Podría parecer frívolo dedicar alguna línea a escribir sobre la coleta de Pablo Iglesias, ¿pero realmente alguien se cree que esto es un mero corte y no una extraordinaria tomadura de pelo?
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La coleta de Pablo Iglesias ha sido durante muchos años una seña de identidad de Podemos. Para representar a los antisistema había que tener una cierta pinta de antisistema. Tampoco es que una coleta a estas alturas represente un nivel de provocación inusitado pero el líder de un partido revolucionario tampoco podía aparecer con una corbata. O sí, si habláramos de alguien menos peliculero.
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Cuando Ayuso convocó elecciones en Madrid e Iglesias decidió presentarse como cabeza de lista de su partido, la coleta se enmoño y aparecieron unos pendientes de pirata para anunciar que dejaba la vicepresidencia para frenar a “la derecha criminal”. Claramente se produjo una intensificación de la radicalidad de su apariencia acorde a la radicalización de su mensaje, a fin de cuentas sus bukaneros iban a ir poco después a reventar violentamente el mitin de inicio de campaña de otro partido. Había que vestir al candidato conforme al nivel de crispación que pensaban que les convenía, pero sobre todo había que volver a disfrazar de antisistema al dueño del chaletón de Galapagar.
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El día en que Pablo Iglesias apareció en la puerta de la cadena de televisión que iba a retransmitir el debate entre los candidatos, apareció en un taxi que había tomado a la vuelta de la esquina para hacerse una foto pareciendo un hijo del pueblo. Cuando terminó el debate y salió del edificio volvió a montarse en un coche con chófer para devolverle a Galapagar. Todo fue un teatro para tapar la incoherencia entre el discurso del personaje y su vida real. No sólo la coleta es de quita y pon.
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Alguien que tiene un aspecto hasta antes de las elecciones y otro distinto después de las elecciones no puede dejar de sospecharse que ha estado engañando a los electores. Si cuando uno se dedica a la política es una persona distinta que cuando la abandona, o tiene un look exclusivo para hacer política, se le puede llamar de muchas formas menos auténtico. Si ni la coleta era de verdad, ¿qué había de verdad en el personaje? Irene Montero debería estar en estos momentos construyendo un caso de nulidad matrimonial por suplantación, salvo que ella sea igual.
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Hay quien dice que el look y la pose de Iglesias imitan a un retrato de Stalin cuando era joven. No es lo que parece. Lo que parece ahora Iglesias es un cayetano. No es que sus ideas no sean realmente extremistas, pero entre sus ideas y su forma de vida hay una clara contradicción. ¿Cuántos más habrá en Podemos o en otras formaciones extremistas para los que la diferencia entre lo que defienden y lo contrario sea un chalet? Al menos Pablo Iglesias ahora tiene el aspecto que se espera de alguien que vive en un vecindario como el suyo. Al tipo le gusta vivir como la gente a la que odia. Por lo que se ve, puede que hasta peinarse como ellos. Promueven la Venezuela de Chávez para sus votantes pero ellos forman parte del Vanity Fair team. No, no da igual. Si diera igual, se hubiera presentado con este peinado y estas pintas en la campaña electoral. Al final no fue mucha, pero se ríe de toda la gente que le votó.
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