Cuando en el primer trimestre de 2012 se aprobó la reforma laboral, flexibilizando el empleo y la firma de los convenios colectivos, las formaciones de progreso auguraron un colapso en España del empleo. En aquel momento había en nuestro país 5.639.000 parados según la EPA. Naturalmente cualquier observador habría pensado que lo que no funcionaba era no hacer nada, que las barreras de salida funcionan también como barreras de entrada y que blindar los empleos se había probado que era un fracaso, como demostraban los más de 5,6 millones de parados. Pues bien, ¿cuál es el resultado con perspectiva de aquella reforma?
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Para empezar, de los citados 5.639.000 parados hemos pasado a sólo 3.731.700; es decir, tras la reforma laboral, o con la reforma laboral, se ha reducido en 1.907.300 personas el número de parados.
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Otro dato significativo es que el salario medio ha pasado de 25.515 euros brutos en 2011 a 26.710 en 2016. El salario medio ha crecido por tanto un 4,6% en ese período, ligeramente por encima de la inflación.
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Para terminar, la temporalidad ha pasado del 19,2% al 22,8% en el tercer trimestre de 2017. Podría pensarse que este ligero aumento de la temporalidad es un precio pequeño por haber creado 1,61 millones de empleos y haber bajado en 1,9 millones el número de parados, pero ni aún así sería del todo justo endosar sin más el aumento de la temporalidad a la reforma laboral. La realidad es que la temporalidad ha subido ligeramente respecto a 2012 porque en 2012 era muy baja, y lo era porque para ese momento un gran porcentaje de los trabajadores temporales habían perdido su empleo. La prueba es que la temporalidad antes de la crisis, en el primer trimestre de 2008, con la antigua legislación laboral, superaba el 30%.