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Esta misma semana se publicaba que el número de denuncias presentadas en Navarra por violencia de género ha sufrido un incremento del 65% en el segundo trimestre de este año en comparación con el mismo periodo de tiempo de 2016, según se desprende de los datos publicados por el Observatorio contra la violencia doméstica y de género del Consejo General del Poder Judicial. Entre abril y junio, los juzgados navarros recibieron 561 denuncias frente a las 339 registradas en los mismos meses del año anterior, lo que en el ranking autonómico nos coloca en la séptima peor posición. De las 541 víctimas, 320 eran españolas y 221 extranjeras. Este último dato apunta a que, efectivamente, en la violencia contra la mujer hay un componente cultural o educacional. La pregunta, puesto que las cifras de violencia contra la mujer aumentan en vez de disminuir, es si respecto a todos esos factores culturales y educacionales lo estamos haciendo bien.
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Si preguntamos a los políticos que nos dirigen, los cuales gastan a manos llenas nuestro dinero en campañas contra la violencia de género, cuando no en otras muchas campañas indirectas tendentes a implantar la ideología de género bajo la premisa de que a más ideología de género menos violencia contra la mujer, su respuesta es que por supuesto que lo estamos haciendo requetebién. Entonces, ¿por qué aumentan las denuncias?
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La plantilla con las respuestas a la que miran nuestros dirigentes en estos casos dice que no es que haya más violencia, sino más denuncias. Que si hay más denuncias no sólo no tenemos que preocuparnos, sino que es un gran éxito. Que eso quiere decir que ahora las mujeres denuncian más, no que estén sufriendo mayor violencia.
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Lógicamente este argumento por sí mismo no tiene ningún sentido. Lo mismo sirve si es lo que nos dicen o si es que efectivamente existe mayor violencia contra la mujer. ¿Y cómo sabemos si es lo uno o lo otro?
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Una información que nos puede ayudar a extraer alguna conclusión es la cifra de mujeres asesinadas. Puede que haya mujeres que sufren agresiones y que no lo denuncien, o que ahora denuncien más que antes, pero cuando pasamos a la cifra de mujeres asesinadas ahí ya no hay ocultación posible. Si crece el número de denuncias pero baja el de asesinadas, puede que sea cierto el argumento de nuestros bienamados dirigentes, ¿pero y si el número de denuncias crece y el de asesinadas tampoco baja? En tal caso quizá debamos pensar que eso de que las denuncias aumentan porque se denuncia más y no porque haya más violencia es puro voluntarismo y que las campañas, por su enfoque, porque paralelamente mandamos mensajes contradictorios, o por la razón que sea, son un fracaso.
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El hecho es que la cifra de mujeres asesinadas es pública, se puede consultar en la web del INE y, pese a las campañas, pese a los millones gastados, pese a la progresión e incluso imposición de la ideología de género al calor de la lucha contra la violencia machista, no muestra un descenso evidente en la violencia contra la mujer. En realidad, lo que revela la estadística es que, tras algunos altibajos, más altis que bajos, estamos igual que hace casi 20 años.
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Yendo un poco más allá, nos encontramos con asociaciones de gays y lesbianas que denuncian la “invisibilidad” de la violencia en pareja cuando se trata de parejas del mismo sexo. Un estudio realizado en 2014 por la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern de Chicago, analizó informes con datos en los que participaron 30.000 personas llegando a la conclusión de que “las tasas de violencia doméstica entre parejas del mismo sexo son consistentemente más altas que las de parejas heterosexuales», según Richard Carroll, psicólogo y coautor del informe. No es un informe inédito ni mucho menos. Ante este tipo de estadísticas disruptivas, es obvio que se pone en jaque la ideología de género o el concepto mismo de “violencia machista” o “violencia de género”, ya que no nos encontramos ante la violencia «de género» de un hombre hacia una mujer sino entre hombres o entre mujeres. Frente a esto siempre se pueden intentar buscar explicaciones que intenten preservar desesperadamente la integridad de las teorías de género, como que las parejas homosexuales viven bajo una mayor presión por el rechazo exterior, o que incluso entre parejas homosexuales una asume un rol femenino y otra el masculino, aunque es una premisa arbitraria que podría aplicarse a cualquier violencia, o no se distinguiría de explicaciones alternativas como que es una violencia del fuerte frente al débil, que también podría aplicarse a cualquier violencia, incluida la infantil, sin incidir en el género. El hecho es que frente a las teorías, que sólo tratan de interpretarlos, los números son tozudos.
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Un comentario
Muchas campañas y muchos campaños pero mientras tanto subvencionando y contratando publicidad institucional con periódicos plagados de anuncios de prostitución. Como todo el mundo sabe, la prostitución no tiene nada que ver con la violencia, pero nada de nada. O a lo mejor sí pero los portavoces y portavozas de algunos partidos y partidas prefieren mirar a otro lado. A lo mejor la construcción nacional está por encima de estos detalles