La toma de Pamplona.

Los cálculos en detalle del asalto corren a cargo de Sébastien Le Preste Vauban, máxima autoridad en punto a la toma de plazas fuertes y ciudades amuralladas. Tenemos los cañones de todos los calibres antes mencionados, las cargas de pólvora, las piedras de fusil, doscientas mil medidas de plomo, sesenta morteros… Pero todo esto, para un asedio de estas características, es sólo el principio.

La “línea de circunvalación”.

Resulta imprescindible anticipar la posibilidad de que, tras ponerle sitio, un ejercito acuda desde el exterior en socorro de Pamplona. La ortodoxia elemental de asedio desde la batalla de Gergovia aconseja practicar un sistema de trincheras que permita defenderse al ejército invasor caso de ser atacado por la espalda. Es la llamada “línea de circunvalación” del asedio, que debemos situar a una distancia de unos dos o tres kilómetros de la muralla y todo a lo largo del perímetro de Pamplona. Sólo esta labor requerirá el trabajo de 15.000 personas y unos 3.000 carros.

El “frente de ataque”.

Este es acaso el punto central de nuestra empresa: la elección del lugar exacto por el que intentaremos abrir brecha en la muralla. Hemos reunido toda la documentación posible sobre las defensas, hemos consultado los planos existentes, hemos enviado observadores, nuestros ingenieros llevan a cabo las últimas mediciones y en nuestros calabozos, torturamos a los prisioneros para conocer hasta el último detalle.

Los “caminos cubiertos de aproximación”.

Hemos elegido el punto débil sobre el que desataremos un infierno de fuego y plomo: entre el Bastión de Santiago y el Bastión del Real. Pero no podemos lanzar sin más a nuestros hombres hasta ese punto. Mucho antes de llegar hasta él, serían barridos por los cañones de las murallas y el fuego de fusilería. Para acercarnos a la muralla minimizando las bajas no lo haremos andando, sino cavando. Abriremos lo que técnicamente se denominan “caminos cubiertos de aproximación”, o trincheras en zig-zag que nos acerquen hasta la muralla a cubierto del fuego enemigo. Habíamos olvidado mencionar que para nuestra empresa, tanto como los fusiles, serían necesarios varios miles de picos y palas, carretillas, cestones y todo tipo de herramientas de minador y carpintero.

“Líneas paralelas”.

No hemos terminado de cavar. Hemos llegado casi a la muralla en línea recta, pero ahora tenemos que excavar una trinchera paralela. Necesitamos estas “líneas paralelas” para desplegar a nuestras tropas de asalto frente a las defensas.

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Es la hora de la diplomacia.

Ya estamos listo para el asalto. Es el momento de hacer al comandante de la ciudadela una oferta que no pueda rechazar. Si no rinde la fortaleza no habrá clemencia con la guarnición, la ciudad será entregada al saqueo y él mismo será ejecutado. En caso de capitular la plaza, no obstante, las tropas de asedio serán gratificadas por su general mediante las contribuciones impuestas a la ciudad rendida. Esto o un baño de sangre y fuego en la capital del Reyno…

Un imperio sobre el que no se ponía el sol.

La construcción de la Ciudadela fue decidida por Felipe II y, curiosamente, su historia va a resultar reiteradamente determinada por la posición de Portugal en el teatro europeo. Bajo el reinado de Felipe II, España era la primera potencia del mundo. En 1578 fallece el rey de Portugal sin descendencia, por lo que la corona recae sobre su tío: un viejo arzobispo también sin descendencia. Ante esta situación, el nuevo rey cursa una invitación a todos quienes se crean con derecho a sucederle para presentar sus alegaciones. El candidato con más títulos era Felipe II, hijo de la emperatriz Isabel, hija a su vez del rey de Portugal. La idea de que Portugal y sus colonias pasaran a formar parte del Imperio Español, como así al fin sucedería, provocó la lógica inquietud de Inglaterra y Francia, la cual contempló la posibilidad de atacar España desencadenando una guerra para apoyar a otro de los candidatos (Don Antonio, descendiente bastardo de la familia real lusitana). Pamplona estaba llamada a convertirse en la primera línea de defensa frente a una incursión francesa. Curiosamente, la Ciudadela fue tomada por los franceses más de dos siglos después, apareciendo Portugal otra vez de por medio. En 1806, tras fracasar su intento de invasión directa, Napoleón impone a Inglaterra el llamado Bloqueo Continental, que Portugal -aliada de Inglaterra- se niega a aceptar. Napoleón decide entonces invadir Portugal a través de España, sellando un pacto (el de Fontainebleau) que permita el paso de sus tropas. Todos conocemos el resto y también que unas cuantas bolas de nieve, en la práctica, evitaron el engorro de emplazar decenas y decenas de cañones y cavar kilómetros y kilómetros de trincheras.

De esta forma, aunque contado a nuestra manera, recrea la revista Pregón en su último número cómo hubiera sido la toma por asalto de la Ciudadela. El artículo sobre el ataque a la Ciudadela del que hemos tomado los datos, firmado por Luis Eduardo Oslé (coronel de Estado Mayor del Ejército y doctor en Historia), forma parte de una interesante serie de artículos en ese mismo número de la revista sobre la Ciudadela. Al final, y ya desfasada como sistema defensivo, fue la insalubridad de vivir en una ciudad cerrada lo que determinó la caída de las murallas de Pamplona. Unas murallas y una Ciudadela, sin embargo, que todavía se conservan en gran medida, siendo un tesoro de la ciudad del que los pamploneses no solemos ser conscientes y, por tanto, mucho menos todavía capaces de publicitarlo, promocionarlo y venderlo al exterior en lo que vale.

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