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De vez en cuando nos tropezamos con noticias como esta: el Summa salvó ayer en Madrid la vida de un feto de seis meses cuya madre sufrió una parada cardíaca y finalmente murió, extrayéndolo mediante una cesárea de urgencia que los médicos practicaron mientras atendían a la madre y reanimándolo a continuación, ya que nació sin pulso. Según ha informado Emergencias Comunidad de Madrid 112, el suceso ocurrió el sábado sobre las seis de la tarde en un domicilio de Vallecas, desde el que un hombre comunicó que su pareja, embarazada de seis meses, tenía dificultades para respirar.
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Aparte de la narración del propio suceso y su naturaleza perturbadora, una vez más se vuelve a poner en evidencia el absurdo de ese argumento en función del cual, para justificar el aborto, se asegura que el niño no es el niño, sino que es el cuerpo de la madre. Pues bien, noticias como esta son una prueba radical a la par de terrible de la falsedad de esa afirmación, al punto que la mujer embarazada puede morir y el niño seguir viviendo. Hasta tal punto el niño es algo radicalmente distinto de la madre y su cuerpo.
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Podría pensarse que esta forma de pensar es muy extraña, o propia de gente no sólo sin formación, sino sin una mínima capacidad para percibir la evidencia y la naturaleza de las cosas, pero el caso es que se trata de una forma de pensar tan extendida como para ser compartida por la mismísima presidenta del Parlamento de Navarra en un tuit de hace tiempo.
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La sensibilidad de una calabaza
Ante la falta de sensibilidad y racionalidad de una viñeta como la anterior, cabe preguntarse si es que un pensamiento tan necio como que la madre embarazada y el hijo no son personas distintas se ha elevado hasta las élites políticas, o si es que las élites políticas han bajando de categoría hasta los niveles más necios de pensamiento.
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Un comentario
¿Por qué tantas proabortistas no les pidieron a sus madres que lo fueran?
Ah, porque la izquierda a la hora de matar siempre se refiere a los demás…
Ahora lo pillo.