decir en voz alta sin tener que enfrentarse al gobierno, al parlamento, a la policía, a los fiscales, a la televisión, a las celebrities y hasta a grupos de manifestantes violentos. Cuando el poder y los manifestantes están del mismo lado contra los que opinan algo distinto, es difícil no empezar a ver el germen de un sistema totalitario.
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16 respuestas
Las religiones dan asco. De cara a la galería se dedican a dar lecciones de moralidad mientras a escondidas se dedican a violar niños y a robar mientras se ponen el alzacuellos, la kipá o leen el Corán. Por cierto, abueletes requetés y franquistas, que no os engañen, los jesuitas son el brazo armado del Vaticano.