Los casos de Polonia y Hungría y el peligro de que la UE se convierta en un instrumento de dominación ideológica global

Polonia y Hungría son dos países que constantemente escuchamos mencionar en las noticias a causa de sus enfrentamientos con la cúpula burocrática de la UE. Son también dos países a los que constantemente vemos satanizar en todos los medios nacionales de tendencia izquierdista por su empecinamiento en votar gobiernos no progresistas. ¿Cuál es el terrible peligro de los espantosos gobiernos “ultraderechistas” de Polonia o Hungría? Obviamente en estos países no se encarcela a la oposición, ni se tolera la violencia contra ella, ni se recorta la libertad de expresión, ni se persigue a la gente por su raza o por su idioma, lo que ya es decir más que de otros muchos países de la UE, incluido el nuestro, pero en cambio se cuestionan desde el gobierno cuestiones como el aborto o las leyes LGTB. A estas alturas del párrafo nos tenemos que preguntar si lo terrible es que en Polonia y Hungría se cuestionen el aborto o las leyes de género o que sólo en Polonia y Hungría se pueden debatir estos asuntos, y que la Unión Europea se haya convertido en un entramado supranacional de poder para imponer la uniformidad ideológica de todos los países de la UE.

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Nos encontramos por tanto ante un debate que por un lado es jurídico, acaso en su vertiente menos interesante, pero por otro lado y sobre todo es político, ideológico y hasta filosófico. El detonante de la crisis entre Polonia y la UE se produce a cuento de la reforma legal polaca para designar a los miembros de sus tribunales. El conflicto entre el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y el Tribunal Constitucional de Polonia ha llevado a este último a declarar que en lo que respecta a Polonia sus sentencias tienen rango superior a las del tribunal europeo, desatando una tormenta política, mediática y judicial.

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El análisis jurídico del conflicto sin duda excede los límites de este escrito, pero sin entrar a intentar prejuzgar si tiene más razón la UE que Polonia o viceversa, sí que resultan llamativos algunos extremos del enfrentamiento. Por ejemplo, hace cosa de un año el conflicto se planteó en términos muy parecidos entre el Tribunal de Justicia de la UE y Alemania, cuando el Tribunal Constitucional de Alemania sentenció que la política de compra de deuda del Banco Central Europeo contravenía la Constitución de Alemania, además de seguramente el sentido común. Aquello también desató un temporal, pero ni remotamente una persecución contra Alemania como la que está padeciendo Polonia.

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Como exponente de una de las presiones más importantes que está sufriendo Polonia, nos encontramos con su exclusión de los famosos fondos de recuperación de la Unión Europea. Y es que estos fondos da la impresión de que no son sólo un mecanismo de ayuda económica a los países que más han sufrido el azote del COVID, sino también un mecanismo de control de su manera de pensar. Así, resulta que en realidad, aún aceptando que el derecho comunitario tuviera preminencia sobre el polaco, lo cierto es que el derecho comunitario no prevé una forma de imponer a un estado miembro las sentencias del Tribunal de Justicia de la UE. Tampoco existe una forma de echar a un estado de la UE. Gracias al bréxit se ha creado un camino de salida para las bajas voluntarias, pero no existen las expulsiones obligatorias. De este modo, los fondos de recuperación se han convertido en un instrumento de chantaje contra Polonia a través del llamado “mecanismo de condicionalidad” del reparto de estos fondos. Por un lado no estaba previsto en ninguna parte que estos fondos se convirtieran en un instrumento de presión para sustituir la falta de herramientas de la UE para imponer las sentencias de su tribunal. Por otra parte da la impresión de que este mecanismo de presión se crea contra un par de estados miembros en concreto y contra una serie de ideas concretas. Como si la UE aspirara a ser una unión ideológica cuando no es, que nos hayamos enterado, ni una unión política todavía.

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De hecho en 2005 quedó sepultado en Francia el intento de establecer una Constitución Europea, aunque lo que no se consiguió gracias a los votos de los ciudadanos de los países miembros parece que se ha ido consiguiendo, por no decir imponiendo por la vía de facto, a través de los enredos del politburó burocrático de la UE y por la puerta de atrás. Cabría preguntarse además si es posible una unión jurídica sin una unión política. Se dice que la UE es como un club y cuando entras adeptas sus normas. Pero de una parte lo que dicen las normas del club puede acabar resultando difuso cuando las normas crecen y se multiplican constantemente hasta convertirse en una maraña cada vez más lejana de lo que se aceptó al entrar en el club, por no mencionar el problema de la determinación de qué es cumplir o incumplir las normas del club. Por otro lado una cosa es ir de casa a un club en el que hay tales o cuales normas, y otra que ya no haya tu casa y el club, sino que todo se haya convertido en el club, y ya no sea decisión tuya ni lo que hay en la nevera del club ni lo que hay en la nevera de tu casa, y tu vida haya pasado a ser propiedad totalmente del club.

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No con falta de razón, por otro lado, se quejaba Polonia de que la UE cuestionara su reforma de la Justicia cuando por aquellas mismas fechas el gobierno social-comunista español amenazaba con una reforma de la Justicia que convertía a los jueces en una mera extensión del gobierno y los partidos que lo sustentan. El apaño que finalmente ha coronado la renovación del TC, ¿es por otro lado un ejemplo de independencia para Polonia? Y sin embargo a nosotros nos van a cubrir bajo una lluvia de euros. Además también podría cuestionarse al propio Tribunal de Justicia de la UE compuesto por un magistrado de cada país miembro. ¿Alguien sabe cómo se nombra al magistrado de España? ¿Puede la UE lanzar muchas pedradas a Polonia cuando la composición del propio Tribunal de Justicia de la UE y su imparcialidad podrían ser cuestionadas?

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Retomando el problema esencial de este conflicto, la gran pregunta es para qué sirve ahora mismo la UE con todas sus normativas, instituciones y tribunales. Si es para garantizar la democracia y la libertad de pensamiento, como por una parte y de forma un tanto paradójica pretende argumentarse mientras se apisona cualquier irregularidad en Mátrix, o si por el contrario se trata precisamente de imponer una unión ideológica. Se mire por donde se mire una unión ideológica de 450 millones de personas, cuando entre personas libres suele haber cuatro puntos de vista por cada tres personas, es una dictadura. Porque si justo de algo podía servir la UE, más allá de sus aspectos económicos, es de herramienta para evitar que el discurso dominante se convierta además en único. Lo que se tendría que evitar se empieza a parecer sospechosamente a lo que se intenta promover. Y eso que se intenta promover parece que ya no se puede ni discutir.

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Un comentario

  1. En Europa del este que han sufrido toda clase de totalitarismos son la última reserva de la moral occidental. Más Europa y menos UE, nido de burócratas y corrupción.

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