La situación, obviamente, podía ser una fuente importante de problemas por varias razones. A falta de otro comprador, tenía que ser la propia sociedad quien se quedara con las acciones de forma acumulativa e indefinida, sin otro horizonte que el de la amortización. Una solución cuestionable al adquirir la autocartera un determinado volumen, y que podía haber generado una situación comprometida si un grupo importante de accionistas hubiera puesto de golpe en venta todas sus acciones.
Una parte del problema deriva de las limitaciones de los estatutos para la transmisión de acciones. Así, el artículo 4º establece como condición para ser accionista “tener la vecindad foral navarra, haberla tenido con anterioridad o ser descendiente por línea directa de quien hubiese tenido dicha condición civil”. El artículo 11º restringe la libre transmisión de acciones a la “que realice cualquier socio a favor de sus descendientes o hermanos o hijos adoptivos, siempre que los adquirentes reúnan las condiciones expresadas en el artículo 4º”. Cualquier otra transmisión inter vivos, sólo es posible si el Consejo de Administración o el resto de accionistas renuncian a ser ellos quienes las compren primero. Naturalmente todo este sistema está diseñado para retener la propiedad en manos del accionariado y sus descendientes, y el sistema funciona mientras las compraventas de acciones se solucionen entre los propios accionistas. El problema era que esto no estaba sucediendo.
Al parecer, la autocartera ha ido siendo progresivamente asimilada por el accionariado y el problema ha quedado resuelto. Las valiosas acciones de Diario de Navarra (La Información S.A.) seguirán siendo un codiciado objeto de deseo para muchos… desde fuera.