La «nueva normalidad» es una mierda

Resulta muy difícil no ponerse nervioso escuchando a este gobierno cada vez que habla, y encima este gobierno no para de hablar en comparecencias interminables al más puro estilo dictatorial caribeño. O sea, que no ganamos para nervios. Entre todas las cosas que nos puede poner nerviosos del discurso del nuevo gobierno, seguramente se lleva la palma esa machacona expresión que no paran de repetirnos al hablarnos de una “nueva normalidad”. ¿Qué boniatos es eso de la “nueva normalidad”? ¿Nos han preguntado si queremos una nueva normalidad? Queremos nuestra vieja anormalidad.

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Todos somos conscientes de que nos enfrentamos a una peligrosa pandemia provocada por un nuevo virus que nos ha pillado indefensos, que nos está golpeando con gran dureza y que la lucha contra este virus justifica algunas medidas excepcionales -quizá no todas- desde el punto de vista político, económico e incluso policial, hasta que seamos capaces de dar una respuesta médica contundente a esta enfermedad, que a fin de cuentas es el punto al que debemos llegar.

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Una vez encontrada una respuesta médica eficaz al problema del coronavirus, deja de tener sentido la “nueva normalidad” que nos quieren imponer. Una guerra o una amenaza terrorista puede justificar determinadas restricciones a los derechos de la ciudadanía, tampoco cualquier restricción a los derechos de la ciudadanía con la excusa de la guerra o el terrorismo, pero una vez acabada la guerra dejan de tener sentido las restricciones. Derrotado el enemigo, se vuelve a la vieja normalidad, se acaba el dormir en las estaciones de metro, el toque de queda, no poder encender luces por la noche, no poder circular libremente, o cualquier otra restricción típica en tiempo de guerra pero atípica e injustificable una vez acabada la guerra.

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Es normal que cuando una persona está enferma deje de ir al trabajo, se quede en casa, baje la persiana, apague la luz, duerma casi todo el día, se alimente de sopa o tome aspirinas. Una vez pasado el trancazo, sería totalmente anormal que se quedara en casa sin trabajar con la persiana bajada, metida en la cama, alimentándose de sopa, tomando aspirinas, bajo la premisa que se encuentra en una nueva normalidad.

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El gobierno tampoco aceptaría una nueva normalidad que consistiera en que ya no pagáramos los impuestos habituales, no cumpliéramos todas las leyes, o no atenderíamos todos los plazos administrativos y burocráticos a nuestro criterio. Entonces, ¿qué es esa nueva normalidad de la que nos habla el gobierno y a la que tenemos que someternos de buen grado?

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O sea, estamos en una situación en la que nuestros derechos y libertades no han sido ampliados, sino salvajemente disminuidos. Tenemos un grave problema por tanto si nos dicen que esto se va a convertir en algo permanente. O que nos van a devolver nuestros derechos y libertades pero no todos, pongamos que sólo el 75% de lo que nos habían quitado, y que podemos estar muy felices y agradecidos. La «nueva normalidad» consiste en que estemos todos muy contentos con un recorte del 25% de nuestras libertades y derechos.

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Esto va mucho más allá de estornudar en el codo

Hablar de una nueva normalidad implica que los recortes en las libertades no van a ser excepcionales y puntuales, sino que se van a normalizar. Que el recorte de derechos no ha sido una excepcionalidad entre antes del virus y el momento en que derrotamos al virus. O sea, que nos están diciendo que o no vamos a vencer nunca al virus, o que aunque lo venzamos vamos a seguir con un recorte de libertades respecto a las que teníamos antes del virus. Que el virus ha demostrado que esto de poder ir donde se quiera, cuando se quiera, con quien se quiera, a decir lo que se piensa, incluso criticar al gobierno, es muy peligroso para la salud. Que la causa del coronavirus no ha sido un chino que se comió crudo un bicho asqueroso, o un laboratorio chino al que se le escapó el virus, o en gran medida la catastrófica respuesta al problema primero del comunismo chino, y después de otros gobiernos más o menos ineptos, sino que el problema era que teníamos demasiadas libertades. Y que nos vamos a tener que acostumbrar a vivir con menos libertad con o sin virus. Y que la cosa no va a ser transitoria. Y que a la dictadura la vamos a llamar, en vez de dictadura, “nueva normalidad”.

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Un comentario

  1. Magnífico artículo.
    Esta maldita pandemia le ha venido como agua de mayo al gobierno social-comunista para dar un buen empujón a su proyecto liberticida. Históricamente los momentos de crisis han sido aprovechados por los totalitarismos para imponer sus métodos e ideas; de libro. En España el nuevo gobierno ya había dado muestra de sus intenciones, pero el estado de alarma, aceptado sin rechistar por la blandita oposición y con la mayor parte de la población anestesiada por por el oráculo de la caja tonta («han dicho en la tele…») le ha venido como anillo al dedo pata ir sembrando sus tics autoritarios; ni progresivo gota a gota de Stefan Zweig ni gaitas aquí, con la «ciudadanía» atontada, las píldoras liberticidas a cucharadas. ¡Oh, la,la! La nueva normalidad.

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