Evidentemente no todos los olentzeros tuvieron este aspecto, aunque lo anterior se repitió en muchas ciudades, barrios y pueblos. De esta forma resulta inevitable la politización del Olentzero. La decisión de la ETB de suprimir la cabalgata es otra muestra de la ingeniería social detrás del Olentzero. Incluso la crónica de Diario de Noticias del Olentzero de San Antonio, el más significativo de Pamplona, daba cuenta el año pasado de que “cerca de una treintena de personas se colocó a la cabeza del desfile de Olentzero portando pancartas que en las que pedían el acercamiento de presos a las cárceles vascas”.
El Olentzero, por otra parte, es un personaje sumamente controvertido. Frente a su actual carácter de Papá Noel vasco con cabalgata, Pío Baroja contaba que en su infancia no se le identificaba con Papá Noel sino con “el coco”, y que en algunas partes “se creía que venía con una hoz a cortar la cabeza de los niños”. Viendo las fotos que ilustran esta noticia no resultaría difícil pensar lo mismo. Es en esta dirección, por tanto, hacia donde deben dirigir sus esfuerzos los defensores del Olentzero. Otra cosa no sólo resultaría inútil, sino hasta sospechosa.