Ha vuelto a pasar. Muchos son los medios, especialmente los que se encuentran en la órbita abertzale pero no sólo, que como resumen de la celebración del Ospa Eguna el domingo en Alsasua refieren que se desarrolló “con normalidad”. Pero, ¿acaso se puede calificar de normal la celebración de un Ospa Eguna?
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Imaginemos por un momento que lo que se hubiera celebrado fuera un acto reclamando la expulsión de todos los judíos o todos los homosexuales del pueblo. ¿Algún medio hablaría de que la celebración se desarrolló con normalidad? ¿Acaso pedir la expulsión de los judíos o los homosexuales de un pueblo no es ya anormal? ¿Cómo se celebra normalmente un acto anormal?
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Al parecer, la normalidad de la celebración del Ospa Eguna consiste en que durante la reivindicación no se hubiera producido ninguna violación o ningún atraco. Que por otro lado parece el mismo criterio no sólo de los medios abertzales, sino de la Fiscalía y la Justicia a la hora de valorar este acto que, reflejando la anormalidad democrática en que vivimos instalados, ya va por su novena edición.
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En realidad, lo que no se puede realizar en Alsasua con normalidad es un acto de cualquier partido o entidad no nacionalista. Esa anormalidad es la normalidad de Alsasua. El Ospa Eguna sí se puede celebrar con normalidad. Perdón, con “normalidad”.
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La fiestecilla del odio abertzale, de todos modos, dejó escenas dignas de estudio para un gabinete psiquiátrico, como la del individuo disfrazado (con escaso esmero) de policía foral apuntando con un arma de juguete a la cabeza de uno de los manifestantes. Aparte la cuestión de si la consejería de Interior tomará alguna medida frente a esta acusación escasamente velada en contra de la Policía Foral de que los del tiro en la nuca eran ellos y no los etarras, la escena da una idea bastante exacta de la inversión de la realidad en la que viven los “txabales” normalizados por la izquierda abertzale.
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Por lo demás y precisamente a ese respecto, merece la pena insistir en que el Ospa Eguna reclama no sólo la salida de la localidad de la Guardia Civil, sino también de la Policía Nacional, la Policía Foral y en general cualquier fuerza de seguridad que pudiera amenazar la impunidad de las hordas violentas abertzales cuando deciden practicar el fascismo sobre cualquiera que se oponga a sus designios. No es que aún quede mucha libertad en Alasaua, localidad que el nacionalismo quiere convertir en referente para todos los pueblos navarros, pero imaginen lo que sería dejar el orden público en manos de una milicia “antifascista” dirigida por Ternera y compuesta por “txabales”, que parece ser el modelo de autogestión policial que se deduce del Ospa Eguna.
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