La lucha de clases bien entendida

La convivencia entre personas genera conflictos. Un observador podrá percibir que acontecen conflictos con más asiduidad entre individuos que pertenecen a ciertos grupos, como por ejemplo las disputas entre miembros de una y otra religión. Cada individuo puede ser miembro de una gran variedad de grupos, algunos de estos por accidentes de nacimiento, como el color de piel o país de origen, y otros como resultado de las acciones que una persona va tomando a lo largo de su vida, como llevar una dieta vegana o carnívora

Distintas escuelas de pensamiento han establecido un marco de análisis basado en esta dinámica, estudiar grupos que típica o constantemente entran en conflicto entre sí, como herramienta de estudio de las ciencias sociales. Independientemente de quien realice el análisis, sean marxistas, libertarios o miembros de otra ideología, se establece una dicotomía de clases sociales con la que podemos dividir a todos los individuos de una sociedad entre opresores y oprimidos. 

Esta idea de dos poderes antagónicos ejercidos por distintas clases sociales cuyos intereses están enfrentados, lo que llamamos la lucha de clases. Esta idea y herramienta de estudio la identificamos inmediatamente con el marxismo y diversas teorías o movimientos de corte izquierdista, al ser los teóricos marxistas, empezando por Karl Marx, quienes más comúnmente la emplean. Sin embargo, esta idea no es exclusiva ni tiene su origen en el pensamiento socialista. 

En primer lugar, realizo un breve repaso por las distintas teorías sobre la lucha de clases para vislumbrar en mejor medida los problemas de la teoría socialista de la lucha de clases y comprender el verdadero conflicto de poder que nos concierne hoy en día y que ha estado siempre presente a lo largo de la historia. En segundo lugar, ofrecer una crítica a la teoría marxista, la cual es la más extendida y la que, por tanto, más daño ha hecho a la hora de entender las relaciones entre clases. Y, por último, desarrollar el análisis libertario de la lucha de clases.

Las teorías de la lucha de clases a lo largo de la historia

Antes que Karl Marx, Charles Dunoyer o Charles Comte desarrollaran sus versiones del análisis de clases sociales y los conflictos intrínsecos entre estas, que otros pensadores ya habían escrito sobre el tema. Entre estos destacan, primero, Nicolás Maquiavelo ya encontraba una relación directa entre la división social y el orden político, y esto suponía, a su modo de ver, el surgimiento de la libertad. Segundo, François Quesnay, autor fisiócrata por excelencia, en sus tratados dividió la sociedad entre las clases productoras y las no productoras y explotativas. Y tercero, Jean-Jacques Rousseau, quien sería el primero en relacionar el conflicto de clases con las relaciones de propiedad, culpando a la propiedad privada del surgimiento de la sociedad y las desigualdades sociales. De esta concepción de la sociedad nació la idea de dividir la sociedad entre los que poseían y los que no poseían los medios materiales, nacida de la Ilustración y Revolución francesas.

Crítica a la lucha de clases marxista

Marx desarrolla su teoría particular de las clases sociales centradas en la lucha entre estas. Esta se puede resumir como: el conflicto entre clases sociales ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que dan forma a las sociedades y esta lucha se daría principalmente entre las dos clases sociales antagónicas que caracterizan cada modo de producción. La clase dominante explota mediante la extracción del beneficio económico de lo producido por la clase dominada, compartiendo todos los gobernantes el interés de mantener su posición y extraer cuanta más renta o plusvalía posible.  Y no solo las características de las respectivas clases enfrentadas serían importantes sino también las relaciones que establezcan entre ellos. La clase dominante se sirve del poder político a través del Estado para mantener la relación productiva a través de la coacción y la creación de leyes y superestructuras ideológicas que legitiman su gobierno y adormecen la conciencia de clase. La competencia dentro de la clase dominante produce una tendencia al monopolio, a concentrar el poder extractivo en pocas manos, y este conflicto interno lleva al conflicto externo -guerras con otros estados- para extender su sistema de explotación, la fase imperialista. Tras esta centralización y expansión se produce un estancamiento y crisis que hace incompatible el desarrollo de las “fuerzas productivas” con la clase dominante, creando unas “condiciones objetivas” para el surgimiento de la conciencia de clase de los explotados, que acaban con la sociedad constituida en clases mediante un proceso revolucionario que permita a los trabajadores adueñarse de su trabajo y tener prosperidad económica.

En líneas generales es bastante acertada la visión de Marx pero el problema principal de su obra es su teoría de la explotación.

Cuando se refiere a las sociedades relativas al esclavismo o al feudalismo claramente acierta al determinar que las relaciones entre el esclavo y el amo, el siervo y el noble, son explotativas. Los intereses del amo y el esclavo son antagónicos siendo los de este último subordinados por los del amo mediante su sometimiento por la fuerza, ya que en caso de ser beneficiosa para ambos, tal relación se daría voluntariamente sin necesidad de llegar a la coacción o violencia. El amo está parasitando la producción del esclavo y no permite al esclavo ser tan productivo para sus intereses como habría sido de otra forma. Sin embargo, Marx falla al interpretar la reciente relación proletario-burguesa como una relación productiva explotativa más en el proceso histórico.  

Marx explica el surgimiento del capitalismo y la propiedad privada como fruto del robo, la conquista y los privilegios a través de ciertos ejemplos históricos, que, aunque ciertos, no pueden ser extrapolables a todo el capitalismo. Igualmente, Marx aplica su teoría tanto al capitalismo surgido por violencia como el que es fruto de la apropiación original, de la aparición de la propiedad por medio de la posesión y la transformación del medio natural con el trabajo, una acción que no perjudica a nadie ya que se trata de recursos no empleados hasta entonces por nadie y que no implican ninguna actividad explotativa, simplemente se está transformando la naturaleza para servir a los objetivos del poseedor. Él trata de probar esta supuesta explotación mediante la observación de que el trabajador percibe menos salario del precio al que se venden sus precios producidos, quedándose la diferencia el capitalista. Según él, el capitalista estaría robando al trabajador esa cantidad económica no percibida, la plusvalía, apropiándose de parte de su trabajo. Pero esta teoría yerra completamente porque, de ser así, nadie querría participar de esa relación laboral. Al ser voluntaria, es ex-ante -antes del suceso- necesariamente beneficiosa para ambos, ya que de ser así no se daría en primer lugar. ¿Y por qué podría el trabajador querer participar de tal intercambio? Por el orden de preferencias del trabajador. El trabajador valora más los bienes presentes, es decir, comer ya, poder pagar sus gastos a lo largo del mes, que emplear su fuerza de trabajo por cuenta propia, incurriendo en inversiones que implican quizá mayor cantidad de bienes, pero en un futuro, cuando lo que le interesa es comer hoy. Esta relación también es beneficiosa para el empresario ya que, al tener él las necesidades más básicas o elementales ya cubiertas, tiene una menor preferencia temporal sobre los bienes y sacrificar bienes presentes, ya que los beneficios no se perciben inmediatamente después de la producción, para obtener más bienes futuros. El asalariado no quiere participar del riesgo de pérdidas, ya que en caso de cobrar en función de su productividad, sus necesidades básicas peligrarían todos los días. El capitalista asume la función de mitigar el riesgo a los trabajadores a cambio de esa “plusvalía”. No se trata de ningún conflicto sino de un intercambio de interés para ambos por el contraste de preferencias temporales. 

Se podría llegar a decir que estas funciones se podrían llegar a cumplir con los medios de producción socializados, sin embargo, no se daría en tal caso la acumulación de capital necesaria para realizar inversiones de ganancia futura a largo plazo, ya que carecerían de los incentivos necesarios. Este sacrificio de los bienes presentes se da porque el capitalista cuenta con esos bienes futuros. En caso de carecer o que se diluyan esos beneficios esperados, aumentará la preferencia temporal, y por tanto, no se llevará a cabo la acumulación necesaria para la producción de bienes futuros, estancando la producción y empobreciendo a largo plazo.

Otro de los problemas de la teoría marxista es la confusión entre entre casta y clase. Los primeros, patricios y señores feudales, eran castas porque poseían privilegios por el hecho de ser tal o cual cosa y era prácticamente inexistente la movilidad social. Nacías campesino y morías campesino. Si nacías noble normalmente morías noble. Todo por una cuestión de apellidos y sangre. En esos casos quizá les convenía unirse para mantener su poder y privilegios, pero los intereses siguen siendo individuales, dependiendo de lo que quisiese cada noble. Muchas veces se enfrentaban entre ellos o, por ejemplo, en el caso de Julio César, él representaba de alguna forma al pueblo en contra de los intereses de muchos senadores. ¿Por qué? Porque el interés de «clase» no es tal, solo intereses que se pueden parecer, unir bajo una misma causa y defender como «uno solo» en caso de compartirlo muchas personas. Pero en este caso, el interés de los señores feudales sí que estaban en contraposición de los campesinos que no deseaban trabajar para él. Aunque sí que había casos en los que había mutuo acuerdo entre campesinos para ofrecer su trabajo a cambio de seguridad al noble. En este caso hay intercambio beneficioso ex-ante.

Sin embargo, cuando hablamos de relaciones de capitalistas y de la sociedad de clases en función de su situación económica, la cosa es bien distinta. Primero que, como decíamos antes, no existe como tal el «interés de clase». Pueden existir intereses comunes o parecidos o defendidos de forma unánime, pero no intereses que necesariamente tienes por pertenecer a una clase. ¿Tiene los mismos intereses Messi o un director general de una multinacional tecnológica, dos asalariados, que un cajero? ¿O el dueño de un quiosco y Amancio Ortega? Pues poniendo como ejemplo este absurdo, salta a la vista que establecer esa contraposición de intereses de capitalista contra proletario tiene problemas. No hay una parte de la sociedad definida como capitalista y otra como asalariada en el sentido que tomábamos con los nobles y siervos. A través de generaciones familiares puedes pasar de capitalista a asalariado, de asalariado a capitalista e incluso a lo largo de tu vida puedes llegar a encontrarte en todas esas circunstancias. Esta movilidad social que provoca el capitalismo puede únicamente trabarse por la intervención del Estado en la creación de privilegios o perpetuación de unas personas en una clase. En el capitalismo intervenido es cierto que muchos capitalistas prefieren aliarse con el Estado o directamente vivir de sus recursos para competir con ventaja y vivir a costa del resto. En este caso sí que hay un conflicto de intereses y relación económica de suma cero, en la que unos ganan a costa de que otros pierdan. También es posible que la buena gestión de los recursos que se realiza a lo largo de las generaciones en una familia perpetúen su clase capitalista o estar mejor económicamente pero suele ser poco común y, en todo caso, sería beneficioso para la sociedad ya que han sabido ahorrar, invertir y en general traducir sus bienes presentes en mayores bienes futuros.

Análisis libertario de las clases sociales

Una vez expuestos los errores teóricos de la teoría marxista, procedemos a explicar los conflictos de clase desde el prisma libertario. El análisis libertario de clases sociales empieza con dos intelectuales libertarios, Charles Comte y Charles Dunoyer. A diferencia del análisis marxiano, ellos entendieron la lucha de clases como un fenómeno entre las clases que ostentaban el control del aparato estatal, la clase dirigente, y los súbditos, aquellos grupos obligados a pagar impuestos y acatar las regulaciones. El interés de cada clase se entiende como la relación de esta con el Estado. Las dos clases se forman por el poder impositivo y regulatorio del estado pudiendo generar subsidios y privilegios. Libre mercado: todos iguales, no habría clases, armonía entre los intereses de todos los miembros de la sociedad.

James Mill, por otro lado, desarrolló su versión de la teoría y postuló que todo gobierno estaba formado por la clase gobernante, los explotadores, los pocos, quienes dominaban y explotaban a la mayoría. Como todos los grupos actúan en búsqueda de su propio beneficio, era inútil esperar que los políticos lo hicieran o pretendieran hacer en pos del bien público. Para Mill y sus seguidores el bien público era un gobierno mínimo que proveyera policía, defensa y justicia. Mill defendía que eran necesarios unos vigilantes para poder controlar que la élite no excediera su saqueo de la mayoría. A estos se les eligiera democráticamente. Mill se denominaba un demócrata radical. 

El análisis libertario de Mill le conducía a una ferviente oposición a la aristocracia y a buscar el sufragio universal. Por eso peleó por pasar la Reform Bill 1832, que fue la primera gran reforma electoral inglesa la cual amplió el electorado. Para Mill avanzar la democracia era más importante que el avance del libre mercado. Para él el proceso de acabar con la aristocracia era el objetivo político más importante porque esta era la clase que ostentaba el poder político y conformaba la élite, por lo que al acabar con esta y sus privilegios el libre mercado surgiría. Mill creía que lo más importante para la gente era terminar con cualquier tipo de privilegio estatal. Las masas, según él, no tienen ningún interés en común salvo el interés común de terminar con los privilegios estatales, coincidiendo así los intereses de las masas con los de libre mercado. Por lo que el interés de fondo era acabar con los beneficios de este grupo, quienes identificaba con la clase opresora. De haber alguien que no estuviese a favor del libre mercado, sería porque es víctima de una falsa consciencia. Para eso los filósofos radicales se encargarían de educarlos. Mill se equivocaba porque el problema no radicaba en el grupo que estuviese en el poder, sino los incentivos y capacidades que los cargos les otorgaban. Citando a Milton Friedman: 

‘‘Está bien elegir a la gente correcta, pero esa no es la manera en la que se solucionan las cosas. La forma en la que se solucionan las cosas es haciendo políticamente provechoso que la gente incorrecta actúe correctamente.’’

No obstante, Friedman también se equivoca. El problema es de la democracia y los incentivos del sistema. Es un bien privado, beneficia a los políticos y a los grupos de plutócratas cercanos a ellos, y un mal público, que todos pagamos. Por la Ley de hierro de la oligarquía siempre se formarán minorías que manden y controlen a la mayoría, el problema es cuánto poder les damos a estos. No es lo mismo una minoría de madres interesadas en organizar ciertos eventos en el colegio de tus hijos que un gobierno capaz de decidir cuánto de lo que produces puedes quedarte o si acciones, independientemente de si dañan a alguien o no, son legales.

Para Hoppe, la base de la relación entre el amo y el esclavo, el señor feudal y el siervo, es la explotación siendo esta no aplicable a la relación del trabajador y el capitalista. ¿Por qué? Porque en un caso se está apropiando de algo que no es suyo y en el otro se da un intercambio mutuamente beneficioso de bienes adquiridos por apropiación original.

Franz Oppenheimer postula que existen dos maneras de obtener riqueza, o bien los medios políticos, que consisten en la agresión y los impuestos, o bien medios económicos, el intercambio voluntario. El verdadero conflicto de clases se encuentra entre los que ostentan el poder político y extraen rentas de las clases gobernadas, beneficiando a unos otorgando subsidios y privilegios a costa de perjudicar a la mayoría dominada y los que producen y son parasitados. Es decir, entre los que emplean medios políticos para vivir y los que lo hacen a través de la explotación de los otros.

Uno de los muchos problemas de la democracia es que nos hace a todos cómplices del saqueo colectivo, obteniendo todos algo de lo obtenido mediante los medios políticos, difundiendo la línea entre ambos grupos y haciéndonos más tolerantes al robo institucionalizado. Como decía Frédéric Bastiat, el Estado es la gran ficción  a través de la cual todo el mundo trata de vivir a expensas del resto.

Por Juan de Ávila Esteban García

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