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El cuatripartito sigue sacando pecho con el supuesto éxito de la reforma fiscal, que se traduce en una mayor recaudación, la cual permite mayor gasto público y más estado del bienestar. Hasta aquí la teoría.
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Es cierto que se ha producido un aumento de la recaudación. En el primer semestre de 2017, la recaudación en Navarra ha aumentado un 9,03%.
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El problema es que en el conjunto de España, en el primer semestre de 2017, la recaudación ha subido un 9%. El gobierno central apostó por una bajada de impuestos en vez de por una subida, lo que inicialmente tuvo un impacto negativo, pero esa bajada se ha ido convertiendo en un estímulo económico que ahora hace crecer la recaudación.
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El gobierno del PP, según nos dicen, quiere destruir deliberadamente el estado del bienestar, que se desplome la recaudación, que haya mucha economía sumergida y que los ricos no paguen impuestos. Por el contrario, el cuatripartito adora el estado, el gasto, los servicios públicos, la lucha contra el fraude y exprimir a los ricos en beneficio de todos. Pues bien, la diferencia entre estas dos políticas supuestamente tan distintas es tan raquítica como un 0,03%. O sea, nada. O el PP no es tan malo, o el cuatripapartito no es tan bueno. No es lo que digamos nosotros, es lo que dicen los números.
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El otro punto a considerar es la lucha contra el fraude.
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Uno de los principales mantras de la izquierda radical en los últimos años es que, como todo el mundo sabe, a la derecha cuando gobierna le encanta el fraude fiscal, la economía sumergida y no perseguir a los defraudadores. Por consiguiente, cuando la izquierda llegara al poder, a la pregunta de “¿y cómo vais a pagar todo eso?” la respuesta sistemática era: mediante la lucha contra el fraude fiscal. Y entonces el interrogado aportaba unas fabulosas cifras sustentadas en el PIB y el porcentaje de economía en B.
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Es por eso que resulta llamativo ver comparecer al consejero Laparra para exponer que el año pasado el gobierno del cambio consiguió hacer aflorar 114 millones en la lucha contra el fraude. No 114 millones más, sino 114 millones. Es decir, que si el año anterior afloraron 106,5 millones, el espectacular balance neto de la lucha contra el fraude es 7,5 millones más. Huelga señalar la insignificancia de rascar 7,5 millones en un presupuesto anual que ronda los 4.000.
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Por otro lado, en caso de ser llevados por la curiosidad y consultar la hemeroteca, nos encontramos con que la lucha contra el fraude del Gobierno de Navarra afloró 161,5 millones allá en 2013, por ejemplo, en tiempos de Lourdes Goicoechea. Ya saben, cuando gobernaban los que les gusta la economía sumergida y no luchan contra el fraude.
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Otro elemento para comprobar la impostura de todo lo que se iba a recaudar luchando de verdad contra el fraude (no de mentira como antes) se deduce de la comparación entre el Plan de Lucha Contra el Fraude 2014-2017 y el Plan de Lucha Contra el Fraude 2016-2019. El primero preveía que afloraran 560 millones, el segundo prevé que afloren 590 millones. Es decir, un aumento de 30 millones, 10 millones al año. Esa es la ridícula diferencia entre lo que afloraba cuando se luchaba de mentira contra el fraude y ahora que nos dicen que se lucha de verdad. Por no complicar la ecuación, además, no entraremos en disquisiciones sobre la inflación; pero lo mencionamos, para que conste.
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Hay que decir asimismo que lo que se recauda de más en general no es tanto por el éxito de la lucha contra el fraude, sino por el propio crecimiento económico. La economía sumergida es un porcentaje del PIB que como tal crece o decrece según crezca o decrezca el propio PIB. Es por eso que se puede recaudar más por la lucha contra el fraude sin que descienda el porcentaje de economía sumergida, que básicamente es lo que sucede. La lucha contra el fraude de hecho ha recaudado menos durante la crisis no porque hubiera menos fraude, sino porque había menos actividad económica.
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A la vista de todo lo anterior, tal vez puedan empezar a entender ustedes por qué todavía, por ejemplo, no estamos cobrando todos esa renta básica universal en virtud de la cual el trabajo se iba a convertir en algo voluntario y altamente remunerado, como nos dijeron que se podía y se iba a hacer con todo el dinero que iba a salir de la lucha en serio contra el fraude. De todos modos lo más llamativo no es que de todas estas cosas fabulosas que prometieron no se hayan cumplido, sino que nadie se las reclame. Será que en el fondo ni los suyos se las creyeron.
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