La violencia contra la mujer es un asunto recurrente y más cuando se acaba de celebrar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer a lo que se suma que vamos entrando bien en diciembre y las cifras de mujeres asesinadas en 2019 apuntan un mal año y una constatación de que la Ley de Violencia de Género no se puede criticar, pero no resuelve el problema que estamos abordando. Un enfoque particularmente erróneo en relación con estos crímenes es el que lo compara con ETA, una idea en boga en los últimos tiempos.
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Que el terrorismo de ETA o el “terrorismo machista” no tengan nada que ver podría considerarse una mala noticia para las mujeres en el sentido de que, a diferencia del terrorismo de ETA, no basta con rendirse para que cese. Es cierto que podría cuestionarse si el terrorismo de ETA o el terrorismo islámico cesarían realmente mediante una rendición o convertirse en esclavo cambiaría simplemente el nivel y la forma de padecer la violencia, pero la verdad es que tampoco es el caso, no es procedente y en realidad es mejor para las mujeres que la violencia que sufren no sea comparable con ETA.
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Para empezar es una suerte que la llamada violencia machista no sea comparable a la de ETA porque así los maltratadores no tienen el apoyo social, político y mediático que tuvieron e incluso tienen los terroristas de ETA. Gente particularmente poco protagonista en la lucha contra ETA, además, se distingue ahora remarcando que la violencia machista es como el terrorismo de ETA.
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Los etarras, por otro lado, eran una banda terrorista, mientras que los maltratradores no lo son, no actúan de una forma coordinada, la banda no tiene un nombre, no publica comunicados, los asesinos de mujeres no actúan en nombre de la banda, la banda no tiene una lista de exigencias, no hay reuniones de asesinos de mujeres y violadores que llegan de todas partes a un lugar secreto para pactar una forma de actuación, no hay una banda que reivindique los asesinatos de mujeres y violaciones. Esto no quiere decir que los asesinos de mujeres sean mejores que los etarras, sino sólo que son casos y cosas distintas.
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Llegados a este punto de comparaciones odiosas no cabe sino recordar la machacona insistencia con la que, cuando era ETA quien mataba a alguien, nos decían que no había que confundir a los etarras con los vascos, o a los nacionalistas con los etarras y los violentos.. Ojalá con el género masculino se tuviera ahora tanto cuidado.
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Es decir, nos decían que no había ninguna relación entra las cosas que pensaban y reclamaban los terroristas de ETA y la violencia que practicaban porque, aunque eran exactamente las mismas ideas que pensaban y las mismas cosas que reclamaban los partidos nacionalistas, resultaba que todas esas cosas e ideas eran perfectamente legítimas y defendibles, nos decían, lo condenable era la violencia, no las ideas; el pensamiento no delinque, nos decían; no había relación entra la violencia y las ideas.
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Por el contrario, ahora resulta que la tortilla se da la vuelta, las ideas son precisamente las que matan y hay una relación total entre los asesinos de mujeres y sus ideas y su visión del mundo. Aquí nos encontramos incluso con una voltereta añadida y es que los nacionalistas no eran culpables cuando un nacionalista mataba, mientras que ahora todos los que no comparten la ideología de género son culpables aunque el asesino a lo mejor hasta simpatizara con la ideología de género. Lo que mata del asesino de una mujer son sus ideas, o ni siquiera sus ideas, sino las ideas de todos los que no son izquierdistas, por decirlo de forma bastante bestia pero no demasiado lejana a la realidad, tanto que nos están vendiendo con no demasiado disimulo que el día en que todos nos hagamos de izquierdas dejará de haber asesinatos de mujeres.
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Como colofón a este debate habría que citar las recientes declaraciones de Alfonso Guerra revelando las interioridades del debate entre los magistrados del Tribunal Constitucional que declaró constitucional la parte de la actual Ley de Violencia de Género que considera un agravante el género del asesino y por tanto establece que un mismo hecho (matar a una mujer) tenga una pena distinta según el culpable sea hombre o mujer. Esta discriminación un tanto insólita de que un mismo hecho punible tenga penas distintas según el género del autor, explicaba Alfonso Guerra, era considerada como evidentemente inconstitucional por los magistrados, que no obstante la acabaron declarando constitucional por la presión mediática y social. La verdad es que la experiencia en muchos otros casos con el Tribunal Constitucional no ayuda a desconfiar particularmente de las revelaciones de Alfonso Guerra.
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Una vez decidido que la sentencia tenía que ser popular, el argumento en su defensa venía a ser el de que casi todas las personas asesinadas por su pareja eran mujeres asesinadas por hombres. Pero claro, en virtud de este argumento, si los hombres atracan más farmacias que las mujeres también habría que poner una pena más grave al hombre que atraca a una farmacia que a una mujer, o si los inmigrantes cometen más delitos, ponerles penas más graves. Si hay 10 veces más de atracadores de farmacias que atracadoras, la consecuencia lógica es que haya 10 veces más de presos que presas por atracar farmacias, no que a los atracadores les caiga una pena 10 veces mayor que a las atracadoras. Volviendo a la comparación con la ETA, la Ley de Violencia de Género se parece un poco a haber considerado un agravante el ser vasco. Que por cierto casi todos los terroristas de ETA eran hombres, ya que hablamos de la violencia nacionalista.
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Un comentario
La ETA internamente ha sido machista. Ha utilizado casi exclusivamente con fines sexuales a las mujeres colaboradoras. Las mujeres etarras (salvo contadas excepciones) han sido el descanso del guerrero que decía aquel.