Los datos de la EPA publicados ayer son, según se mire, más o menos malos. Si estuviéramos en tiempos normales serían muy malos. Para estar en la situación en la que estamos, no son tan malos. Desde luego están lejos de ser buenos. Eso sí, lo más amenazante que refleja la EPA no se ve a primera vista, hay que escarbar un poco.
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Para empezar hay que tener en cuenta que la EPA del primer trimestre no refleja más que muy parcialmente la situación que podemos estar atravesando ahora. El estado de alarma y la paralización del país sólo tiene lugar en la segunda parte del tercer trimestre. De las 13 semanas que comprende la encuesta, el estado de alarma no ha tenido incidencia sobre 11 de ellas. Las entrevistas en las que se basa la EPA están repartidas uniformemente a lo largo del trimestre, por lo que los datos apenas muestran de momento más que la punta del iceberg. Pero si hay punta, hay más iceberg.
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A primera vista, el primer trimestre cierra con un aumento del 13,78% al 14,41% de paro. En términos numéricos, tenemos 121.000 parados más que el trimestre pasado. Puede parecer que no es para tanto, pero hay que tener en cuenta algunos otros elementos que no quedan reflejados en estos guarismos. La propia EPA advierte en la letra pequeña de algunos de ellos.
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Por un lado, la ocupación ha bajado en 285.600 personas en el primer trimestre. Pero es que además esta cifra no incluye a los afectados por un ERTE con suspensión de empleo, que según la metodología de la EPA se consideran ocupados mientras dicha suspensión sea inferior a tres meses. Se calcula que marzo terminó con casi 600.000 trabajadores afectados por un ERTE. Esto nos empieza a ofrecer una imagen más realista del problema al que nos enfrentamos, y hablamos de datos del mes pasado. Hemos acumulado un mes más casi paralizados.
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A todo esto habría que añadir a alrededor de 1 millón de autónomos que han cesado su actividad. Permanecen en un limbo en el que no están en paro y siguen ocupados, pero sin trabajar, sin tener ingresos y pagando. Su situación no se puede mantener indefinidamente en estas condiciones y nos vuelve a mostrar la crudeza con la que la inactividad económica prolongada nos puede castigar.
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Decíamos que el paro ha aumentado en 121.000 personas y que esto era una señal de casi las últimas fechas de la EPA, pero tampoco es un dato fiable porque en la actual situación de estado de alarma, cierre de negocios y confinamiento, muchos trabajadores que hayan perdido su empleo no pueden utilizar ningún método de búsqueda de trabajo por estar cerradas las empresas que podrían contratarles, o por tener que permanecer en casa cuidando de menores o personas dependientes. De este modo, al no estar buscando activamente empleo o no estar en situación de poder trabajar, la EPA no los considera parados sino inactivos. En este sentido resulta revelador que el número de inactivos haya crecido en el trimestre en 257.500 personas.
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Teniendo en cuenta todo este conjunto de cosas y que la encuesta sólo refleja apenas el comienzo del estado de alarma y la paralización de la economía, resulta bastante evidente que nos enfrentamos a una situación de proporciones catastróficas de prolongarse en el tiempo. Por otro lado, además de detener el efecto destructivo, si se consigue reactivar la economía de una manera más o menos segura y rápida, excluyendo ciertos sectores, podría pensarse que quizá todavía seguimos dentro de la ventana temporal que podría permitir una recuperación y una vuelta a la normalidad relativamente rápida y vigorosa. Por no mencionar que una prolongación de la situación significaría también un completo y catastrófico desbarajuste de todas las cuentas públicas.
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